El disfraz del clientelismo

El disfraz del clientelismo

J. LUIS ROJAS.

En estos tiempos de crisis sanitaria, provocada por la pandemia global COVD-19, y la programación de elecciones extraordinarias generales para elegir el próximo día cinco de julio al presidente, vicepresidente, senadores y diputados para administrar los recursos del Estado dominicano durante el período 2020-2024, los ciudadanos-electores han sido testigos directos del “tigueraje” empleado por la mayoría de los candidatos aspirantes a ocupar dichas posiciones públicas, consistente en disfrazar el clientelismo de solidaridad espontánea. ¿Es ético que la mayoría de los políticos dominicanos aproveche los efectos del coronavirus para manipular la conciencia de los electores dominicanos, mediante diversas actividades clientelistas disfrazadas de solidaridad espontánea? El clientelismo mediático manipula la realidad de los hechos, transforma mentiras en verdades y verdades en mentiras.

En la presente coyuntura, caracterizada por una crisis sanitaria sin precedentes, descrecimiento de la economía y elecciones extraordinarias generales, los aspirantes a gestionar el presente y futuro de República Dominicana, unos más que otros, han hecho del clientelismo mediático sus respectivas estrategias de campaña. Como es lógico y natural, los que emplean el clientelismo como estrategia para manipular e inducir el comportamiento, las decisiones y opiniones de los más dóciles, difícilmente se detengan a abordar de manera profunda las causas y consecuencias del antes y después de la situación actual. ¿Cuáles podrían ser las razones por las que algunos de los aspirantes a ser presidentes y vicepresidentes de la república se reúsan a exponer y debatir públicamente sus respectivas estrategias para abordar los efectos sistémicos del coronavirus?

En el presente siglo, por más ignorantes que sean los electores, es casi imposible tratar de llevarlos a las urnas para que voten a favor del candidato que más capacidad logística y dinero tenga para ayudar. Por ejemplo, a los segmentos de electores de clase media y alta, no se les convence con actividades superficiales de relaciones públicas reactivas, las cuales pudiesen ser efectivas para alcanzar determinados objetivos en el contexto de una campaña de imagen pública. La situación presente y futura de la sociedad dominicana, de cara a la crisis sanitaria que se ha desatado con la pandemia COVID-19, requiere de líderes políticos con probada credibilidad, experiencia en la gestión de crisis e inteligencia social y cognitiva para reencausar el crecimiento y desarrollo económico, así como generar empleos dignos y decentes para mitigar los efectos de la pobreza.

Algunos políticos olvidan que el mercado electoral dominicano no es homogéneo. En este sentido, por sus condiciones socioculturales y económicas, uno de sus estratos podrá ser persuadido con acciones clientelistas mediáticas. Mientras que otros, debido a su nivel educativo y socioeconómico, no se sonsacan con bulto, allante y movimiento. Lograr el apoyo y la simpatía de los sectores de clase media y alta es una meta que se logra a través de la planificación, la ejecución y el control de estrategias y actividades de alto valor agregado para asegurar el buen desempeño del sistema productivo nacional y exponiendo con claridad y pertinencia ideas y proyectos viables.

Se ha comprobado que un buen gerente, ya sea en el entorno político, gubernamental o corporativo, siempre deberá poseer y poner en práctica cada una de las inteligencias humanas: emocional, social, espiritual, cognitiva y corporal o física. Gastar cuantiosas cantidades de dinero en ayudas clientelistas, tratando de crear la falsa percepción de que su ejecutor es igual o más bondadoso que Jesús de Nazaret. Los electores, piensan, deciden, actúan y hablan de manera diferente. En pocas palabras, es una mala idea sustentar una campaña política en los infortunios de las víctimas de una crisis sanitaria.

Más allá de la buena o mala actuación de algunos candidatos aspirantes a ser presidentes y vicepresidentes de la República Dominicana, los electores conocen a los que disfrazan acciones clientelistas de solidaridad espontánea. No se justifica que algunos políticos, sin importar los motivos, se monten en la ola de la crisis sanitaria, dando y visibilizando ayudas por doquier, como si el hacer fuese más relevante que el hablar. En todas partes del mundo, los presidentes tienen que hacer y hablar. Ni ayer, ni hoy, ni mañana es posible llevar a cabo una determinada práctica al margen de la teoría o del conocimiento.

