El dilema de vivir en sociedad

El dilema de vivir en sociedad

Para vivir juntos, centenares, o miles, o millones de personas, en un mismo espacio, no existe otra alternativa que fijar reglas de juego. Solo en completa soledad uno podría prescindir de reglas, e incluso así convendría algunas pocas para definir cómo disfrutar mejor del paisaje, o cómo defenderse de las inclemencias.

Sin reglas viene el caos, y el caos nos pone a chocar los unos contra otros, de modo que la vida en sociedad se torna inaguantable. Es lo que sería una orquesta sin director, o un deporte sin reglas. Las hormigas conviven por millones en un mismo espacio, sin chocar unas contra otras, y, por el contrario, contribuyendo todas para el bien colectivo. La explicación es el instinto de la especie, el cual implica reglas genéticamente establecidas en su sistema nervioso.

Como sociedad tenemos tres posibilidades: primero, que las reglas sean fijadas por una sola persona, lo cual caracteriza a los sistemas autocráticos y dictatoriales; segundo, que las reglas sean dictadas por una familia o por una clase, lo cual constituye una aristocracia, y, tercero, que las reglas sean el resultado del consenso democrático, lo cual es el logro de la civilización, sistema bajo el cual gobernantes y gobernados consienten en convivir bajo reglas establecidas. Bajo cualquiera de estas alternativas sociales se puede organizar una sociedad, y lograr su mayor eficiencia. Lo que no funciona es vivir sin reglas, que es lo mismo que caos institucional.

Diversos estudios han venido confirmando el impacto del caos sobre la vida social. Por ejemplo, si no se obedecen las reglas de tránsito, aumentan los accidentes (Vanderbilt, 2009), y, si no se cumplen las leyes, se incrementa la violencia a todos los niveles (Hungtinton, 2009). Para Dani Rodrick (2002) la “institucionalidad” es un factor más importante para el desarrollo económico que “factores geográficos” o “comercio internacional”. El hábito de no cumplir las reglas establecidas es un factor de ineficiencia en la escuela, en los hospitales, en la policía, en los tribunales, o en cualquier otra institución pública.

Si se quiere saber por qué estamos como estamos, y por qué las calles se han convertido en una selva, y las casas en cárceles, la respuesta es: el caos institucional. Nos hemos acostumbrado a no cumplir con las reglas establecidas, y queremos vivir como ‘”chivos sin ley”. El modelo se implementa de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Esto es, la gente desobedece las leyes, y elige gobernantes que no cumplen las leyes; los gobernantes siguen el juego, y terminamos en una situación de “sálvese quien pueda”.

Los que estamos viendo en la prensa de cada día son los síntomas de una sociedad enferma: incremento de accidentes de tránsito, violencia intrafamiliar, violencia en las calles, narcotráfico y “sicariato” como empresas normalmente establecidas, y así mismo auge de las intoxicaciones, del suicidio, y de las enfermedades psicosomáticas.

Lo único que estoy esperando para estas elecciones es un candidato – si apareciera – que se comprometa a cumplir y a hacer cumplir las leyes.

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