El discurso de un Titán

El discurso de un Titán

Dedicado a nuestros tres gigantes de la política: Bosch, Balaguer y Peña

 Parte II

Continuamos con el análisis de las palabras de Lincoln en Gettysburg, Pensilvania: Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra».

Con esta última parte del discurso, por medio de aliteraciones: los vivos, los que deben consagrarse a la tarea de dar fin a la guerra por la que estos muertos dieron su vida, Lincoln busca suscitar una conciencia pacífica y de compromiso patriótico en sus receptores.

En dos o tres minutos, diez oraciones y menos de 300 palabras, el gran Emancipador resumió la guerra de una manera sutil y precisa. Y es que, a pesar de ser este discurso considerado, desde un principio, como secundario y ser verdaderamente el Discurso de Gettysburg el que pronunciaría Edward Everett, diplomático y académico, conocido como el mejor orador de su época. Él puso a prueba y desafió lo mismo que dijo: El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Este pregón es considerado uno de los más grandes de la humanidad o, al menos, uno de los más citados en la época moderna.

Fue breve para lo que cumplió. Igualmente certero hubiera sido si Everett hubiera hablado menos o no hubiese hablado. Sus 13,609 palabras y casi dos horas de locución no se compararon a la exactitud con que aquel varón, de experta y dulce modulación, había articulado esa concisa corporación de vocablos.

Y es que había, en medio de una guerra, revolucionado la Revolución. Lincoln, claramente, sacudió la atmósfera norteamericana con sus ideas pacifistas. En 1864, debía enfrentarse a una elección presidencial, una situación sin precedentes y algo complicada teniendo en cuenta que sería realizada en pleno durante una guerra civil. La larga guerra y el asunto de la emancipación de los esclavos parecían imposibilitar la reelección de Lincoln; pero un conjunto de victorias militares de la Unión, justo antes de la elección, cambiaron, dramáticamente, la situación a favor de Lincoln. El 4 de marzo de 1865 inició su segundo mandato presidencial consecutivo.

El 14 de abril de ese mismo año, alrededor de las 22:25 horas en Washington, D.C. durante la pieza teatral Our American Cousin a la que el Liberador acudió con su esposa y dos acompañantes, Lincoln recibió un disparo en la cabeza que, aunque no logró quitarle la vida inmediatamente, sí se la arrebató diez horas después. El atentado fue planeado y llevado a cabo por el actor y simpatizante de la causa confederada John Wilkes Booth, como parte de una conspiración mayor destinada a reunir las tropas confederadas restantes para que siguieran luchando.

Walt Whitman, poeta eminente, ensayista, periodista y humanista estadounidense, quien se oponía vivazmente a la esclavitud, escribió lo siguiente:

Oh Capitán! ¡Mi Capitán! Nuestro temeroso viaje está hecho;

el buque tuvo que sobrevivir a cada tormenta, el premio que buscamos está ganado…

El barco está anclado sano y salvo, el viaje ha terminado y se ha hecho;

De un viaje temeroso, el barco triunfador, entra con su objetivo realizado;

Exultamos, ¡oh costas y tañidos, oh campanas!

Oh capitán! ¡Mi capitán! Levántate y escucha las campanas;

levántate, izan la bandera por ti, por ti suenan las cornetas!

Investigadora Asociada: Andrea B. Taveras Pichardo.

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