El dilema de los partidos para no sucumbir

El dilema de los partidos para no sucumbir

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Los partidos principales del tradicional esquema político nacional están enfrascados en profundos procesos de revisión, mediante la celebración de convenciones o congresos para renovar sus cuadros, e inyectar sangre fresca y no contaminada con sus hechos del pasado, que ya lo llevaron a la derrota (PRD), y a otro casi desaparecer (PRSC), de manera que para las elecciones previstas para el próximo año puedan afianzarse en buenas posiciones congresionales y municipales y prepararse para el evento mayor de las elecciones presidenciales del 2008.

En otros países de América, los partidos mayoritarios han caído en el descrédito, cosa que aquí se veía venir, pero ya fuera juiciosamente o instintivamente, o por la chepa criolla, los dirigentes de los partidos han tomado el camino de las rectificaciones, para evitar lo que ya ha ocurrido en el continente con militares, que se creen elegidos de los dioses para enderezar a sus países, o de políticos que han reestructurado a sus partidos, para no caer en una carrera loca del militarismo, que ya una vez impuso sus botas en el suelo americano con funestos resultados para la población.

El gran interés que han demostrado los dirigentes de los tres partidos mayoritarios PLD, PRD y PRSC en la celebración de sus eventos internos, ha despertado el interés de la ciudadanía, que se admira de cómo en el PRD los candidatos están gastando grandes sumas de dinero como si estuviéramos en las cercanías de celebrar unas elecciones nacionales. Se nota que su paso por el poder les resultó altamente beneficioso y ahora muchos aspirantes a cargos internos de sus partidos están sacando las plumas de la gallina que Lilís decía que se debía esconder antes de comerse la carne.

De ahí que estos procesos, de recomposición de los cuadros dirigenciales de los tres partidos mayoritarios, apuntan hacia la preservación democrática del sistema, aún cuando otros ya quisieran que aquí apareciera el coronel que se casara con la gloria, como ocurrió en Venezuela, que aún cuando fue en base a elecciones libres, fue el deseo de la gente entregarse en brazos de un militar carismático que se sostiene con mucha habilidad, mientras el país ve aumentar la pobreza y la incertidumbre de un futuro más halagüeño.

Los partidos dominicanos luchan por su supervivencia; el descrédito en que han caído la mayoría de los dirigentes políticos hace que la ciudadanía no los considere confiables, como lo demuestran las encuestas que periódicamente se realizan en el país. El resultado evidencia que el desencanto de la población es notorio hacia quienes se creyó que iban a adecentar con rapidez la vida pública dominicana. La gran masa silente, que es la decisiva en cada una de las elecciones celebradas en el país desde 1962, se sacudió de su tradicional conservadurismo, y en el 2004, hastiada por la corrupción rampante y el ver de como nos íbamos convirtiendo en un narco-Estado, votó y confió en el político que le vendió más esperanzas de rectificaciones y de acciones en contra de quienes habían hecho del país un estercolero de ambiciones y de robos.

De ahí que al dominicano no se le puede matar sus ilusiones y tampoco se le puede apagar sus esperanzas para profundas rectificaciones, ya que los partidos están jugándose su última carta para no sucumbir y poder consolidar la peculiar democracia, en donde ahora muchos son los organismos internacionales y locales que están presentando concienzudos y sesudos reportes y estudios de la actualidad dominicana, ofreciendo importantes datos para rectificaciones y que sirven de alarma de ver como la pobreza es ya un mal arraigado en la sociedad. Son radiografías muy profundas que establecen pautas para que se abran los ojos, y nos demos cuenta que si no se impone la honestidad en el quehacer público de los gobiernos, y se les dé un destino justo a las recaudaciones fiscales, la pobreza seguirá en aumento, la corrupción afincará sus garras y se le comenzarán a cerrar las puertas al país de la ayuda internacional.

El país podría comenzar a transitar el mismo sendero que ya lleva Haití desde hace años, donde la ingobernabilidad es una característica común y es un país intervenido y sometido a la voluntad de los países amigos que no sueltan el dinero, pese a sus reiteradas promesas. Ya quisieran algunas de esas naciones que el país se desmoronara por la ceguera y ambiciones de sus dirigentes políticos para intervenirlo, pero con las acciones para reorganizar los cuadros de los partidos mayoritarios, quizás se están creando las bases para un futuro político de mayor honestidad y que las esperanzas de ver el castigo a los culpables de los robos más notables del pasado reciente es ahora más creíble, para borrar la mancha ignominiosa que oculta al país frente a la opinión internacional, de que la corrupción es la forma de vida de los políticos y dirigentes dominicanos.

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