El Diccionario Fraseológico del Español Dominicano Obra para la trascendencia

El Diccionario Fraseológico del Español Dominicano Obra para la trascendencia

La publicación de un libro es siempre un motivo de celebración, aún se trate del más elemental de los textos, aún su autor fuere el más humilde de todos. Pero hay obras que ameritan un festejo múltiple y permanente, pues están destinadas a la trascendencia, a dejar a su paso un sedimento fértil, transformando a su modo el mundo.

Es el caso del Diccionario Fraseológico del Español Dominicano (DIFRADO), el más reciente hito alcanzado por la Academia Dominicana de la Lengua. La publicación de esta obra viene a complementar el Diccionario del Español Dominicano, con lo que ambos constituyen en la actualidad los principales referentes y depositarios de nuestro acervo lingüístico.

Como testimonio de la vitalidad del español dominicano, el DIFRADO contiene las formas de expresión más representativas en el presente y nos conecta con el pasado, dado que recoge, junto a las actuales, las formas arcaicas que mantienen vigencia. Puesto que la creatividad popular bulle en nuevos fraseologemas, que posteriormente serán materia de otros proyectos, se avizora un ritmo constante de renovación, de cara al futuro.

El dinamismo y variedad de la lengua en la República Dominicana, que se evidencia en esta nueva obra, nos señala como un pueblo de infinitos recursos espirituales, dueños de una notoria capacidad de comunicación verbal y de una agudeza y actitud reflexiva, que se trasluce a través de frases, adagios y máximas, muchas de ellas memorables.

Este es un pueblo tan irreductible, que ni la presencia recurrente de intrusos e invasores, ni el bochorno de los regímenes de fuerza, han logrado acallar nuestra voz y rebeldía; apagar la vela de nuestra ironía y sentido del humor que nos caracterizan.

Nuestra valiente idiosincrasia se expresa –como era y será en otros tiempos- en español, en nuestro español, que hay que defender de la incuria oficial, de los programas de enseñanza que no funcionan, de los mensajes y usos inadecuados a través de los mass media, y de los mediocres y rudos imperativos de una sociedad de consumo.

El DIFRADO es doblemente bienvenido, no solo porque se necesitaba un diccionario con sus características, sino porque llega en un momento en que se requiere reafirmar la autoestima de los dominicanos, especialmente en lo que concierne a su propio conocimiento y expresión, y ¿qué mejor manera de llenar tal cometido, que presentando ese filón de nuestra cultura que es el español característico, su abanico de expresiones autóctonas y las adoptadas de las fuentes más influyentes en nuestra vida como pueblo?

Del río poderoso que es el español castizo corrieron nuevas aguas que lo rellenaron todo: costas y arrecifes, valles y estribaciones de esta tierra, portal donde se reescribe la historia de varios continentes; donde surgen los sonidos de un español nuevo, lleno de vocablos y expresiones entonces desconocidas, que ahora caracterizan al pueblo más viejo y representativo de la cultura neocontinental: el dominicano.

Nuestras raíces espirituales tienen una particular potencia, surgida de una historia con vocación de infinito; no obstante, como todo lo valioso, este patrimonio precisa ser protegido y multiplicado. Nuestra cultura está en riesgo y la mejor forma de preservarla es conocerla y continuar difundiéndola, saliendo al frente a desvíos y distorsiones.

En su ensayo “Defensa del lenguaje” el poeta español Pedro Salinas, citando a Karl Vossler, afirma que “cuando el sentimiento nacional ha sido despojado de todos los refugios, el lenguaje se convierte en la fortaleza espiritual desde la que un día, cuando los tiempos sean propicios, saldrá a reconquistar su puesto. El hombre que rechaza o abandona este refugio final y punto de partida de sus sentimientos nacionales no tiene honor, es un muerto para la comunidad social en que recibió su primera experiencia del lenguaje humano”.

LA ACADEMIA Y LA CONCIENCIA DEL LENGUAJE
Entre las preocupaciones fundamentales de la Academia Dominicana de la Lengua se encuentra, sin duda, la intención de impulsar el desarrollo de la conciencia del lenguaje, su uso eficaz e inteligente -la apropiación de todas las posibilidades que nos ofrece- y eso implica autoconocernos, penetrar en el proceso que nos ha conducido al punto en que hoy nos encontramos.

Muchos proyectos ha llevado a cabo dicha corporación para fortalecer el conocimiento y uso del idioma, y creo que esta serie de diccionarios -que estará completa cuando se publique el segundo volumen del DIFRADO- es un importante paso.

Tras varios años de arduo trabajo sale a la luz esta primera versión del Diccionario Fraseológico Dominicano, bajo la dirección del presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, Dr. Bruno Rosario Candelier, quien encabezó el equipo de redacción, integrado además por Irene Pérez Guerra y Roberto Guzmán. Es preciso destacar el auspicio de la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua y el apoyo de su presidente, el académico Fabio J. Guzmán Ariza.

Este esfuerzo contó, además, con el aporte de una comisión de colaboradores y allegados a la Corporación, integrada por Teresa Ayala, Lourdes Reyes, Mariela Guzmán, Mikenia Vargas, Perla Guerrero, Karla Tejeda, Rita Díaz, Inés Méndez, Valentina Flaquer, Francisco Rosario. La revisión estuvo a cargo de Ruth J. Ruiz Pérez.

No se puede negar el arduo trabajo realizado. Sus frutos están ahí. Sin embargo, creo necesario potenciar tal esfuerzo: que la Academia explore los canales para llevar sus publicaciones a tantos escenarios como sea posible; promover más actividades que induzcan al hablante y al lector promedio a la reflexión. Motivar el interés general en el conocimiento de la lengua, en el desarrollo de esa particular forma de conciencia, como elemento fundamental de desarrollo y afirmación de nuestra cultura.

LA LENGUA COMO VEHÍCULO POR EXCELENCIA DE LA CULTURA
Cuando nos acercamos a la lengua, al modo de expresión característico de un conglomerado social, llegamos a sumergimos en el río de una verdad continua, no hay herencia ni actividad más abarcadora que el lenguaje: la facultad de comunicarnos en sonidos y caracteres que confirman el sentido de permanencia del arroyo alado que es la palabra.

Cada pueblo, sin importar que comparta su lengua con otros, en tierras cercanas o distantes, la recrea a su manera. Sin embargo, es sorprendente el carácter fluido de la misma, capaz de unificar el pasado y el futuro de las comunidades, sus expresiones más genuinas, en un presente continuo, donde también pueden conjugarse las ideas y vivencias de personas de puntos y naciones muy distantes, y de grupos sociales y edades muy diversas.

Diría entonces que el álef, ese punto del universo donde toda la vida confluye -según la ficción borgiana- es la lengua: el fluir de todos los mundos y realidades posibles en un idioma, en cada idioma, en el español de Teresa de Ávila, de Cervantes y Salomé Ureña. De nosotros, que aún aferramos nuestros seres al territorio del espíritu que nos legaron 500 años de avatares históricos y una hermosa lengua que se hizo nuestra: el español.

Ese patrimonio intangible, continuo y dinámico que circula de generación en generación en la República Dominicana, nuestro español característico, con sus magníficas frases y construcciones queda, pues, registrado en el DIFRADO, para la posteridad, y sobre todo, para que las presentes generaciones nunca se olviden de quienes son.

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