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Hasta el 2002, toda la urbe de Santo Domingo lucía abandonada y llena de basura, cuya situación ocupaba casi a diario la atención de la prensa y programas de radio y televisión. Toda la periferia carecía de hospitales y centros comerciales de consideración, tampoco había estadios deportivos, teatros, restaurantes “gurmet”, ni hospitales; con las calles apenas asfaltadas, excepto en lo que quedó del Distrito Nacional, donde estaban casi todas las oficinas del gobierno central y del Ayuntamiento, lo mismo que la justicia y las entidades de servicio. Casi todo lo demás era un gran arrabal sin identidad ni esperanzas de redención urbana.
Catorce años después del establecimiento de la provincia con municipios autónomos en la periferia de la gran ciudad, aunque persisten las diferencias, porque nada cambia de la noche a la mañana, se pueden observar cambios significativos en el ordenamiento del Gran Santo Domingo, como se denomina ésta, incluyendo Bajos de Haina y los distritos municipales La Pared y El Carril en la vecina provincia de San Cristóbal.
Así, el problema de la basura, aunque no resuelto ni mucho menos, virtualmente ha desaparecido de los titulares de los periódicos; grandes hospitales han surgido en Herrera y Los Alcarrizos, se ha remodelado el Darío Contreras en Santo Domingo Este y se construye una Ciudad de la Salud en Santo Domingo Norte; la justicia y la educación pública están mejor repartidas; grandes negocios y urbanizaciones modernas surgen por doquier, al igual que campos deportivos en los nuevos municipios; y el Distrito Nacional, ahora más pequeño y manejable, tiene un crecimiento vertical considerable.
Santo Domingo Este, la capital provincial, está ya en la ruta de convertirse en el municipio más poblado del país, dotado de pujantes distritos comerciales y residenciales análogos a los del Distrito Nacional; en tanto que a Santo Domingo Oeste lo espera un gran impulso cuando los terrenos del antiguo aeropuerto de Herrera sean adecuadamente desarrollados, llamado a ser un sector de los más modernos de la gran ciudad.
Pero sin duda es en Santo Domingo Norte y en Boca Chica, donde podemos observar los mayores cambios en su situación. El primero de esos municipios era un mar de miserias surcado por tres avenidas; había apenas una clínica rural para cuatrocientos mil habitantes, pocas escuelas dignas de ese nombre, un solo juzgado de paz, sin un campo deportivo ni cementerios importantes.
En cuanto al Distrito Nacional, descuidado y abandonado en muchos aspectos, espera que la nueva administración de David Collado le haga revivir, recuperar su brillo en la zona colonial, el malecón, sus sectores populares y zonas residenciales.