El DR-Cafta y el tiempo perdido

El DR-Cafta y el tiempo perdido

Al pasar balance a lo que hasta ahora ha sido para el país el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Centroamérica (DR-Cafta)  habría que recordar  que  el  ingreso a ese esquema  ocurrió cuando ya otros Estados  le habían impreso las características  de su conveniencia, bastante adversas a  la realidad dominicana. Ya con el palo dado, entonces vino el yerro de no utilizar las propias reglas del juego para proteger a la economía de la llegada  de importaciones que pasaron a  competir con artículos de  las industrias locales de menor productividad.

  Tras precipitarse  por las circunstancias, el país debió iniciar de inmediato la aplicación de políticas para reducir la brecha entre las condiciones favorables a la producción que caracterizan a Centroamérica, sobre todo, y las muy desfavorables en  que todavía nos encontramos empantanados  porque el Estado ha carecido de voluntad política y liderazgo para  estimular a los medios de producción a mejorar sus procesos. Con una agravante: la iniciativa privada se ha preocupado más porque el Estado la proteja que por tecnificarse. En adición, el Estado se ha retrasado en adecuar el  parque energético para que los  precios de la electricidad puedan equipararse  a los del resto de la región. Tampoco ha logrado que el crédito  de la banca llegue al  sector privado en mayor medida y a tasas que contribuyan a su rentabilidad.

Una ofensa a la América Latina

España, Francia, Italia y Portugal incurrieron en una violación inexcusable al negarle recientemente el uso de  espacios aéreos al avión de un Estado independiente como Bolivia en el que viajaba su presidente, Evo Morales. Con su arbitrariedad -que incluso pudo haber puesto en peligro la vida del primer mandatario- esos gobiernos vulneraron   normas de  relaciones internacionales trazadas para lograr la igualdad de trato y la reciprocidad entre los Estados.

  Creemos, junto al Presidente boliviano, que las disculpas no bastan. Que la desconsideración a su alta investidura merece una condena del concierto de naciones y una exigencia pública a tales  países europeos  a ofrecer  garantías de que no volverá a ocurrir una  desviación forzosa de vuelo semejante, basada en rumores falsos  sobre la presencia  a bordo de un personaje  buscado por Estados Unidos, lo que de ser cierto tampoco justificaba la negación de paso.

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