El duende de los carnavales y su aporte a la cultura

<P>El duende de los carnavales y su aporte a la cultura</P>

El Carnaval Dominicano ha vuelto a retomar  su fuerza de  expresión de  cultura popular  y  masiva -igual ocurre en muchos de los países donde se celebran carnavales-, como si la ilusión  y  la  fantasía  recobraran  su espacio necesario frente  a la austeridad  y las crisis que enfrenta  el mundo entero. Las manifestaciones  carnavalescas  son en ese  sentido una respuesta, una válvula de escape.

Si consideramos su sentido etimológico, la  palabra  carnaval es  una  contracción del  sustantivo carne  y del verbo levare, es decir, sacar la carne, por extensión entrar en cuaresma. Otros especialistas consideran que “carnelevarium”, que igual significa “quitar carne”, proviene del latín medieval, y se refería a la prohibición religiosa de consumo de carne durante los cuarenta días que dura la cuaresma.

Entendemos que en el mundo  judeo-cristiano entrar  en cuaresma  significó  y sigue  significando disfrutar de  todas las fantasías, de muchos excesos, sobre  todo gastronómicos, antes de  ejercer  el fervor religioso que prepara  a los  cristianos para recibir el símbolo de la  Semana  Santa, pues  la  Semana  Mayor nos llama a  cumplir con pureza  y recogimiento espiritual el camino de  Cristo en su resurrección.

Este  aspecto histórico es importante  aclararlo,  pues desde la  Edad Media, las  manifestaciones  carnavalescas eran  expresiones  toleradas como una despedida  de los excesos  y de las fantasías, antes de entrar en la jubilación espiritual.

Vale destacar siempre la raíz de las tradiciones, por lo que siempre las tradiciones de los pueblos  deben ser vistas desde su génesis, por lo que aspiramos a transmitirle que los carnavales son las fiestas más populares y de mayor tradición en República Dominicana. Estas se producen desde la colonia, en víspera de la Cuaresma cristiana, cuando los habitantes de Santo Domingo, o más bien, la Hispaniola, se disfrazaban como un remedo de las carnestolendas europeas. Partiendo que desde el siglo XVI “hubo máscaras en República Dominicana”,  lo cierto es que la tradición colonial creció con las gestas republicanas del 27 de febrero de 1844 y del 16 de agosto de 1865, al punto de que estas fechas marcaron las celebraciones carnavalescas nuestras.

 No importa si se encuentran fuera de las carnestolendas y, por lo común ya dentro de la propia Cuaresma. Obviamente, esta situación ha traído siempre mucho rollo entre la Iglesia Católica y las autoridades públicas y municipales que otorgan los permisos para las celebraciones.

Otro aspecto a destacar es que la celebración de carnavales tiene un probable origen en las fiestas paganas, como las que realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en Egipto en honor al buey Apis. Otros historiadores y especialistas consideran que los orígenes de estos se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5,000 años, con celebraciones similares en la época del Imperio Romano, desde donde fue difundida la costumbre por Europa, siendo traído a América por los navegantes españoles y portugueses que nos colonizaron en el siglo XV.

En nuestra  región del Caribe, las metrópolis coloniales  tuvieron sus  influencias en las manifestaciones del origen carnavalesco de toda la región, tal como se manifestaba en  España, proyectaron su  mística a través  de los bailes palaciegos, manteniendo un circulo elitista de la sociedad  colonial, clases  sociales del poder que se acaparaban de la posibilidad del anonimato del disfraz  y de las  máscaras para vivir  todas  sus fantasías prohibidas.

Es interesante observar la evolución antropológica  cultural de todas las  fusiones de  fantasías  y  cómo le han aportado a los carnavales criollos  sus  usos y costumbres  y sus  toques de inquietudes y obsesiones populares como extensión y respuesta masiva a la expresión aristocrática del Carnaval que tuvo su surgimiento más espectacular en Venecia, y que todavía  hoy  persiste  con toda la sofisticación estética de una  aristocracia nostálgica y disfrazada.

El famoso Mardi Gras de  Louisiane  que se manifiesta del 6 de  enero al  16 de febrero es  la herencia  más  directa  recibida  de  Europa, precisamente de la región  francesa  de Poitou-Saintonge, que responde  a la tradición de los  campesinos medievales de comer en exceso, carnes  grasas, dulces en abundancia,  antes de entrar en ayunas. Por extensión,  los  habitantes  de  Louisiana heredaron de los descendientes  acadios  de Canadá estas manifestaciones  que  hoy día  encienden la  ciudad  de  New  Orleans, donde fusionan  el Barrio Francés  del Vieux Carré y los descendientes  amerindios  Houmas  en el país cajún, dándole  a este carnaval Mardi  Gras los toques más  originales de la fusión de  culturas, pues todo esto se anima con las  bandas musicales de jazz de los  afro descendientes luisianeses, que ponen  a   sonar sus bandas de “free  jazz” con espectaculares sonidos de  saxofones, trompetas y clarinetes.

