El dólar-flex
El neoliberalismo se fue imponiendo a partir de los  setenta

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Durante los últimos 25 años, hemos tenido un no-sistema monetario internacional. El sistema de Breton Woods estuvo estructurado por reglas y normas: paridad fija de las diferentes monedas en términos del patrón oro, controles a los movimientos de capitales,  corrección de pequeños desequilibrios mediante ajustes de los tipos de cambio de entre 1%-2.5% asistidos por financiamiento oficial de balanza de pagos (FMI) y financiamiento a largo plazo para el desarrollo (Banco Mundial).

Las condiciones de dichos financiamientos no les impedían a los estados un alto grado de autonomía a sus políticas económicas. Este sistema permitió el período más prolongado de crecimiento y estabilidad en los países industriales y países en vías de desarrollo comprendido entre 1948 y 1972. A partir de los setenta se fue imponiendo el neoliberalismo.  Reinaron los tipos de cambio flotantes, se liberalizaron los mercados de capitales y se privatizó el sistema monetario y de pagos internacional.

El FMI se limita, cada vez con menor efectividad debido a la insuficiencia de sus recursos frente al mercado financiero internacional, a ajustar los países pobres con déficit en cuenta corriente, a base de políticas restrictivas orientadas a reestablecer el pago de la deuda externa.

El país con la moneda de reserva internacional, Estados Unidos, goza de incentivos para incurrir en déficit externo y succionar del resto del mundo un flujo de capitales en exceso del requerido para financiar dicho déficit. Este exceso de liquidez se derrama en un reflujo de inversiones hacia el resto del mundo. Para evitar la apreciación de sus monedas y protegerse de corridas cambiarias, los bancos centrales intervienen en el mercado de divisas acumulando reservas. A su vez, estas reservas vuelven a invertirse en su fuente de origen en Bonos del Tesoro Norteamericano.

Los  inversionistas privados  buscan aumentar el rendimiento de sus activos a través de transacciones conocidas como Carry Trade, que consisten en tomar fondos prestados en países con monedas de bajo rendimiento e invertirlos en países con monedas de alto rendimiento. Estas transacciones tienden a apreciar las monedas donde se invierten y a depreciar la moneda donde se obtienen los fondos. También contribuyen a subir los precios de los activos en los países de destino, lo cual a su vez tiene el efecto de reducir los márgenes de riesgo de la deuda soberana del país en los mercados financieros internacionales. Ambos fenómenos se han dado en nuestro país antes de esta crisis financiera global.  Especialmente desde el 2004 con los pecios de los inmuebles urbanos y en los polos turísticos y la colocación de bonos corporativos en el mercado financiero internacional.

Esta dinámica circular tiene un carácter procíclico. Los flujos de inversión de los países superavitarios hacia Estados Unidos presionan a la baja las tasas de interés  estimulando los flujos de capital hacia los países deficitarios cuando elevan sus tasas de interés para financiar los déficit, lo que a su vez mantiene sobrevaluada su moneda, que a su vez impide la corrección del déficit y así sucesivamente.

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