El drama de vivir con un talento especial

El drama de vivir con un talento especial

El día en la familia García empieza muy temprano, a las 5:30 de la mañana y, casi desde esa hora, ya se están leyendo libros. Después, se suceden las diversas actividades extraescolares, como música o literatura. Otra de las peculiaridades es que en casa se hablan varios idiomas y no tienen televisión, por recomendación de los expertos. Estamos ante una familia con un coeficiente intelectual superior a la media.
Ada García es superdotada, pero también lo son sus hijas de once y de seis años. “En el caso de la mayor nos dimos cuenta cuando sabía el abecedario y los colores con catorce meses, y repetía de memoria los cuentos que le leíamos de noche. La pequeña es más tímida y trataba de pasar desapercibida, pero daba soluciones a problemas de la vida cotidiana de una manera sorprendente y decía frases muy profundas”, comenta.
Poseer una gran inteligencia supone querer conocer cada vez más asuntos, por eso, en su entorno familiar, las preguntas existenciales son formuladas desde edad temprana.
La razón de no tener televisión se debe a que las pequeñas podrían enterarse de asuntos que, a diferencia de otros niños, les supondrían mucho estrés. “Una vez, cuando informaron por televisión de que se acercaba un meteorito a la Tierra, estuvieron una semana en que casi no podían dormir”, recalca Ada.
Las investigaciones apuntan que la superdotación intelectual tiene cierto componente genético, razón por la que en una misma familia suelen darse varios casos; pero la misma importancia para su desarrollo la tiene, no solo la herencia, sino la educación.
Si un alumno superdotado no recibe una educación adecuada, será un estudiante como los demás. Aún así, muchas personas esperan a la edad adulta para someterse a las pruebas de evaluación; pese a que, desde pequeños, ya se sabían diferentes a los demás.
Integrarse en la normalidad.
El coeficiente intelectual (CI) fue aplicado en 1912 por el psicólogo estadounidense William Stern a partir de una serie de pruebas. La mayor parte de las personas poseen un CI de entre 85 y 115, pero existen diversos valores a tener en cuenta antes de definir a una persona como superdotada. Normalmente cualquier puntuación que pase de los 140 se cataloga como de alto coeficiente intelectual y por encima de 160 se les califica de excelencia. A partir de 180 se les da el nombre de genios.
Pero estos varemos varían con cierta frecuencia en función de los avances en el campo de la investigación científica aunque, se les defina como se les defina, los individuos de alto coeficiente intelectual presentan ciertos rasgos comunes.
La gran mayoría tienen una gran sensibilidad y creatividad, empatía, individualismo, pérdida de atención, manipulación, perfeccionismo y autocrítica, competitividad, memoria prodigiosa, placer por las letras y/o las matemáticas, pero también inestabilidad emocional.
Muchas personas no saben que son superdotados, pese a que sean brillantes en determinadas materias. Se estima que alrededor del 3 % de los niños tiene un coeficiente intelectual superior al considerado normal, pero sólo uno de cada 38 está diagnosticado.
Asimismo, sólo un tercio de los superdotados son mujeres, hecho que responde, según los expertos, a factores culturales. La tendencia a la discreción hace que la población femenina- pese a ser más precoz- desarrolle de menor manera un talento especial.
Existentes diferentes asociaciones o centros donde identificar y ayudar a los superdotados. Las técnicas de orientación psicológicas especializadas en este tipo de personas están diseñadas para desarrollar su máximo potencial, así como mejorar la autoestima y las habilidades sociales, pero también están indicadas para los padres, ayudándoles a reconocer, apoyar y motivar a sus hijos.
En general los sistemas educativos habituales no son muy propicios para este tipo de alumnos. La investigación y la creatividad se suelen relegar en la escuela a un segundo plano.

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