El dolor crónico, cada vez menos invencible

El dolor crónico, cada vez menos invencible

Considerado como una maldición bíblica, la Humanidad ha estado siempre en constante lucha contra el dolor físico y el psíquico pero desde que la ciencia se puso a la tarea el sufrimiento crónico cada vez es más vulnerable a los tratamientos y cada día se inventan nuevos fármacos que soslayan el padecimiento inútil.

El dolor físico era considerado hasta hace bien poco una fatalidad que el ser humano debía afrontar con resignación al haberse asentado en todas las culturas la creencia de que era una consecuencia de la maldición bíblica que pesa sobre la especie. Desde los albores de la civilización los humanos han recurrido con desigual fortuna a los remedios caseros más insólitos para eliminar, o al menos atenuar, los sufrimientos corporales producidos por un traumatismo o una enfermedad. Brujos y charlatanes también le han sacado partido a los dolores de sus congéneres con sus ceremoniales absurdos o bien obligando a los enfermos a ingerir pócimas que en la mayoría de los casos precipitaron el deceso del afectado.

UNIDADES DEL DOLOR

Afortunadamente, en la actualidad y gracias a los avances meteóricos de la Medicina el control del sufrimiento ha dejado de ser una quimera y cualquier centro clínico medianamente acreditado, profesionalmente hablando, dispone hoy de la unidad del dolor correspondiente en la que se abordan de forma concienzuda los padecimientos crónicos, la mayoría de ellos como consecuencia del cáncer que padece el enfermo.  

Los expertos consideran posible controlar con un programa de administración adecuada de analgésicos el 95 por ciento de los dolores que producen las distintas formas de cáncer y que afectan a casi el 80 por ciento de los pacientes que lo sufren. Reconocen, no obstante, los especialistas, que el 5 por ciento restante precisa de medidas para calmar sus sufrimientos.

El dolor es definido por la Medicina como una experiencia sensitiva y emocional desagradable, que cada sujeto experimenta de forma particular, razón por la que es referido y vivido en cada paciente de manera diferente. También nos recuerda la ciencia que el dolor es una manifestación o síntoma de múltiples enfermedades y, en consecuencia, una señal de alerta de que algo no funciona en nuestro organismo. En el caso concreto del cáncer es frecuente su aparición en algún momento del proceso evolutivo de la enfermedad.

El tratamiento del dolor se impone en los servicios sanitarios actuales porque afecta negativamente a las funciones básicas del paciente (sueño, apetito, actividad física..) y porque le debilita y le sume en un estado de postración nada favorable a la hora de luchar contra la enfermedad que está en el origen de esos padecimientos.

LA EXCELENCIA DE LA MORFINA

Sin embargo, el opiáceo por excelencia en el tratamiento del dolor crónico es la morfina y sus derivados, una sustancia que se suministra de forma oral, a través de parches transdérmicos y en los casos más agudos por medio de una “bomba” que es adosada mediante una pequeña intervención en el cuerpo del paciente y que dosifica las necesidades en función de los picos dolorosos que se presentan. Los estudios más recientes indican que se ha descubierto una molécula capaz de actuar de forma más inteligente frente al dolor que la morfina, aunque de momento se ha aplicado únicamente en fase de laboratorio en ratones y sus descubridores creen posible que dentro de poco tiempo pueda usarse con humanos. 

El mayor productor de opio del mundo es Afganistán, donde se recolecta el 92 por ciento de toda la cosecha anual del planeta de la flor de adormidera. Sin embargo, el largo conflicto bélico que vive ese país ha impedido que el total de esa producción se destine a su síntesis en morfina. Por el contrario los islamistas radicales que controlan gran parte de los sembradíos donde germina la flor de adormidera prefieren que el opio se destine a la fabricación de heroína ante la rentable demanda de esta droga letal en el mercado del narcotráfico. Los ingresos que perciben los talibanes derivados del tráfico de heroína les sirven por otro lado para financiar sus  operaciones terroristas, según han constatado los servicios de información de distintos países.

Un especialista británico en medicina paliativa, Nigel Sykes, alertaba por su parte en la prestigiosa revista médica británica The Lancet sobre los perjuicios que acarrea a los pacientes la excesiva preocupación de los médicos por los efectos adictivos de la morfina en las terapias contra el dolor.

Según Sykes, que trabaja en la residencia para enfermos terminales Saint Christopher de Londres, la menor prescripción de opiáceos, entre los que se encuentra la morfina, obstaculiza el alivio del dolor de los pacientes. Y si ese «es todavía un problema para los países ricos, aún lo es más para los países pobres, donde el acceso a la morfina es más limitado o inexistente y donde reside la mayor parte de la población que muere de cáncer o sida».

 Ante la posibilidad de que la morfina genere adicción y pueda propiciar crisis respiratorias, que son las dos grandes preocupaciones que llevan a la comunidad médica internacional a desaconsejar su uso, el especialista británico recuerda que solo uno de cada 10.000 pacientes a los que se les ha prescrito morfina desarrolla adicción y que, de acuerdo con su experiencia clínica, los enfermos con dolores crónicos a los que se les incrementa la dosis tienen menos posibilidades de sufrir una crisis respiratoria que aquellos a los que se les suministra el calmante en cantidades discretas.

HIERBAS Y SEMILLAS

La Madre Naturaleza ha ofrecido siempre remedios efectivos para los cuadros de dolor menos agresivos en forma de hierbas y semillas. La primitiva farmacopea hizo después las primeras síntesis de esas plantas para convertirlas en bebedizos o ungüentos que lograron el efecto deseado gracias a las sustancias naturales analgésicas que contienen.

Y dentro del abanico de plantas con propiedades curativas que brotan de la tierra, las que contienen opio y sus derivados han constituido la base principal de elaboración de sustancias con la carga analgésica más potente. Los oncólogos consideran que hay que vencer prejuicios y tópicos en relación con los opiáceos y demostrar a la gente que los tratamientos con este tipo de sustancias mejoran la calidad de vida del enfermo, desterrando los miedos a la adicción, a la tolerancia o a los efectos secundarios.

Victoria Ribera, la primera especialista que inició en España el tratamiento del dolor con el uso terapéutico de un compuesto elaborado a partir de uno de los opiáceos más consumidos, el cannabis, declaró a Efe en su día que se mantiene a la espera de que se apruebe la comercialización de este fármaco tras los resultados positivos que, en general, está cosechando.

 La aplicación del extracto de cannabis -que se comercializa con el nombre de Sativex-, según Ribera, no es la panacea y ha constatado que los enfermos han creado «excesivas expectativas» porque «están tan desesperados que ponen mucha ilusión en el fármaco».

El Sativex se ha administrado hasta ahora, en la Clínica del Dolor de Barcelona, como una alternativa terapéutica a 140 personas afectadas con dolencias crónicas como son la esclerosis múltiple, el dolor neuropático y la anorexia y caquéxia como consecuencia del Sida, que no han respondido adecuadamente a los tratamientos habituales. Según el recuento posterior, el 64 por ciento de los enfermos mejoraron y pudieron conciliar mejor el sueño.

DESTACADOS

— Los humanos han recurrido con desigual fortuna a los remedios caseros más insólitos para eliminar los sufrimientos corporales producidos por un traumatismo o una enfermedad.

— Cualquier centro clínico medianamente acreditado dispone hoy de la unidad del dolor  correspondiente en la que se abordan de forma concienzuda los padecimientos crónicos.

— El opio ha estado siempre en la base fundamental para la elaboración de sustancias con mayor poder analgésico.

Efe reportajes

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