El Dr. Lino Romero compara la violencia

El Dr. Lino Romero compara la violencia

En el capítulo 19, el Dr. Romero realiza un breve estudio comparativo entre la violencia en los Estados Unidos y la República Dominicana. Lo más importante que debe retenerse es que Norteamérica es el país más violento del mundo. No sé si el nuestro está cerca de disputarle ese título.

Luego, el segundo aspecto importante es que en nuestro país, al igual que en Norteamérica, se creyó siempre que la violencia intrafamiliar era un caso que solamente ocurría en las clases bajas. Las investigaciones científicas en los dos países han establecido que la violencia doméstica ocurre en todas las clases sociales.

Pero sucede que en las clases media alta y alta, la violencia intrafamiliar se queda en el armario por las razones siguientes, según el Dr. Romero: “En esta última clase social, [la oligárquico-burguesa, pero también en la media alta o pequeña burguesía, DC] las mujeres eran renuentes a revelar los maltratos conyugales por miedo a: 1) la ‘vergüenza social’, 2) dañar la carrera de su esposo, y 3) producir daños a sus hijos. Por esa ‘renuencia social’, la mayor referencia bibliográfica acerca de la violencia intrafamiliar procede de estudios realizados a familias pertenecientes a las clases socio-económicas bajas, ya que estas familias son más accesibles a las agencias gubernamentales y comunitarias, así como a los centros de investigación universitarios.” (p. 202)

Sin embargo, otra explicación radica en que por razones de vecindad, hacinamiento e igualación de todos en la pobreza, en las clases bajas (proletariado y afines) nadie guarda secretos y todo se sabe. Las clases pobres ventilan en el patio de la vecindad sus problemas y no se avergüenzan de hacerlo. Esa es la mejor terapia para los pobres.

De que existe una gran violencia intrafamiliar entre los hogares del frente oligárquico-burgués y la pequeña burguesía alta, no hay duda, pero por el enorme poder económico, político y el prestigio social de que gozan sus miembros, los problemas de violencia doméstica se resuelven de otra manera: con puestos diplomáticos en el exterior, con becas en universidades extranjeras, con labores sociales en organizaciones o instituciones prestigiosas para las damas y señoritas abusadas, con el establecimiento de “boutiques”, joyerías o comercios lucrativos para los miembros abusados, y en casos extremos con la entrada a la curia eclesiástica en calidad de monjas o sacerdotes, amén de otras vías secretas conocidas históricamente por la clase alta para librarse de esos problemas, como el amancebamiento de lujo.

En el inicio de este siglo comienza a verse ya a algunos miembros jóvenes del frente oligárquico (hembras y varones) ingresar al club del arte (cine, pintura, música clásica, actuación teatral), antiguamente reservado a las clases media y baja. Pero ni por asomo se ve a ningún miembro del frente oligárquico coquetear con la quemante ficción.

Lo que difícilmente se produce en los casos de violencia intrafamiliar entre los miembros del frente oligárquico es el asesinato o el divorcio. Hay demasiado millones de pesos, dólares y bienes muebles e inmuebles envueltos en esos matrimonios endogámicos o de conveniencia para que se produzca una tragedia de ese tipo. Además, si se produjera un crimen, quedaría sepultado en las profundidades secretas de esa misma clase, pues esta no tolera los escándalos públicos por perjudiciales a sus empresas y a la división de las fortunas por causa de divorcio.

El oligarca y el burgués tienen los medios a su alcance para ahogar el escándalo en su propia cuna. Vigilan con los medios económicos, políticos, sociales y mediáticos, o con el pago a detectives privados o públicos, con la intervención de teléfonos o con micrófonos ocultos, la conducta de la esposa y los hijos. Si se produjera una infidelidad conyugal de parte de la esposa, esta quedaría apartada y confinada a determinados roles codificados en el mundo empresarial y social y, a no dudarlo, con un porciento elevado de probabilidades, ya antes el esposo se habría buscado a una amante.

