El difícil arte de contar cuentos

El difícil arte de contar cuentos

Juan Bosch Gaviño fue el gran maestro del cuento. El cuento, al decir de los entendidos, es uno de los géneros literarios de más difícil dominio. Corto, como debe ser, une, a las  virtudes del narrador, el arte de saber cómo se atrapa la atención del lector desde la primera línea, logrando entusiasmarlo y mantener vivo su interés hasta el final de la narración,  sin  revelar el desenlace de la trama, que ha de ser  inesperado y grandioso.

El artista, entretanto,  entretiene el interés de la lectura valiéndose de  la magia de la palabra y de ricas imágenes que fabrica y ocupan la mente del lector ensimismado mientras va descubriendo  personajes y situaciones alucinantes, que tienen la gracia de desviarlo del foco de la atención,  para conducirlo por hipótesis y elucubraciones alejadas del drama real que se desarrolla y apenas se insinúa preparando el  final impactante que  permanece oculto en la intención del autor.

El gran final, siempre sorpresivo, debe impactar en el ánimo del curioso  quedará marcado, atónito, ante lo inesperado desde que supo que “Todos los que habían pasado la puerta antes que yo habían entregado sus cabezas.” Así en el serial de cuentos que en torno al tema del narcotráfico,  la criminalidad y la impunidad viene tejiéndose con el patrocinio  de importantes sectores involucrados en la trama, parangonando la obra teatral de Pirandelo podría titularse “Siete personajes en busca de un autor.” Padece de la orfandad de aquel Coronel que “no tiene quien le escriba.”

Bosch, el más eximio escritor del género, no dejó, al parecer, dignos herederos. En las filas de “su” gobierno, (sic) del gobierno de  “su” partido, los que han pretendido sucederle, han demostrado un pobre dominio del arte de saber contar. 

Los cuentos sobre el espinoso tema que se nos pretenden vender de gratis carecen de imaginación: “La Nochebuena de una tal Zobeyda”, o “La Bella Alma de Don Figueroa Agosto”, o “Los Últimos Monstruos de Paya”, no convencen. Carecen de estilo. No tienen el ingenio que seduce. Han resultado ser una chapucería.

Una especie de telenovela de corte pornográfico, que rinde culto a lo vulgar. Un cuento chino, bueno para nada, que no complace el interés legítimo del ciudadano preocupado por lo que viene ocurriendo y  la ineptitud demostrada por quienes tienen el deber y la obligación de evitar la herrumbre moral que ya carcome gran parte de la sociedad. Cansado de tanta barahúnda, de tanto teatro de mal gusto y  pésimo montaje, los cuentos aburren.

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