El éxito del plan de reactivación dependerá del comportamiento de la población
La llamada desescalada es un ejercicio de prueba-error
Presionado por las apremiantes circunstancias de una cuarentena que todo indica no será simplemente estacionaria por la pandemia del coronavirus, el Gobierno ha está aplicando la fase dos del programa gradual de reactivación económica y comercial, que era reclamado con insistencia y casi con un llamado S.O.S por diferentes negocios y comercios.
Aunque ha sido planificado con previsiones y protocolos, no deja de ser un experimento a ver qué pasa bajo el clásico método de prueba-error, ya que dada la naturaleza de esta crisis sanitaria no existe certeza alguna del alcance y consecuencias de estas medidas, que forzosamente han tenido que tomarse de manera empírica, aunque con consultas y opiniones expertas.
En otras palabras, y el propio presidente Danilo Medina así lo ha advertido, al igual que el ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo con respecto a las diferentes fases, es un plan escalonado que habrá que ir evaluando sus resultados sobre la marcha y siempre confrontados con las variables observadas en el comportamiento que vaya experimentado la pandemia en el país.
Entre la disyuntiva de estrictas medidas de control sanitario y la necesidad de activar el comercio, el Gobierno ha tomado una ruta intermedia bajo ciertas previsiones, en medio de reclamos de sectores que tras más de dos meses de paralización estaban exhaustos y no aguantaban seguir inactivos, so pena de un irremediable colapso.
Aunque ha habido cierto alivio con programas de asistencia a trabajadores suspendidos o que han perdido sus empleos, utilizando fondos del Estado, la ayuda no puede abarcar a todos los afectados y es natural que muchos reclamaban volver a la vida productiva antes del colapso de sus negocios.
Algunas asociaciones y federaciones de comerciantes habían anunciado protestas y hasta amenazaron con abrir sus negocios, desafiando las restricciones existentes, pero tras el anuncio de la llamada desescalada las convocatorias a esos actos fueron suspendidas, aunque nunca debieron plantearse por ser un método ilegal e inadmisible.
Si encima de la crisis sin precedentes que afronta el país por el Covid-19, vamos también a desencadenar el caos, ¿dónde iríamos a parar como sociedad que requiere en estos momentos,
más que en cualquier otra etapa de su existencia, cordura y aplomo para superar este torbellino y volver gradualmente a la normalidad?
Por cierto, el presidente habló en su discurso que los dominicanos tendrán que adaptarse a una nueva normalidad, significando con ello que debemos prepararnos para cohabitar con el coronavirus, ya que se perfila como una pandemia de largo alcance en el tiempo, algo que ya habían advertido especialistas, científicos y la Organización Mundial de la Salud.
Por eso es determinante para el éxito de los programas anunciados y de cualquier otra iniciativa que se adopte en el futuro, que la población en general colabore observando las regulaciones sanitarias y de este modo preserve su propia vida y la de los demás.
Un aspecto a despejar en cuanto a sus alcances y consecuencias, es la forma en que la eventual eliminación del toque de queda puede constituir, y así se ha advertido, un factor de gran riesgo en cuanto a la posibilidad de contagios y nuevos brotes de la mortal enfermedad, en vista de que la actividad nocturna, asociada a bares, restaurantes y cafeterías con la consecuente ingesta de alcohol puede dificultar el rigor con que se debe seguir observando el distanciamiento físico y social.
Todo esto plantea como imperativo para coexistir con el coronavirus en condiciones factibles de preservar la salud y la vida, un reordenamiento radical de la forma de interactuar en la sociedad con estilos de vida y esquemas de comportamiento
diferentes, así como cambios en modelos de los negocios y de las actividades productivas.