El dominicano ¿valora lo suyo?

El dominicano ¿valora lo suyo?

Hace algunos años anduvimos por varios lugares de Tierra Santa. Sentimos, entonces,  la sensación de estar en armonía con todos los tiempos.

Nos ocurrió algo  parecido a lo de Roma, cuando tuvimos el placer de ver y apreciar el “Moisés” de Miguel Ángel,  en la Iglesia de San Pedro Ad Vinculan. La escultura aquella de la que se dice que su creador, tan entusiasmado por el logro artístico, dio un martillazo en la mesa, y dijo: “¡Habla, que es lo único que te hace falta!”.

Y es que, en verdad, uno imagina que la sangre de Moisés va corriendo por esas venas de mármol.

Cuando uno era estudiante, oía de esas maravillas. Y aunque las historias daban fechas y tiempos… uno creía, en esos tiempos, que aquello era… “cuento de camino”.

Belén, el pueblito acogedor, donde nació el Maestro Jesús, tiene una variedad de encantos. Y allí uno se encuentra con árabes y judíos que hablan español; muchos de ellos -o sus antecesores o hijos- han vivido en Iberoamérica. Y retornan a aquel sitio, por aquello de lo intuitivo en el animal racional y el irracional, de volver a sus orígenes.

En aquel sitio, conocimos judíos y  árabes que habían vivido en la Dominicana tierra.

Y con ellos hablamos, y bebimos vino en medio de la contadera de experiencias, analizando lo que son unos y otros quienes, en definitiva son, todos, humanos. Con los mismos defectos; las virtudes iguales. Y las ansias -espirituales y materiales- “igualitas”.

Se nos quedó “pegado” en la memoria lo que nos dijo Elías, un árabe, quien había vivido unos años en Costa Rica, y otros más en la Dominicana tierra.

“Ustedes no valoran lo que tienen”, nos dijo Elías. Imaginamos que nuestro interlocutor hacía el introito, para disparar alguna monserga religiosa. Pero no fue así. El hombre se refería a la vegetación que ha habido en Dominicana, una de las cosas que “volvieron loco” al bienaventurado de las Tres Carabelas, según lo contó él mismo en sus apuntes: la vegetación exuberante de aquel grande-pequeño pedazo de mundo puesto por la Divinidad en el Caribe.

Y uno se pone a pensar en eso ahora, por lo de Los Haitises.  Porque allí también hemos ido, y visto rocas, mar y vegetación, y algunas “musarañas” que dejaron dibujadas en las rocas, nuestros antecesores tainos… se siente y ve allí, la maravilla de Mamá Natura… ¡sin ningún cemento…!

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