El discurso sobre el campesino dominicano en José Ramón López

El discurso sobre el campesino dominicano en José Ramón López

En la historia de la República Dominicana ningún otro libro ha tenido más adeptos e influencia en el mundo intelectual que “La alimentación y las razas” de José Ramón López; escrito en 1896 y publicado en Santiago de Cuba, con una tirada de dos mil ejemplares, tuvo una segunda edición en 1899. El libro surge de la intelectualidad positivista de Puerto Plata; en las últimas cuatro décadas del siglo XIX esta ciudad se va a instalar como una “ínsula interior”, que junto a Montecristi le hará competencia a Santo Domingo como la ciudad letrada de la República. Baste decir que en la llamada Novia del Atlántico vivían cientos de extranjeros dedicados a negocios de exportación y producción de azúcar y ron; Puerto Plata fue la ciudad que asumió a la burguesía liberal cubana que se vio afectada por las guerras de independencia de aquel país; por allí era exportada gran parte de los productos menores que se cultivaban en el Cibao. Varios puertoplateños fueron prominentes figuras de la Restauración de la República y, por consiguiente, presidentes cuando los proyectos liberales se unían a los proyectos autoritarios. Cabe mencionar entre ellos a Gregorio Luperón, principal espada de la Restauración, a Ignacio María González y a Ulises Heureaux.

El movimiento liberal y modernizador que tuvo asiento en Puerto Plata contó con una intelectualidad antillana que tenía una comunicación especial con el mundo atlántico y Caribe. Pasaron por allí Eugenio María de Hostos y Ramón Emeterio Betances. Por tales razones no debemos echar en el saco de lo insignificante que el libro de López fuera publicado bajo los auspicios intelectuales del liceo de esa ciudad, que vendría a ser su centro de estudios más importante y donde se difundían las ideas liberales de la época. Pero también hay que ver cuál era el movimiento modernizador aliado al capital que pensó que el libro de López podría ser una especie de catecismo para adiestrar a los letrados en una nueva ética del comer y del desarrollo de los cuerpos.

Se ha dicho que la publicación de la obra fue financiada por un hombre de dinero de origen cubano; por lo que queda claro que a la intelectualidad liberal aliada al capital emergente le agradaban las ideas que López expresaba en su obra, las cuales no estaban alejadas al positivismo que el maestro Eugenio María de Hostos desde la Escuela Normal venía predicando, como forma de “regenerar el cuerpo social”. Pero antes de entrar en sintetizar las ideas de López en su famoso libro, quiero abrir un horizonte de reflexión antes de analizar los efectos de su lectura.

Ya debemos que en la prefiguración el libro fue acogido por la clase dominante o emergente en el escenario económico y político de la República de finales de siglo. Las ediciones de dos mil ejemplares en el siglo XIX —si es que en verdad sucedió—, solo podían ser parte de un proyecto masivo, cuando los datos que tenemos es que de muchas obras solo se imprimían quinientos ejemplares, como ocurrió con el libro “Camino Real” de Juan Bosch.

No había una estructura para la difusión del libro, ni lectores suficientes, ni un mundo editorial sólido. Las ediciones eran, como ocurre todavía en la República Dominicana, ediciones de autor. El libro de López no sólo fue leído por la intelectualidad dominicana, sino que causó polémica y produjo refutaciones (la primera crítica es de Rafael Justino Castillo en la revista Ciencias y Letras, 15 de junio de 1897. Como dice en la nota a la edición del libro, que escribe Emilio Rodríguez Demorizi, en el primer número de la Revista Dominicana de Cultura, Ciudad Trujillo, noviembre de 1955. El 31 de agosto Andrés Julio Montolío refuta afirmaciones de Castillo sobre la obra de López). Entró rápidamente al canon de la literatura dominicana como el principal ensayo de interpretación de la realidad dominicana. Rastros de sus planteamientos se pueden observar en la obra de Américo Lugo y de Federico García Godoy. La ciudad letrada acogió, en fin, el libro y las ideas de López. El periodista fue exaltado al lugar de nuestro principal ensayista, puesto solo disputado por Pedro Henríquez Ureña.

No sabemos de otra edición del libro de López hasta que en el año 1955, con motivo de la Feria de la Paz de Trujillo, se publicara en la Revista Dominicana de Cultura que en la ciudad del dictador dirigían Emilio Rodríguez Demorizi y Pedro René Contín Aybar. La nota publicada por el editor (Demorizi) retrata muy bien el propósito de la reedición del libro de López, se publica para que los lectores, dominicanos y extranjeros, pues esta revista era parte de la propaganda del Partido Dominicano, para que pudieran contrastar la realidad del campesino dominicano luego de 25 años del “progreso” trujillista. La noción de modernización que respira el texto de López fue retomada por la modernización impuesta por la fuerza del tirano. Una vez más, la intelectualidad servía como reformuladora de signos y símbolos a favor del poder.

Luego se crearán los premios nacionales, en los que López no figurará como la figura emblemática de la ensayística, sino Pedro Henríquez Ureña. Pero sí aparecerá como el fundador del cuento dominicano, quitándole el espacio a Virginia Elena Ortea, autora de “Risas y lágrimas”, a Fabio Fiallo y finalmente a Juan Bosch, como el fundador del cuento moderno dominicano. En el canon, López fue privilegiado. Las demás ediciones de su obra se han realizado en la Universidad Católica Madre y Maestra (“El gran pesimismo dominicano”, 1974), con prólogo de Joaquín Balaguer, y finalmente entra su “Alimentación y las razas” al canon revisitado que establecen Manuel Rueda y Blanco Fernández en la Colección de Clásicos Dominicanos.

Balaguer no solo fue quien acuñara el mote de pesimista a José Ramón López sino que fue uno de sus grandes promotores. En su historia de la literatura dominicana, (bajo el epígrafe “Escritores, capítulo VIII”, Balaguer sitúa a López en el cuarto lugar, posiblemente en orden de importancia, después de Pedro Henríquez Ureña, Américo Lugo y Federico García Godoy (“Historia de la literatura dominicana”, 1954). Santo Domingo, décima edición, Editora Corripio, (1997). Interesante la semblanza (dominada por un resumen del contenido de la obra de López), pues Balaguer resalta, en primer lugar, su obra de 1915, “La paz en la República Dominicana”, poco conocida y menos estudiada. Subraya que López encuentra en la economía el origen de las guerras civiles dominicanas y no a “defectos orgánicos de las razas” como López había postulado en su primer libro. Luego pasa Balaguer a hablar de “La alimentación y las razas” como si fuera el segundo libro de López (“En ‘La alimentación y las razas’, el segundo de sus grandes ensayos”, (261) y, finalmente, desmerece su trabajo como cuentista, pues entiende que sus cuentos están escritos “a veces con poca fidelidad y casi siempre con exceso de artificio literario” (Ibid.).

En “Semblanzas literarias” (1948) Balaguer vuelve a retomar la figura del ensayista puertoplateño. Ya no lo coloca en cuarto lugar. Dice que ocupa una “posición personalísima” en las letras dominicanas.

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