El día que el Congreso se vistió de playa

El día que el Congreso se vistió de playa

La lluvia, un poco intensa, comenzó a caer cuando muchos ya habían llegado. Ninguno, sin importar las consecuencias, se movió de su lugar: con pancartas, pelotas, tambores y consignas que se vestían de dignidad, se mantuvieron frente al Congreso Nacional para demostrarle a los legisladores que la Constitución que están conociendo no les es indiferente.

Repudiando casi todo el trabajo de la Asamblea Revisora, los jóvenes que se instalaron frente al parlamento el viernes pasado resumieron lo que sienten en cinco palabras: “Esta no es mi Constitución”.

La frase, que quedó plasmada en el suelo y en las hojas de zinc que cubren lo que una vez fue una fuente, es el estandarte con el que los muchachos les advirtieron a los legisladores que ellos, esa “chusma” que no respetan, son los que votarán el 16 de mayo.

Escuchándoles gritar frases como  “esos congresistas son unos malditos, vendieron nuestra playas por un chequecito” era fácil comprobar hasta qué punto llega su descontento con los legisladores.

La advertencia, clara y contundente, debe servirle a los asambleístas como reflexión. Y es que, aunque hacen su trabajo puertas adentro, deben recordar que las decisiones que están tomando tendrán consecuencias a largo plazo.

Más allá de las urnas, y un posible adiós a su repostulación, los congresistas están jugando con su credibilidad y el futuro de varias generaciones que estaremos cubiertos bajo la sombra de una Constitución que está aniquilando nuestros derechos.

Ese es el mensaje que nos transmitieron esos cientos de jóvenes que decidieron no callar un minuto más y hacer algo para detener el viciado proceso que lleva a cabo la Asamblea Revisora. ¿Alguien lo escuchará?

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