El dólar se encoge pero no termina
de hundirse, a pesar de crisis EEUU

El dólar se encoge pero no termina<BR>de hundirse, a pesar de crisis EEUU

Si Estados Unidos fuera cualquier otro país, estos ciertamente serían días de pánico y austeridad en Washington. Con una deuda en espiral al alza, un déficit comercial que supera los 700,000 millones de dólares al año y una divisa que se ha estado hundiendo desde hace años, el gobierno se vería obligado a recortar el gasto y subir las tasas de interés, en un desesperado intento de atraer las inversiones.

Pero Estados Unidos no es cualquier país. Desde hace más de medio siglo, sus ciudadanos han disfrutado un privilegio en la economía global: el dolar ha sido la divisa dominante del planeta, el dinero usado en la mayoría de las transacciones y el repositorio del ahorro nacional de muchos países, como China, Japón y Arabia Saudita.

Sucediera lo que sucediera — una crisis financiera aquí, una desventura militar por allá — los estadounidenses podían contar con que el dinero llegaría en abundancia a sus costas. Una demanda virtualmente ilimitada de bonos del gobierno de Estados Unidos ha apoyado el valor del dólar y mantenido bajas las tasas de interés internas. A los estadounidenses se les exhorta a gastar con una feliz indiferencia por sus deudas, seguros de que los extranjeros aportarán el financiamiento. Y ese gasto despreocupado, a su vez, ha impulsado el crecimiento económico en todo el mundo. Esta dinámica está tan incorporada en el funcionamiento de la economía global que podría resistir por muchos años a futuro: el costo de despojar a Estados Unidos de su hábito de deudas haría olas por todas partes.

Pero, ¿qué posibilidades hay de que llegue el día del juicio final, cuando el dólar esté tan débil que Estados Unidos tenga que jugar conforme a las reglas que se aplican a todos los demás países? Hay signos recientes que señalan ciertas crispaciones en la relación de Estados Unidos con sus numerosos acreedores extranjeros. La balanza comercial está tan desequilibrada y las interrogantes sobre la economía estadounidense son tan pesadas que algunos gobiernos extranjeros están empezando a proteger sus apuestas sobre el dólar.

Rusia ha estado diversificando su reserva de divisas extranjeras, abalanzándose sobre otras divisas, como el euro que está al alza. En el Medio Oriente, empapado de petróleo, los signos revelan un ligero desplazamiento hacia otros tipos de dinero. Y los mercados han estado analizando cada declaración de Pekín en busca de indicios de que China pudiera moderar su voraz apetito de dólares.

Entre tanto, China, Rusia y el Medio Oriente han estado inyectando miles de millones de dólares en fondos de inversión controlados por el estado, llamados fondos soberanos de riqueza, cuyo mandato es buscar mayores ganancias de capital que las que obtienen de los bonos del gobierno estadounidense.

«Esos bancos centrales saben que tener esos bonos de la Tesorería de bajo rendimiento es sólo un programa de ayuda a Estados Unidos, y se quieren salir de ese negocio», explica Kenneth S. Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional. «Están muy proclives a diversificar.»

En general, los dólares nunca se han comprado en grandes cantidades. Pero, aun así, el dólar ha estado bajando como porcentaje de las reservas totales en divisas extranjeras, conforme los países absorben otras divisas para amortiguarse en caso de crisis. De 2001 a fines de 2007, la proporción del dólar en las reservas de divisas extranjeras se redujo de aproximadamente 73% a 64%, mientras que el euro aumentó de aproximadamente 18% a más de 25%, de acuerdo con el FMI.

Ese cambio no refleja una venta de dólares, precisa el fondo. Más bien, señala que el dólar ha caído en valor ante muchas divisas, haciendo que el valor de los dólares represente un porcentaje menor de todo el dinero. «No ha sido una diversificación activa», advierte John Lipsky, primer subdirector gerente del fondo. «Los bancos centrales tienden a ser los inversionistas más conservadores. Hagan lo que hagan, lo hacen con las máximas precauciones.»

