El DR-CAFTA
sin fronteras

El DR-CAFTA <BR>sin fronteras

ADOLFO MORETA FÉLIZ
Dice un conocido proverbio que «el mejor profeta del futuro es el pasado». Es un hecho histórico que desde el pasado hasta el presente los principales intereses ultramarinos de los Estados Unidos han sido las tierras. «Madre de toda la riqueza». Plataforma y lecho de todos los activos. El TLC rubricado con los Estados Unidos (DR-CAFTA), será una realidad sin importar las enmiendas o aparentes dificultades que puedan incidentarlo. Para visualizar la reingeniería de la Hispaniola a través del RD-CAFTA, primero debemos obviar los confusos sofismas que engalanan a la globalización, y verla en su justa dimensión y verdadero significado.

Día tras día escuchamos a los analistas repetir que los EEUU no tienen enemigos ni amigos en ninguna parte del mundo, sino que tienen interese y aliados coyunturales. Como si la tierra ya hubiese perdido interés para los Estados Unidos, se les «olvida» comentar que el desarrollo y la grandeza de su hegemonía, «fue posible gracias al capital y porque percibía -y no obstante la Era Digital aún percibe- de la tierra su más importante fuente de riqueza».

Los TLC se han constituido en el principal mecanismo de la política exterior norteamericana para expandir sus capitales, y lograr la adhesión de territorios pedazos a pedazos sin necesidad de una formal anexión con el resto de la Unión. De ahí que los empresarios locales – unos con verdadera preocupación y otros como pancracismo- no le ha quedado otra alternativa que llamar al DR-CAFTA por su propio nombre. Los industriales, lo cosideran «un engaño…un simple anexo al TLC de los Estados Unidos con Centroamérica». Y los productores agrícolas, «un acto de adhesión que tendrá como consecuencia la pérdida de la soberanía alimentaria nacional» y la definitiva quiebra de los productores que todavía persisten en mantenerse en la actividad.

El estructuralismo agrícola concebido por Raúl Prebish y la CEPAL para que los países del tercer mundo fueran autogestionarios en la producción de sus alimentos fue abolido. Sustituido por el neoliberal, bajo la premisa -en el caso de la República Dominicana por ejemplo- que «es más ventajoso para los dominicanos importar los rubros agropecuarios que producirlos en el país». Según los productores, ya están dadas las condiciones factibles en más de un 70%. Y se lamentan del infortunio de tener que seguir trabajando quebrados y sus tierras comprometidas con los acreedores sin posibilidades de «reenganche». ¿Las preservarán o las venderán para no perderlo todo? ¿Qué se hará con las tierras estatales hoy dedicadas a la agricultura?

«Habrá una transformación que modificará el sentido de la política y la economía. No existirán productos ni tecnologías nacionales… Lo único que persistirá dentro de las fronteras, será la población que compone el país… y la capacidad y destreza de sus ciudadanos», según afirma Robert B. Reich, ex-secretario del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos.

Cuando los negociadores que rubricaron el DR-CAFTA, expresan que «casi todos los productos del país entrarán libre de impuestos en el mercado de EU». Crean confusas e ilusas expectativas. No dicen las cosas con su verdadero significado. Sólo entrarán libres de gravamen a los Estados Unidos, las prendas, las artesanías, y los rubros agropecuarios estadounidenses, británicos, o canadienses que se produzcan en la República Dominicana en conexión sin frontera con Haití.

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