El diccionario panhispánico de dudas: el método

El diccionario panhispánico de dudas: el método

DIÓGENES CÉSPEDES
Cuando la palabra ‘método’ entra en el discurso, asusta. El receptor del discurso se pone en guardia. –Ya viene este a decirme que le expliqué cómo hice tal o cual cosa, responde verbalmente o para su coleto, el interpelado.

En efecto, en las disciplinas humanísticas o científicas, la explicación del método es requisito «sine qua non». Y en las actividades de la vida cotidiana, no cesamos de solicitar a nuestro interlocutor que explique cómo hizo o logró tal o cual cosa. Si se emplean las palabras «manera» o «modo», el interlocutor se siente más a gusto y si explica el cómo, se habrá obtenido el éxito de lo que se buscaba con la pregunta.

La manera, el modo, el método es la idea acerca de la idea. La gente sencilla vive con esta expresión en la boca: «Tengo una idea acerca de cómo se hace esto o lo otro». Otros definen el método como la idea de la idea, pero a lo mejor ignoran que al decir esto dejan fuera el discurso, inseparable de la práctica, y esta es el cómo, el modo o la manera en que se hace o se piensa. En cambio, el acerca de o el sobre, incluye el discurso.

El método con el cual los académicos de la Real Academia Española y los de la Asociación de Academias de la Lengua Española hicieron el Diccionario panhispánico de dudas (Madrid, 2005) está contenido entre las páginas XI y XXXV.

Como la idea sobre la idea o el método empleado por esos académicos pertenecen a una época, a un estado determinado de la cultura y a SU respectiva cultura, tanto la idea como el método son susceptibles de caer en contradicciones, lo cual es propio de los sujetos. Como los aciertos del diccionario son más que los deslices, es preferible mostrar los errores para su enmienda posterior o para la defensa o exposición de una perspectiva diferente. Si se acepta que en los discursos no hay verdades, sino perspectivas, o sea puntos de vista diferentes, se gana mucho y se evita que se caiga en lo personal o la gente se mate por una idea que siempre será relativa, de época y cultural.

El primer señalamiento está en las líneas 2 y 4 del primer párrafo de la presentación. Es el uso de ELLA y ELLAS referidas cosa o abstracciones. Como académico de la lengua, no soy ortodoxo. El estudio de la lingüística me enseñó a no serlo. La epistemología del discurso me enseñó a plantear muy bien la pregunta acerca de la coherencia interna que deben guardar las nociones y los conceptos de un método.

Es entonces el caso de ELLA y ELLAS en función de pronombre personal. Revisé todo lo que dice el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española de 1979 sobre los pronombres personales. Hallé que si un concepto no designa un objeto concreto de estudio, se está ante una metáfora. O sea, que si los pronombres personales se usan para que objetos, animales o abstracciones sufran la variación del verbo, estamos ante una metáfora. Y el Esbozo (p. 203) soluciona esta contradicción al estatuir que «el término ‘personal’ no se opone aquí a lo ‘no personal’ en el sentido en que persona se opone a cosa, sino que alude a las personas del discurso, es decir, al diferente papel que personas y cosas desempeñan en el acto de la palabra.»

Elegante definición que deja la contradicción intacta y oculta que en los idiomas los fonemas y los morfemas se definen por diferencias negativas internas. En este sentido, lo personal y lo no personal no pueden ser idénticos, ni en el plano de la persona ni en el plano de la cosa u objeto que designa, pues esto contradice el logro de Saussure en el sentido de que el signo lingüístico es radicalmente arbitrario y radicalmente histórico. Más aún, validar esta distinción es obviar con respecto al discurso y la historia, lo que ya Émile Benveniste había adelantado en 1966 en su célebre artículo «La naturaleza de los pronombres», incluido en Ensayos de lingüística general, traducido al español en Siglo XXI Editores, México, 1979. Si existen sólo dos pronombres (yo y tú, y su respectiva variante en plural), es obvio que ÉL y ELLA no existen ni en sí ni para sí, sino que deben ser enunciados en el discurso por un yo, y siempre referidos a personas. Es decir, que ÉL y ELLA y sus plurales son, aplicados a cosas, animales, objetos y abstracciones, pura metáforas. Ficciones. Esto es muy importante para una poética del discurso.