Cada cual continúa su vida sin necesidad de partir bienes, pues eso atentaría contra la supervivencia de las empresas familiares.  A veces, los hijos de oligarcas que tienen personalidad rebelde, se casan con parejas de clase social más baja. Estas parejas sufren mucho, sobre todo si son mujeres, pues son marginadas y quedan reducidas a una soledad espantosa y se ven inclinadas a refugiarse, casi siempre, en el alcohol, las drogas o los juegos.

Luego de un divorcio, si se produce, la repartición de los bienes acumulados por la familia oligárquico-burguesa solamente beneficia a la mujer, quien devendría radicalmente independiente por primera vez en su vida. En segundo lugar, a los hijos, que gozarían de un estatuto más libertario e independiente. Pero ahí están prestos a mediar, ideólogos, juristas y sacerdotes para persuadir “por las buenas” a la esposa de que, según Dios, no le conviene divorciarse a causa de la vergüenza social. Si la mujer insiste en el divorcio y la repartición de los bienes acumulados dentro del matrimonio, pueden ocurrir dos situaciones, 1) que haya amenazas de muerte en su contra, y 2) que el poder familiar de la esposa sea tan grande que el marido se vea forzado a divorciarse y acogerse, jurídicamente, al reparto de las riquezas acumuladas, lo cual significaría, si no su ruina, al menos la disminución o merma de los dividendos de su ahora disminuidas empresas y de su prestigio y poder social.

En cambio, en las clases bajas la gente se mata por otros motivos (pasionales, brujería, deudas, afrenta al honor). No hay nada que repartir. En la clase media se suscita de vez en cuando alguna que otra tragedia, pero como sus miembros aspiran a ascender e imitar a los burgueses y oligarcas, tratan a toda costa de evitar los asesinatos de parejas o el divorcio, aunque a veces no se logre y el escándalo salpique la prensa. El oligarca controla la prensa. Cero escándalo, pues.

Cuando estuvo centrada en el campesinado, la narrativa dominicana se llenó de casos de asesinatos y violencia por causas pasionales, deudas, juego, brujería, supersticiones, afrenta al honor y otras ideologías precapitalistas. Hay muchos cuentos de Juan Bosch con estos temas. Estos ejemplos bastan para cubrirlos: “La mujer”, “El resguardo”, “La pulpería”, “La pájara”, “El cuchillo”, “Cundito”, “La sangre”, “Lucero”, “San Andrés”, “La negación”, “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, “El indio Manuel Sicuri”, “Todo un hombre”, “Rosa”, “Rumbo al puerto de origen”, “La desgracia”, y “La muerte no se equivoca dos veces”.

Los artistas y escritores de raza, antes de que lo descubran los profesionales de la salud mental, ven el abismo antes de vivirlo, es decir, lo que de tenebroso y violento ocurre en la sociedad.

El Dr. Romero aborda en el capítulo 20 el tema del valor del divorcio. La lección más importante que se puede sacar de esa sección es que el divorcio no tiene que ser un proceso doloroso donde esposos e hijos, si los hay, queden destrozados y traumatizados para siempre.

Cierto es que tanto la religión, si es de Estado, y el Estado mismo, así como la sociedad en su conjunto, condenan el divorcio y castigan y discriminan a los divorciados, pero realizan todo lo que esté a su alcance para que las parejas no se divorcien. Estas instituciones prefieren que las parejas con problemas insolubles vivan infelices toda la vida con tal de que no se divorcien. Esta política obedece a la estrategia mayor de esas instituciones: lograr, aunque solo sea una ficción, la unidad-verdad-totalidad del Estado, la Iglesia y la familia.

El Dr. Romero concluye con estas palabras: “Mi experiencia como psicoterapeuta es que el divorcio puede ser, y a menudo lo es, una experiencia plenamente liberadora y positiva.” (p. 305)

Publicaciones Relacionadas

Más leídas