El dragón podría transformarse en un monstruo

El dragón podría transformarse en un monstruo

HECTOR  MINAYA
La República Popular China, el dragón de Asia, despierta de su letargo secular y aspira a transformarse en una gran potencia. El gigante asiático ya no es sólo el principal receptor de inversión extranjera directa, sino que sus empresas empiezan a comprar multinacionales para asegurarse el suministro de materias primas y el acceso a redes de distribución internacionales.

 Con tal propósito el Gobierno chino viene desarrollando un programa denominado «Going Out», por el cual incentiva a empresas de su país para que inviertan en el exterior. Esto ha permitido que desde 2000, unas 7,000 compañías chinas invirtieran más de 10,000 millones de dólares en 160 países.

Las garras del dragón ya han sido dirigidas hacia América Latina alcanzando la República Dominicana, con el anuncio hecho y confirmado a finales del año pasado, en el sentido de que empresarios chinos negocian la compra de la empresa Falconbridge, ubicada en Bonao, en una transacción que involucra la suma de cinco mil millones de dólares.

China invirtió en Chile 3,000 millones de dólares en minería, para asegurarse la provisión de minerales para fabricar electrodomésticos y con Brasil dos son los principales intereses: soya para alimentar su población de 1,300 millones de personas y acero para construir su infraestructura.

Otras inversiones importantes en el mundo son las del grupo chino Lenovo que compró a IBM el negocio de ordenadores personales y la de TPV Technology, a Philips el de monitores.

Los países latinoamericanos y especialmente el Gobierno dominicano, tienen que tener cuidado con el anuncio sobre inversiones chinas, dado el hecho que esconden la entrega de recursos naturales; es decir vienen por el agua, los minerales, el gas y el petróleo. Ciertamente sería una mala jugada que América Latina y otros países en desarrollo se conformaran con exportar materia prima para luego importar en mayor cantidad productos chinos manufacturados. Bajo ese escenario, encontrar un artículo o producto sin la etiqueta «Made in China» en el país será como encontrar una aguja en un pajar.

Esta posición no significa que nos oponemos a la apertura comercial y a la inversión extranjera, sino que busca mantener la protección de los sectores nacionales sensibles a la competencia China.

Sería un craso error del país romper nuestros lazos diplomáticos y comerciales con Taiwán, un socio conocido por más de 50 años, por uno por conocer como China Continental, con el supuesto objetivo de «conquistar» su enorme mercado.

Cabe preguntarse ¿es atinado que países como el nuestro, con un bajo nivel de desarrollo y competitividad, abrir totalmente el comercio a los chinos comunistas? El intercambio comercial sería designal. Además, hay una situación real y es que nos contamos con los recursos suficientes para estudiar al consumidor chino y conquistarlo con estrategias de venta.

Otro factor negativo, China es principal competidor del país en mercado textil de los Estados Unidos, que con la eliminación de las cuotas, el pasado primero de enero, podría destronarnos de muchas plazas en ese comercio, con el consiguiente perjuicio de la pérdida de miles empleos de dominicanos.

Sin dudas, ante la ofensiva de los chinos comunistas, el camino por delante no es fácil. Alianzas estratégicas entre los países menos desarrollados y medidas de protección para la industria nacional deberán ser puestas en marcha para que el dragón chino no se transforme un verdadero monstruo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas