El dominicano: Etnicidad y política

El dominicano: Etnicidad y política

El ambiente político me ha llevado a reflexionar de quienes realmente somos como dominicanos. Hoy estoy pensando profundamente en el destino de nosotros como nación y como país; también, reflexionando sobre lo difícil que es separar los cambios sustanciales que deben suceder en el pais versus nuestra etnicidad.

Las raíces de nosotros, los dominicanos, desde el punto de vista sociológico y antropológico afectan directamente nuestra ética en la política; además, incide en el comportamiento social o colectivo que opera en la nación. Por esta razón se nos ha hecho muy difícil producir lo que yo le he llamado un corte social.

El dominicano posee un alto nivel de diversidad étnica y hasta cierto punto de etnocentrismo. La etnicidad se produce cuando el ser nace y donde nacemos; es pertenecer a un grupo con costumbres, hábitos, religión, pensamientos, comida, lenguaje, nacionalidad, ascendencia y vestimenta.

Los miembros de una etnia en particular tienden a identificarse entre sí y cuando pensamos que somos los mejores y superiores caemos en el etnocentrismo, que no es más que pretender que somos el mejor país, con las mejores playas, los mejores deportistas, con la mejor bandera tricolor. Bueno, todo es mejor.

Como dominicano les invito a que nos evaluemos para poder entender con más claridad el origen de nuestra “posición número dos” en corrupción en America Latina. Nos sentimos orgullosos de ser un país con un alto nivel de hospitalidad, orientado a la vida religiosa.

¿Pero qué pasa que estamos en segundo lugar en corrupción en America Latina? Si nosotros pudiésemos transferir esa pasión y creencia que poseemos en el plano étnico y llevarlo a la esfera política, sin temor a equivocarme, podría decir que produciríamos un corte social, una transformación y convertiríamos a nuestra bella nación en un Singapur, en una Suiza o por

lo menos en una isla como Barbados, países estables y que hoy sirven para modelar la democracia y la equidad en el mundo.
Somos buenos y extrovertidos defendiendo nuestra independencia, defendiendo nuestro mosaico étnico y cultural; sin embargo, no podemos parar, ni nos atrevemos a confrontar todo aquello que destruye aquella etnicidad que aplaudimos y enarbolamos. No frenamos lo que debilita a la nación, me refiero a los políticos que promueven la impunidad con sus acciones destructiva.

Es que nuestro problema radica en la incapacidad de sustituir los paradigmas que nos condicionan y nos hacen creer que no podemos cambiar, nos condicionan para no poder ver los recursos naturales que poseemos, para no celebrar nuestras diversidades raciales, no estamos seguros del potencial humano que hemos desarrollado a través de los tiempos.

Nos han formateado de tal manera que vemos la política como un deporte el cual debe producir sensaciones en nosotros,una política que produce catarsis y frustraciones sin generar una conciencia colectiva o cambios cardinales que produzcan desarrollo en todo el pueblo o nación. La política en la República Dominicana es chiste, teatro, catarsis, carnaval, y su fin últimos es corrupción.

Nuestra etnicidad como dominicano es responsable de nuestro comportamiento, somos frutos de un mosaico étnico construido con una fórmula de desconfianza e inmediatez económica, digo inmediatez, porque nuestros ancestros llegaron para irse, llegaron para llevar, llegaron para dominar; esta práctica se ha transferido en la memoria del dominicano, produciendo así un comportamiento bifurcado: Defendemos con orgullo a nuestra nación y al mismo tiempo cedemos a los comportamientos que diluyen los fundamentos y principias de nuestra etnicidad.

Somos dominicanos, somos los mejores, lloramos cuando vemos nuestra bandera, somos un pueblo que canta y ríe; al mismo tiempo, existe un alto nivel de corrupción que justificamos y validamos. Nos enfocamos más en la persona que en la institucionalidad, nos aferremos a la lealtad y no a la verdad, no nos duele ver a un pueblo sufriendo y falto de justicia.

Este comportamiento lo hemos abrazado en los tuétanos de los huesos, produciendo una doble moral de forma inconsciente. Un ejemplo de esto es lo que está pasando en este periodo electoral, estamos motivando y aceptando la compra de votos como una acción nuestra y normal, pero seguidamente al terminar la campaña electoral, nos sentimos atrapados, burlados y traicionados por el alto nivel de corrupción que practican la mayoría de los políticos, y comenzamos a criticarlos y hacer huelgas para demandar y reclamar los derechos que nos pertenecen como dominicanos.

Es ahí, donde vuelve a surgir la etnicidad salpicada de catolicismos, protestantismo, moralismo, y todo los eslabones que nos ayudan a subsanar el mal que ya hemos sembrado. Para crear un corte social que trastorne y pare este comportamiento disfuncional que solo genera pobreza, debemos entender que somos el resultado de un híbrido social surgido en el 1492, al llegar un grupo de marinos colonizadores, que se encontraron con un grupo de taínos pacíficos e ingenuos, los cuales fueron usados de plataforma para generar riquezas rápida y sin mucho esfuerzo.

Luego, al terminarse esa fuente de trueque forzado, llegó una respuesta africana de manera forzada, negros de diferentes grupos étnicos fueron inducidos a trabajar para seguir con aquella política productiva y sin esfuerzo para el colonizador español.

La isla fue un escenario de desconfianza; taínos, españoles, africanos de todas partes del Africa negra, franceses, luego haitianos, más otros que llegaron, fueron los protagonistas de vivir y saborear políticas intermitentes y basadas en la desconfianza. El lema era y actualmente es: Sálvese quien pueda”.

Hoy somos lo que somos gracias a ese escenario anárquico.

Termino diciendo que si la orquesta suena mal el responsable es el director de dicha orquesta. Necesitamos un líder que produzca un corte social, para generar un antes y un después, y así tener un país modelo en la prosperidad, en seguridad y celoso del medio ambiente.