Dionisio Frías tenía el color del chocolate. De ese chocolate de agua con que llenaba un tazón cada mañana al llegar a la imprenta de papá, empapando con fruición dos panes sobaos, ambulante.
La vida era simple y sencilla por aquellos años que resbalaban por la eternidad del régimen de Trujillo, que se sentía natural y eterno. Dioni se limpiaba la boca con la manga de su camisa y penetraba en el taller. Sentado en su taburete sazonaba su labor con historias recién nacidas acerca de cuanto pueda usted imaginar sobre todo lo sagrado y lo profano. Tenía unas teorías extraordinarias acerca de las cosas de la vida y de la muerte y explicaba los asuntos del cielo con una naturalidad asombrosa.
¿Es que ustedes no saben que, tal como dicen los místicos, “arriba es igual que abajo”? Por ejemplo, Dios tiene sus hábitos, como cualquiera aquí abajo. Ya le ha dicho a San Pedro que no le venga con malas noticias antes del desayuno. Entonces se sienta en su mecedora de guano, se toma otro cafecito y se pone a leer el periódico, refunfuñando por los disparates y porque aquí abajo la gente no coge cabeza… y empieza a mecerse, medio enojado.
Dioni afirmaba que Dios se ponía rabioso cuando Pedro le decía que se habían acabado las jaguas y que le iba a hacer su refresco de tamarindo.
¿Dios… con rabia? ¿Y no fue Dios quien lo hizo todo?, solía interrumpirlo otro tipógrafo fuera de serie, de apellido Ángeles.
Yo tendría unos doce años cuando, metido entre los tipógrafos, escuchaba estas conversaciones usualmente lideradas por el gran Dioni, a quien Ángeles apodó burlonamente Hesíodo, por el poeta griego autor de la “Teogonía”, ya que pretendía saber más que aquel antiguo personaje acerca del cielo y sus interioridades.
El pasado jueves 11 de agosto de 2016, al borde del inicio de un nuevo período de Danilo Medina en la Presidencia de la República, me entero del arresto de un ex ministro de la Fuerzas Armadas y otro alto militar, como parte de la investigación del alegado soborno multimillonario en torno al escandaloso caso de la adquisición de ocho aviones Súper Tucano.
El caso viene dando vueltas desde 2014, cuando un grupo de exsenadores solicitó formalmente al procurador general de la República y a la presidenta del Senado iniciar las investigaciones de rigor sobre las denuncias de corrupción y soborno que envuelven aproximadamente noventa y dos millones de dólares.
Alegaron que procesos de la misma naturaleza se estaban llevando a cabo en Estados Unidos y Brasil, según se informaba en reportajes publicados por un diario como el “Wall Street Journal”.
Leyendo esto me parece escuchar a Dioni, quien seguramente se imaginaría a Dios levantándose de la mecedora de un impulso vivaz y gritando: “Pedro, Pedro ¿te enteraste?, ¡parece que al fin esa gente está cogiendo cabeza”… y luego lo imaginaría balanceándose regocijado en su plácida mecedora de guano.