Ahora, sin embargo, en los círculos financieros internacionales se detecta un cambio sutil de la base de confianza en el dólar. Hace algunos años, la propuesta de que otra divisa pudiera rivalizar con el dólar hubiera sido puesta en ridículo. Ahora, algunos economistas admiten que el dólar podría empezar a entregarle al euro algunas de las ventajas del dominio en los próximos diez o veinte años. A un plazo más largo, el dólar podría verse eclipsado por el yuan chino como moneda de uso principal en el mundo.

Para los estadounidenses sería doloroso perder esa condición, además de que haría que se elevaran las tasas de interés, arrastrando consigo el costo de comprar casas y autos. Un país que ha estado funcionando con un crédito prácticamente ilimitado podría tener que aprender a vivir dentro de un presupuesto.

Pero muchos economistas aseguran que hablar de la caída del dólar es exagerado. Señalan que Estados Unidos, a pesar de sus problemas, ha sido un lugar notablemente sólido para colocar el dinero, lo que lo vuelve particularmente atractivo para los ahorradores. Es probable que el dólar siga perdiendo valor y que la economía de Estados Unidos crezca más lentamente que la de India y China, reconocen. Empero, alegan, el dólar sigue siendo una de las pocas entidades que tiene poder de permanencia en una era de riesgos y obsolescencia. Tan solo el tamaño de las fuerzas armadas de Estados Unidos refuerza la confianza de que el país resistirá para pagar sus deudas.

Sí, los extranjeros les han estado prestando a los estadounidenses sumas de dinero alarmantes, que se han gastado con extravagancia más allá de los medios, advierten los economistas. Pero un día se restablecerá el equilibrio con las leyes básicas de la economía; quizá en forma caótica y probablementne a través de una caída substancial del valor del dólar.

Pero «ese día» podría posponerse todavía por mucho tiempo, por la sencilla razón de que la economía global está regida por la codependencia: los flujos actuales de capital lubrican el comercio mundial dándole al consumidor estadounidense los recursos para seguir comprando; esas compras, a su vez, generan empleos y negocios desde Asia hasta América Latina.

Cuando los estadounidenses van de compras al centro comercial, respaldados por la generosidad extranjera, llegan ahí quemando gasolina de petróleo extraído en el extranjero, especialmente en el Medio Oriente. Regresan a casa cargados de aparatos electrónicos y ropa fabricados en plantas chinas y japonesas. Hacer esos productos absorbe materias primas: energía de Australia y Africa; algodón de Texas y California; mineral de hierro de Brasil y la India.

Mantener zumbando esta línea de ensamble global se ha vuelto una estrategia de desarrollo primordial para China, que continúa su dolorosa transformación, de un país predominantemente agrícola en una potencia comercial en rápida industrialización, cuyas fábricas dan empleo a los millones de campesinos pobres que afluyen a las ciudades.

China subsidia a muchas fábricas, entregando créditos de interés bajo y poniendo terrenos a disposición a precios por debajo del mercado. Comprar bonos de la Tesorería de Estados Unidos ayuda a impulsar la producción: el banco central de China compra dólares en parte para mantener bajo el valor del yuan, lo que hace que las mercancías sean más baratas en los mercados mundiales. Y al ayudar a mantener bajas las tasas de interés en Estados Unidos, China se asegura de que los consumidores estadounidenses puedan seguir comprando.

Los chinos «reconocen que tienen que prestarnos dinero si quieren conservar este mercado», afirma Michael P. Dooley, economista y socio de Cabezon Capital, fondo de reserva especializado en mercados emergentes. Las autoridades de China temen cualquier cosa que amenace obstruir sus exportaciones; eso eliminaría empleos y mandaría de vuelta a sus aldeas a unos enojados campesinos. Así, con más de un billón de dólares invertidos en bienes denominados en dólares, China es reacia a hacer cualquier cosa que pudiera precipitar el valor del dólar.

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