CARLOS TEMÍSTOCLES ROA
Lo he dicho y lo reitero: el HOMBRE ha sido un puro fracaso de la civilización. Se inicia el siglo XXI y más y más nos alejamos de lo humano, de la humanidad y, para mejor comprensión he aquí sus sinónimos: bondad, benevolencia, sensibilidad, compasión, caridad y, de mi parte, educación, amor.
Obsérvese, apenas por instantes, la conmovedora y trágica realidad que vive el universo. Como se expanden guerras, luchas fratricidas, pobladas, revoluciones…muertes, miseria y desolación.
Nos exterminamos, nos aniquilamos y nos olvidamos, por completo que somos miembros integrantes de una sola estirpe: la humanidad.
Y aún peor que en la prehistoria, ya no adoramos ni veneramos al sol, al agua o al fuego; no, ahora hemos creado un nuevo y poderoso Dios, pero no brotado de la naturaleza sino de la mentalidad enferma del ser «humano y civilizado»: el Dios único y universal, el dinero.
No hay tragedia semejante; la Historia ni la Humanidad han conocido DIOS de tanto poder ni de tanta influencia. Sucumbimos todos ante su poder, todos estamos alienados, enfermos por su diabólica fuerza.
Ya se hizo dueño y Señor del hombre; el obrero, del agricultor, del profesional, del intelectual, del religioso, del creyente, del delincuente, del juez, del político, del libre-pensador.
Ahora descarga todo su poderío sobre la Naturaleza misma: el agua, los bosques, el mar, los ríos, los minerales: el oro, el níquel, la plata, el petróleo «¡Maldito petróleo! las aves, los peces, en fin, la tierra ¡toda la tierra!
Que mueran todos; que desaparezca todo pero ¡que viva el dinero!
Siento dolor -lo confieso- mucho dolor, ante la triste e inenarrable tragedia humana que hoy azota a mi país; que hoy golpea inmisericordemente a mi pueblo, a mis conciudadanos, a mis hermanos dominicanos o no; como ante los que padecen la misma tragedia en Irak, en Indonesia o en París. Y es que todo dolor es mi dolor; pero el dolor de los míos me duele más; el de esas madres, esos padres, esos hermanos, esos vecinos, esos amigos y todos los demás esos…que han muerto y seguirán muriendo ante la nefasta, perniciosa e indolente influencia de este Dios: el dinero.
No lo expreso yo, amigos, copiemos las propias palabras, pronunciadas y publicadas ayer, de uno de los más conspicuos representantes de ese nuevo Dios en nuestro planeta:
Copio: «Warren Buffett, segundo hombre más rico del mundo cree que él debería pagar más impuestos…posee una fortuna valorada en 52,000 millones de dólares, pero ello no le impide lamentar que «el sistema fiscal se ha inclinado en favor de los ricos y se ha alejado de la clase media durante los últimos 10 años»; y agrego yo: él ni recuerda ni muchos menos piensa, que debajo de la clase media, también hay seres humanos, porque de éstos «ni el Señor se apiada y es que de esas cosas Dios no sabe nada» dice el poeta.
Entonces, continuando con el dinero, quedamos en que el señor Warren Buffett, tiene US$52,000 millones; el señor Slim tiene unos US$80,000 millones Bill Gates unos US$73,000, vale decir entonces que solo tres personas en el mundo disponen y tienen unos 200,000 millones de dólares. Antes de redactar este párrafo esas fortunas se incrementarán y para fin del año 2007 irán rumbo a los US$250,000 millones.
Caben varias preguntas, pero van solo dos: ¿para qué y para quién?
Nosotros aquí, ante esta tragedia humana, que ha privado de la vida a decenas y decenas de seres humanos y llevado a la miseria y al dolor a decenas de miles de ciudadanos y a todo un pueblo, solo hubiésemos requerido que de todo el dinero del mundo que tienen tres personas una minúscula porción, insignificante, se hubiese destinado a la salud, a la educación, a la vivienda y a un modesto bienestar de los millones y millones de pobres e indigentes que día tras día fallecen en la Tierra, cuna de los «seres civilizados».
Pero si ellos tres, como es de esperarse, no aportan nada porque tienen demasiado, aportemos nosotros, que no tenemos nada.