El doctor Jekill y el señor Hyde

El doctor Jekill y el señor Hyde

El escritor Robert Louis Stevenson publicó en 1886 su novela “El Extraño Caso del Doctor Jekill y el Señor Hyde”. El libro trata sobre la hipótesis de que el bien y el mal podían ser separados absolutamente del Yo, de manera que la persona pudiera ser totalmente buena o totalmente mala. Para eso, la obra de ficción narra la creación por Jekill de una poción que, luego de ingerida, podía convertir al buen doctor en un criminal alevoso.

El científico se acostumbró entonces a realizar regularmente la metamorfosis para entregarse a placeres antisociales que nunca se permitiría bajo la identidad de Jekill. Sin embargo, la parte maléfica se fue haciendo más y más fuerte, rebasando la capacidad del Doctor para controlarla. En realidad, Stevenson describía en su novela la bipolaridad humana dos décadas antes de que Carl Jung comprobara científicamente ese concepto. Hyde no era otro que el mismo Jekill mientras estaba dominado por sus peores sentimientos y deseos, los que acostumbraba a disfrazar de bondad con elocuencia y gestos aparentemente altruistas.

Hoy, República Dominicana parece estar siendo dirigida bajo los mismos criterios del esquizofrénico personaje de Stevenson. En los discursos y las promesas, las soluciones abundan con predicciones de bondad y felicidad para todos. Sin embargo, como si bebieran de la poción de Jekill, las actuaciones del gobierno son más adecuadas al alevoso comportamiento de Hyde. Para comprobar esto sólo hay que revisar los medios de comunicación y escuchar de boca de los gobernantes su descripción del paraíso en que vivimos. Pero cuando medimos los resultados, quien aparece verdaderamente representado es el señor Hyde para quien la corrupción es un procedimiento normal y el narcotráfico una actividad empresarial que constituye una de las cuatro patas de la mesa económica nacional.

Los funcionarios actuales recuerdan con temor aquellos años de su primer gobierno, 1996-2000, cuando no habían aprendido todavía a acumular riquezas a partir del Estado. Su salida de la administración del Estado en 2000 la lamentaron y lloraron a lágrima viva porque nunca pensaron que el pueblo les negaría el voto. Desde entonces, por sus adentros, juraron que de volver a administrar el Estado no serían tan Jekill como antes. De ahí el desarrollo incontenible de su voracidad para los fondos públicos al estilo Hyde. Por otra parte, el doctor Jekill sigue pronunciando bondadosos y auspiciosos discursos.

Al igual que en la novela de Robert Louis Stevenson, bajo el gobierno actual, el señor Hyde ha ido sustituyendo rápidamente, por pura maldad, la bondad aparente del doctor Jekill mediante la estafa y la delincuencia que domina el comportamiento de las autoridades. Por un lado aceleran el saqueo gracias a la garantizada impunidad que disfrutan. Por el otro, acumulan y esconden las fortunas mal habidas para no volver a tener carencias como antes de llegar el gobierno. De ahí que la salud, la educación, el transporte, la energía eléctrica y la seguridad ciudadana hayan desmejorado tanto hasta convertirse en los peores del mundo de acuerdo con los organismos internacionales.

La actitud tipo señor Hyde en República Dominicana empeora porque si los funcionarios alguna vez temieron no llegar a enriquecerse, ahora tienen miedo de perder los bienes que han obtenido gracias al latrocinio. Nada los detiene para lograr sus objetivos. Si la Constitución molesta, se modifica descaradamente para cubrir sus ilegales conveniencias. Si las leyes se interponen en el camino del enriquecimiento ilícito, sencillamente las autoridades no las cumplen y la Justicia nunca llega a condenar a los miembros del Partido ni a los asociados del poder político.

Desde la administración del Estado la misión fundamental de los Hyde es debilitar al Estado. Las privatizaciones de las empresas públicas no son fruto de una política inocente a lo Jekill. Esos son grandes negocios en que los funcionarios públicos se enriquecen y las propiedades públicas van a parar a manos de sus asociados. Sustraen de todo: dinero, bienes materiales y hasta ideas creativas.

La preferencia de las autoridades por lo ajeno y para hacer lo indebido es la política del señor Hyde, la cual se esconde tras la elocuencia del autodesignado e imprescindible doctor Jekill.

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