En República Dominicana, igual que en otros países en vía de desarrollo, los políticos que ven y ejercen la política como medio para crear y mantener importantes cuotas de poder social y económico, hacen del clientelismo su estrategia preferida para manipular y comprar las voluntades de los electores. Hoy como ayer, el clientelismo vestido de solidaridad espontánea, ha sido, es y será una alternativa fallida para abordar y erradicar los problemas socioculturales, políticos y económicos que empujan a los ciudadanos a vivir a las amargas experiencias derivadas de la pobreza, la corrupción, la impunidad, la falta de institucionalidad y la ausencia de servicios públicos de calidad. Las acciones clientelistas producen en sus receptores la misma falsa sensación que generan algunas drogas en el estado de ánimo de quienes las consumen: sanos por fuera y enfermos por dentro.

Los segmentos de electores constituidos por ciudadanos con múltiples necesidades básicas insatisfechas y bajos niveles educativos, son las plataformas ideales que emplean los políticos pobres de conocimiento y ricos de dinero, para posicionarse e inducir a su favor el voto de los más huérfanos de conciencia. Disfrazar el clientelismo de solidaridad espontánea, comprar la voluntad de los más desheredados, así como aprovecharse del miedo individual y colectivo que provoca una crisis sanitaria como la actual, para ayudar y recibir a cambio de ello un voto, se considera como una práctica normal de los que siempre se han apoyado en la frase: “El fin justico los medios”, para lograr sus objetivos personales, profesionales y económicos. Provoca indignación individual y colectiva el hecho de que algunos de los políticos dominicanos mal empleen el dinero público para comprar el voto de los ciudadanos-electores más pobres de mente.

En el marco de la crisis sanitaria, social y económica que vive y padece actualmente la República Dominicana, así como otros países del mundo, derivada de la pandemia COVID-19, la mayoría de los políticos locales han decidido montarse en la ola de la solidaridad. Sin duda, muchos de ellos han distorsionado la esencia de la solidaridad, la cual consiste en la máxima expresión de la empatía y del desprendimiento humano. Unos con más creatividad que otros, se afanan en disfrazar sus acciones clientelistas de ayudas espontáneas.

A la solidaridad inspirada en los principios del altruismo, lo que menos le interesa es visibilizar las ayudas que se ofrecen a las personas en desventajas socioeconómicas. En el contexto dominicano electorero actual, las acciones altruistas que llevan a cabo la mayoría de los políticos que pretenden ser presidentes, senadores y diputados respectivamente, suelen ser más útiles y beneficiosas para los intereses sociales, políticos y económicos de éstos, que para satisfacer las necesidades de las personas que reciben las ayudas. En pocas palabras, no es solidaridad espontánea ayudar a los que menos tienen a cambio de su voto.

Hasta que se demuestre lo contrario, hasta ahora, los candidatos presidenciales, vicepresidenciales y congresuales solo han podido presentarles a los ciudadanos-electores su indiscutible habilidad para vender ayudas en momentos de coronavirus y campaña política. Han hecho de la solidaridad falsa una estrategia de campaña política para mitigar los efectos negativos de la pobreza que ellos mismos han contribuido a crear y a mantener. Pese a sus continuos esfuerzos por enmascarar el clientelismo político de solidaridad espontánea, los receptores de sus ayudas conocen lo que hay detrás de sus asistencias envenenadas. Son los políticos sin escrúpulo los que disfrazan sus actividades clientelistas de ayudas espontáneas, para manipular y ocultar lo que casi todo el mundo sabe.

¿Dónde están las propuestas de los candidatos para: recuperar el crecimiento y desarrollo económico, adecentar el funcionamiento del sistema judicial, generar empleos decentes, eficientizar y humanizar el sistema de la seguridad social, mejorar la calidad de los servicios públicos, respetar la institucionalidad democrática, entre otros temas de interés común?

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