El doctor lloró, y no habló más…

El doctor lloró, y no habló más…

JOSE BAEZ GUERRERO
¿De qué otra cosa podía soñar el domingo, que no fuera la convención o elección primaria del PRSC, si el antiguo dueño de ese partido insiste en venir a contarme sus cosas? No sé por qué cuando salí a mi terraza, él ya estaba sentado en un sillón, taciturno y cabizbajo. Lucía triste, y sólo me atreví a decir, “buenas noches…”. 

No me contestó. Me ignoraba, al parecer. Por no ser descortés, me senté a su lado y puse junto a él un vaso de refresco de jagua. Pese a su ceguera, en mis sueños actúa como si lo viera todo, y deja a uno como dejaba a esos incrédulos que creían que no estaba ciego ‘na, sino que se hacía. Insistí, y dije, “pero bueno, Presidente, ¡usted si está callado!”.


Al fin respondió. “¿Y qué quiere que le diga? Yo pensaba que conocía al pueblo dominicano, pero ahora dudo de todo. Que Aristy enrede a Eduardo y a Toral no me sorprende; él tiene más garra. Lo que me tiene enfermo, lo que me come por dentro, es que los jóvenes oigan que Aristy se parece a mí. ¡A mí! Es como si a una zarigüeya, cuya preñez lleva marcado el signo del número trece, por los días que dura, la compararan con alguna fiera noble, como los tigres de Blake o los leones de Marcos Aurelio. Es verdad que ese señor me sirvió, y lo hizo bien, pero reducir lo que fui sólo a las mañas, a las musarañas, o a las artimañas, me resulta ofensivo”.

Quedé atolondrado. Aparte de la vez que comparó a uno que lo traicionó con un pedazo de papel higiénico usado, nunca le había oído referirse a nadie con un dolín tan ostensible. “¿Usted sabe lo que es hacerle creer a la gente que la virgen de la Altagracia es responsable por la suerte de ese señor? ¿Y es que Su Eminencia se va a quedar callado? ¿Y es que mis verdaderos amigos se van a tragar esto como si fuera una pastilla de clorato? A mi, que me han acusado de todos los males morales del país, ¿me van también a endosar esto, el que Aristy se imponga y manille al partido? Por primera vez me alegra haberme ido…”.

“Presidente”, le respondí, “pero esa persona fue hechura suya. ¿Cómo es que le ofenda tanto que sea el candidato que su propio partido escoja, si es lo que puede considerarse un reformista y balaguerista emblemático? Igual que usted, nunca pierde…”.

Zapateó. Con el puño cerrado golpeó el borde del sillón. “¡No! ¡No y no! Usted sabe, o debe saber, que en la política hay cada clase de hombre para cada clase de tarea. Nadie mejor que Aristy para hacer amarres, o para engrasar la maquinaria electoral. Pero gente así le es al Estado lo que un carbonero o mecánico le es a una nave que anda por la mar, quizás imprescindible. Pero, si usted lo saca de sus tareas y lo lleva al puente de mando, entenderá que todo funciona igual que en el cuarto de máquinas. Y no es así… Lo que yo fui, fue posible por gente como él, pero hubo muchos otros que sabían y hacían otras tareas insoñadas por Aristy, y de difícil comprensión para espíritus como el suyo… ¿Se lo imagina trazando el curso frente a una carta náutica, sin entender de compases, astrolabios, estrellas ni GPS? ¿A qué puerto se puede llegar, así, sin ninguna idea de la ruta?” .

Quedé azorado. Nos quedamos cavilando cada cual en lo suyo. Y al rato, se levantó, y sonrió enigmaticamente. “Mire, quizás sea lo mejor… Quizás convenga, je, je, je…. A mí lo que me ha molestado es que se diga que nos parecemos. ¡Carajo! Ni siquiera mis más encarnizados adversarios habían logrado insultarme tanto… Se ha perdido todo prigilio, ya no hay respeto”.

j.baez@codetel.net.do

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