El discurso del presidente

El discurso del presidente

TÁCITO PERDOMO
En la mañana del 27 de febrero, un grupo de amigos nos reunimos a escuchar el discurso del doctor Fernández Reyna ante la Asamblea Nacional, todos nos quedamos atónitos al oír, nueva vez, una retahíla de promesas. Uno de los contertulios, con esa perspicacia mordaz a que estimula a la imaginación determinados discurso, dijo con ironía. Parece más un discurso de campaña o de toma de posesión que una rendición de cuentas.

Todos estuvimos de acuerdo porque la verdad es que, al margen de su mensaje ininteligible para la población sobre la macroeconomía, no mostró hechos tangibles, todo lo envió a futuro. Nos dejó esperando que señalara las realizaciones que logradas en su nueva gestión. Su mensaje nos pareció indicar que repetirá la experiencia de su gobierno pasado, el que, en términos de realizaciones a favor de la población, dejó mucho que desear.

Concluimos que, de hecho, la primera etapa de su mandato lo dedicó, íntegramente, a la sonada macroeconomía. Olvidó en la gaveta las promesas de comer es primero, de reducir en un veinte por ciento el gasto corriente del gobierno y la de suspender las secretarías de estado inorgánicas, que por cierto, hoy hacen olas.

El doctor Fernández Reyna habló con optimismo del futuro económico, pero hay que esperar que se concrete, que se hagan realidad las promesas enunciadas. Pero esas nuevas ofertas, cúmplanse o no, no llenan su cometido, porque este pueblo ya no puede esperar más, ni cree en lo que no tiene de frente, a la vista, al alcance de sus manos. Y ese no es el caso.

Al contrario, al retomar el discurso a que nos acostumbró en la reciente campaña electoral, notamos con preocupación que, al hablar de precariedades de la población, opuso a éstas, como prioritarias, lo que él entiende que son las demandas y sacrificios para alcanzar en el futuro un nebuloso desarrollo. Sin dudas, habló para un pequeño segmento de la población que parece vivir en los cuentos de Las Mil y una Noches, o, poniéndolo más cerca, como los Tres Mosqueteros, con su divisa de todos para uno y uno para todos.

Un detalle intangible en la comparecencia del Presidente Fernández Reyna, fue ese aire que se sentía, que casi se tocaba, que Weber llama esencia de la ideología. Su discurso se movió en una atmósfera de insinuaciones mordidas y más de una vez nos quedamos esperando que de nuevo se refiriera al Nueva York Chiquito.

Pero, no todo el conjunto de su arenga es para lamentarse, hubo uno que otro intersticio de luz, sobre el tema de la electricidad prometió que iba a revisar todos los aspectos legales y contractuales, desde luego, esperamos que esté incluida la onerosa privatización que, contra viento y marea, hizo en su cuatrienio pasado, desafiando todas las advertencias que le fueron formuladas. Los críticos tuvieron razón y, aunque ahora estemos frente a un hecho consumado, ojalá que se pueda salvar algo.

Lo que pasó por alto el doctor Fernández Reyna es que nuestro país necesita estructurar un Plan de Desarrollo Nacional Integral, que abarque varios períodos de gobierno. Sólo así, con el concurso de todos, de gobernantes y gobernados, en la realización de ese Plan Maestro, podremos salir adelante.

Desgraciadamente, eso no está en la agenda del Presidente Fernández Reyna.

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