El dólar en picada

<p>El dólar en picada</p>

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Acabamos de regresar la semana pasada de un corto viaje a Europa en donde visitamos las ciudades de Ginebra en Suiza y Londres en el Reino Unido, en cuestiones relacionadas con la situación internacional del cacao. Habíamos estado en el año 2001 y el 2002 en Ginebra cuando se negoció y se redactó el Convenio Internacional del Cacao 2001, y en aquella ocasión la divisa norteamericana estaba casi al dos por uno con respecto al franco suizo.

En este viaje, constatamos anonadados cómo la moneda norteamericana había descendido a un mero 1.20 por un dólar, lo que hizo que encareciera enormemente nuestra estadía. El hotel que en aquella ocasión nos había costado unos cuarenta dólares, ahora resultó que costaba ciento diez dólares; afortunadamente incluía el desayuno.

Si creíamos que se habían terminado las sorpresas nos equivocamos. En Londres, en donde la última sesión de la Organización Internacional del Cacao había sido en el mes de septiembre y el dólar se cotizaba alrededor de 66 chelines, nos encontramos que el cambio había dado el salto cuantitativo de casi dos dólares por libra esterlina, exactamente 1.97.

Recordamos entonces con nostalgia, cuando en los países que hoy componen la Unión Europea y que tenían monedas nacionales, caso de España con la peseta, Francia con el franco e Italia con la lira, cómo los agentes de cambio se desvivían por obtener la divisa de los Estados Unidos de América, la cual equivalía a un pasaporte de buena voluntad. Ahora no se le desprecia, pero prefieren el euro que año tras año se ha venido consolidando y pasó, de 0.96 a en la actualidad 1.34 por dólar. Si esa devaluación continúa, será muy difícil para las personas que iban a Europa con la finalidad de comprar artículos finos y ahorrarse una buena suma en dichas transacciones.

Del mismo modo que el alojamiento se ha disparado, sucede lo mismo en el transporte, no sólo el privado (taxis, autobuses y trenes) sino el colectivo. Un trayecto corto en el Metro (underground) de Londres, equivale a una carrera de un taxi en Santo Domingo, con el agravante que este trayecto sólo es de una zona, es decir unas tres o cuatro estaciones.

Almorzar o cenar en un restaurante de mediana categoría en Londres, París, Ginebra o Madrid, la cuenta es mayor que el salario mínimo en la República Dominicana y esto sin contar que si desea un aperitivo o un digestivo, le sumará fácilmente dos salarios mínimos.

Cuando en la ciudad de New York se tomaba un taxi y por lo regular se pagaba entre treinta y cinco a cuarenta dólares pensábamos que ésta era una suma bastante elevada si se toma en cuenta el nivel de vida en nuestro país. Sin embargo, en Londres los taxis más económicos denominados mini-cabs cuestan entre treinta y cinco a cuarenta, pero libras esterlinas que como expresamos anteriormente se cotizan casi al dos por uno.

Una paradoja que siempre nos ha chocado es que el wiskey escocés que se obtiene en la zona franca en Santo Domingo, cuesta tres veces menos que uno similar en una tienda de licores en Londres. Ahora bien, sobre este tema hay que tener atención especial para que no le suceda lo que le aconteció al que estas líneas escribe. Resulta que en Europa las zonas francas utilizan un embalaje especial en el cual se introducen las bebidas o líquidos, especialmente los perfumes, con la advertencia de que no pueden ser destruido el sello sino después de arribar al destino final. En Santo Domingo esto no ha sido previsto y despachan las bebidas en fundas ordinarias sin el sellado correspondiente. Al llegar a París y tener que cambiar de Terminal, hay que pasar nuevamente por el sistema de seguridad. En mi caso, no importó que mostrara el recibo de la zona franca de aquí y que la botella estuviera sellada. Ante el inminente decomiso, opté por regalársela a la bella joven que se encontraba en el mostrador que anonadada me decía, compre una caja y envíela por la barriga del avión, cosa improbable, ya que no había donde obtener la caja y si la hubiera, probablemente llegaría hecha añicos.

Estamos convencidos, que si el dólar sigue en picada como se vislumbra, por continuar la guerra de Irak y Afganistán y si se llega a materializar que los países orientales (China, Japón e India), hagan convertibles los enormes depósitos en dólares que poseen, la economía del imperio occidental podría derrumbarse y que se ocasione otra depresión como la que ocurrió en el año 1929, y ahí sería Troya.

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