El saber esto tiene su correlato inmediato en la indistinción existente en la actualidad entre LE, LO y LA para referirse a personas, animales, objetos y abstracciones. Situación esta que la Academia y los gramáticos resuelven con el inextricable concepto de complemento directo o indirecto y los verbos transitivos e intransitivos que deben regirlos. Semejante ambigüedad se resuelve limitando el pronombre LE a personas, LO a objetos, animales y abstracciones y LA a lo animado e inanimado femenino, sea de género motivado o inmotivado. Habrá casos en que LE será indiscernible en cuanto al género, pero el contexto, perteneciente siempre al discurso, resolverá cualquier duda. Se resuelve así también el tecnicismo gramatical del leísmo, loísmo y laísmo.

La segunda observación versa sobre el uso de la palabra consenso. Este vocablo ha sido puesto de moda por el neoliberalismo. Para un académico, consenso es acuerdo unánime o a unanimidad. En la especie de que se trata, ni siquiera el acuerdo unánime de los miembros de la Corporación de Madrid y las demás Academias que forman la Asociación es sinónimo de unanimidad, pues ¿cómo establecer tal convenio entre la comunidad de los hispanohablantes si pasan de 600 millones? Por eso es premisa vacía el afirmar que la norma «no es algo decidido y arbitrariamente impuesto desde arriba», pues más adelante, en ese mismo párrafo, se contradicen los redactores al asegurar que la norma, en el sentido de regla, es impuesta siguiendo «los modelos de la escritura o del habla considerados cultos.» ¿No son, por ventura, minoritarios estos modelos cultos? En esta época de democracia entendida como libre circulación de mercancías, no es político aparecer como autoritario. Pero hay que fingir y, como dijo alguien ante la amenaza del pueblo: «La democracia es para los labios y la aristocracia para el corazón.»

La tercera observación es relativa al uso de ELLO (p. XII) por parte de los redactores del diccionario que analizamos. Desahuciado hace 66 años como un fósil lingüístico por nuestro Pedro Henríquez Ureña, sobre todo cuando se lo emplea como pronombre personal, las tres veces donde figura en la referida página XII es en función de pronombre personal: «para que todo ello ocurra dentro de los moldes propios»; «Ello lo convierte en una obra abierta…» y «Todo ello es hoy realidad…»

¿Qué dijo el maestro Henríquez Ureña al respecto en su obra El español en Santo Domingo (1940: p. 226): «Interesante, la supervivencia de ello como sujeto impersonal y además en papel de expletivo, como mero fósil lingüístico. […] Como encabezamiento mecanizado de oración (comienzo como sujeto innecesario, en frases en que se podía prescindir de él, como «ello es así», y después se hizo sujeto impersonal, innecesario en castellano, semejante al usual en francés, alemán, inglés: «It is good to be there».-Es bueno estar ahí.»

Pero sea en su función de sujeto impersonal y en papel de expletivo, sean como sujeto resumidor de lo que se ha dicho antes, sea con función concesiva o evasiva, sea cuando indica vacilación o probabilidad o aceptación, sea en aseveraciones enfáticas o en los nueve usos de ELLO explicado en nota al calce por nuestro gran filólogo (pp. 228-230), así como en los demás usos, el maestro Henríquez Ureña da por desahuciado ese fósil lingüístico. Su renovación y justificación actual (2005) resultan curiosas al tratarse de un arcaísmo que en mayor de los casos se convierte en pleonasmo o en información redundante.

Nuestra cuarta y última observación está relacionada, en este primer trabajo, al uso de la noción de instrumento aplicado al diccionario y, por implicación, al lenguaje, ya que es, tal obra, un catálogo de palabras. Aunque la noción de instrumento corre por cuenta de la Telefónica (a menos que documentalmente se demuestre que la citada empresa ha usado el vocablo instrumento), la asunción de dicha noción por parte de los académicos redactores del diccionario, les hace pasibles del primer instrumentalismo por excelencia: el del lenguaje, pues por lógica, este implica ipso facto, consciente o inconscientemente, la asunción de los demás instrumentalismos: el lógico, el político, el social y el artístico y literario. Todos mortales por necesidad para el lenguaje, el poema, el sujeto, el Estado y lo social.

Continuaremos con las nociones y conceptos del método usado en este diccionario.

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