El ‘Diálogo insular’ de Fernando Peña Defilló

El ‘Diálogo insular’ de Fernando Peña Defilló

 

La 28 Bienal Nacional de Artes Visuales se dedica a Fernando Peña Defilló, y la Galería Nacional de Bellas Artes propone una visión retrospectiva impresionante de su obra, que estremece, sensorial e intelectualmente, como un testimonio de la pintura nacional a niveles de excelencia y de identidad. Permite comprobar una fuerza eminente, una poética, una expresión totalizante, integradoras de la naturaleza circundante, del mundo conocido y de cosmogonías ignotas… Ahora bien, no tiene la pretensión de ser exhausta, dependiendo de la disponibilidad de las colecciones públicas y privadas, en su mayoría generosas, entre ellas el Museo de Arte Moderno y la Fundación Fernando Peña Defilló.

El maestro, en una de sus primeras entrevistas, había afirmado: “El artista inventor, al liberarse de lo que tradicionalmente se entiende como oficio de pintor, ha conseguido un ilimitado poder de expresión, no hay trabas para su imaginación y sensibilidad. El éxito de su mensaje depende de su sinceridad y fuego creativo”. Ese aforismo, él lo pronunció en 1956, y, prácticamente 60 años después, sigue teniendo validez y vigencia dentro de su producción pictórica e itinerario creativo.

Eran palabras premonitorias en un joven que nunca eludió su misión estético-espiritual y su motivación como cultor de la autenticidad antillana, usando sus extensos conocimientos y formación para profundizar esta interpretación del origen y el “ánima mundi”, de la materia y el espíritu, de los mundos paralelos, si nos referimos a sus investigaciones esenciales y míticas. Varios “cuadrosfaros” de estas series formidables, están colgados en salones y salas del Palacio de Bellas Artes.

La exposición. La muestra, necesariamente antológica –¡pues no se puede presentar la totalidad de la producción como si fuera un catálogo razonado!–, se despliega en las dos plantas de la Galería, y hasta hubo que utilizar, de modo excepcional y habitualmente discutible, las paredes de la escalera, ofreciendo allí obras capitales.

La difícil museografía, fue, en gran parte, realizada por la joven y brillante Michelle Ricardo, curadora del conjunto expositivo. Los espacios se utilizaron de la manera más completa posible, destacando claridad y renovación constante, incluyendo una sala exquisita de dibujos, y aun el área documental sobre el artista.

Esta escenografía revela hasta qué punto los distintos períodos de Fernando Peña Defilló se equivalen, prácticamente todos, en su contundencia estética, desde las energías abstractas y los agregados extra-pictóricos de la juventud hasta la sublimación místico-maravillosa de la madurez y, hoy, la vuelta frecuente a una abstracción lírica extraordinaria. El liderazgo incuestionable en la “nueva imagen” del arte dominicano, destaca su esplendor, casi desde el ingreso a la exposición, con el dramático e insuperable “Cuerpo presente”. Aquí, algunas obras magistrales de los 70 dialogan con las acuarelas prometedoras del período emergente.

Hablar de diálogo nos parece esencial, partiendo del título de la exposición, “Diálogo insular”, o sea una comunicación creadora universal desde la isla y su dominicanidad tan amada, hasta la concepción interna de la selección de obras. Ese proceso esencial define inteligentemente el lenguaje pictórico de Fernando Peña Defilló, con la prioridad de mantener a la vez rigor y libertad, ejes ideológicos –humanidad, fe y esperanza– y formales aun –así el círculo–, en las sucesivas épocas.

En los diálogos de la segunda planta, la exposición destaca cómo el artista magistral nunca ha abandonado la idiosincrasia criolla –y por ende caribeña–, su plenitud racial y mestizaje, su dignidad insustituible, su cotidianidad de vegetación y frutos de la tierra.

La etapa realista, que en su tiempo suscitó comentarios sorprendidos, sobresale aquí, justamente por la cercanía y el contraste con expresiones casi místicas y sobrenaturales, testimonios de ilimitados recursos culturales.

La pintura dominicana suele retrotraerse a la cultura popular, a la dominicanidad y a la impronta antillana, plasmando temas varios, vivencias y personajes vernáculos, o evocación de las Escrituras y criaturas sacras. Esa corriente plural, sin pertenecer a un dogma o movimiento plástico en particular, se observa en la obra de Fernando Peña Defilló en la importancia de los ángeles en sus invocaciones cristianas, igualmente que en su comunión espiritual con los reinos de la naturaleza.

Expresión plural y espiritual. Por cierto, entre los subtemas, él ha plasmado la maternidad como hecho y símbolo del amor; sus vínculos entrañables e indestructibles, su amparo contra el infortunio, y es una vertiente que notan particularmente a la primera visita… Esta permanencia, expresada directa o

indirectamente, la encontramos hasta la pintura de hoy.
Aparte de que una connotación sacra, occidental y/u oriental, impera a menudo en la representación del mundo profano, el pintor ha tratado sujetos religiosos en obras de distintos estilos y épocas, aun recientes. Mencionaremos especialmente la secuencia-tríptico del “Triunfo de la Luz”, escena redentora en la que el primer panel es homenaje a la maternidad angelical, dejando a los niños multi-raciales para nuestra interpretación, y el último nos advierte acerca de la caída llameante…

En las pinturas más recientes, una real-maravillosa visión campestre, inspirada por la naturaleza frondosa de Jarabacoa, según una paleta sutilísima y transparencias insuperables, nos recuerda que Papo –para sus amigos– es el mejor paisajista dominicano de hoy, y que la conjuga con componentes geométricos: las pinturas “inéditas”, colgadas en la pared principal de la Cúpula, lo confirman felizmente.

La última serie “Paisaje de mi interior” –el Museo Fernando Peña Defilló la presenta en exposición temporal–, sugiere que la naturaleza circundante es también verdad existencial profunda para el artista: el mundo de sus sueños se cristaliza entonces en una pintura evocadora, sin ser descriptiva; imaginaria, sin distanciarse de lo vivido; perfecta simbiosis entre abstracción y figuración.

En fin, los recursos admirables de una técnica y una academia totalizantes, la (re)conversión del espíritu en la materia, la imagen de nuestra riquísima realidad están presentes en la abundancia y la exquisitez iconográfica que este “Diálogo insular” de Fernando Peña Defilló proyecta, con un raro refinamiento y una potencia que sublimiza la pintura como categoría plástica. Una sola visita no basta.

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