El duende del Carnaval Dominicano

En la actualidad el carnaval es  el mayor espacio de  expresión popular de todos  los países caribeños, tanto en las  zonas  rurales como en las  urbanas, y en los diferentes barrios  de cada  ciudad.  En República Dominicana, todos los  domingos se celebran en diferentes ciudades estas populares y auténticas fiestas, destacándose por tradición de hace varias décadas en el Cibao, Santiago de los Caballeros, La Vega, Bonao, Cotuí, provincia Hermanas Mirabal y Puerto Plata. Cada uno de estos carnavales tiene su contenido y manifestaciones, aunque hay que reconocer que el de La Vega es algo que ha trascendido a gran escala, y dentro de sus aportes es que al presente es una marca-país. Todos los meses de febrero al carnaval vegano asisten muchos turistas de diferentes partes del mundo, así como dominicanos residentes en el extranjero, que incluso muchos y muchas de estos dejan de venir en Navidad, como es la tradición, para poder venir en febrero. El último domingo del mes de febrero, en la Av. George Washington de  Santo Domingo, se hace el gran desfile nacional, donde convergen todas las comparsas, carrozas y personajes del Carnaval Dominicano, como son, entre otros: los tiznaos; ¡ay!, se me muere Rebeca; la muerte en bicicleta y robalagallina (a la que un coro canta: palo con ella). Este personaje lo hacen hombres que se disfrazan de mujer), también, indios, vaqueros, personificaciones de artistas, etc.

Este es el momento del estímulo regional, y de enfrentarse al reconocimiento público en sus alardes y fantasías. Otros grupos se movilizan con el sarcasmo y la crítica popular señalando el alza de la vida, ridiculizando el “stablishment” político de todos los partidos y tendencias. Por lo que vale la pena recordar que el carnaval es un momento de barómetro nacional sincero y espontáneo en el que las problemáticas se señalan con espíritu  de alegría y creatividad, y, frente a tanta  violencia, estos desfiles carnavalescos permiten tener  sobre las  sociedades un ojo crítico y tomar en  cuenta los señalamientos de los indignados que se manifiestan y los que hacen a través de las redes sociales.

Esa tarde en el Malecón de Santo Domingo desfilan ante una tarima oficial, donde son observados por el Comité de Carnaval del año en que transcurre el mismo. Los miembros del jurado son folcloristas, antropólogos, sociólogos, artistas, críticos de arte, y normalmente lo presiden ministros o representantes de los ministerios de Turismo y de Cultura, y del Ayuntamiento del Distrito Nacional. Al finalizar el desfile se otorgan los premios en diferentes categorías.

No tenemos mucho espacio para escribirles sobre nuestra vivencia personal como antropóloga y como especialista en artes plásticas y visuales, pero no puedo concluir sin comentarles que el espectáculo visual y artístico del llamado “Carnavarengue” de Río San Juan es único. Allí cada año al pie de la laguna Gri-Gri, en los atardeceres se inician durante unos cinco días dichas fiestas, acompañadas de orquestas y vocalistas, en este han participado las mejores voces conductoras del país, y quiero reconocer en la labor y producción de este evento al arquitecto Persio Checo, oriundo de allí, adonde volvió después de estudiar y vivir en Europa. Además de arquitecto, Checo es un artista plástico completo, tanto en pintura, como en vitrales y en performance.

En sus realizaciones siempre están presentes las sirenas y figuras marinas, peces, yolas, en fin, el mundo que le rodea, que él desde su casa-taller a la orilla del Atlántico lo lleva a sus diferentes planos. Volviendo a este singular Carnaval de Río San Juan, Persio Checo sin solicitar un centavo de patrocinio a las entidades oficiales y municipales, ni empresariales de esa costa verde, confecciona los trajes y las máscaras (estas con motivos marinos como cangrejos, peces y los vestidos de sirena). Además, diseña y dirige la escenografía de tarima y un montón de actividades más.

Hay países en Europa donde se comienza la celebración del carnaval en distintas fechas, como en algunos lugares de Alemania  donde se inicia el 11 del 11, a las 11 horas y 11 minutos. O los hay que lo comienzan no bien termina la Epifanía, el 6 de enero. En otros lugares es tradición comenzarlo el jueves anterior al Miércoles de Ceniza, y lo denominan Jueves Graso, como sucede en Italia. En algunos países donde el carnaval está muy arraigado como celebración popular, ya alejado de su significado histórico y religioso, alargan los festejos a los fines de semana del mes de febrero, y a veces el primer fin de semana de marzo.

El carnaval en los  tiempos modernos. Hoy en día, hay lugares célebres por sus festejos tradicionales y espectaculares que atraen al turista y al amante de las costumbres de cada sitio, como lo son el Carnaval de Río de Janeiro, el de Santa Cruz de Tenerife, el de Oruro en Bolivia, el de Corrientes en Argentina y en nuestra región caribeña, los de Trinidad, Curazao, La Habana, y el de la República Dominicana, con sus distintas expresiones, como los de Bonao, Cotuí, Santiago, La Vega, en el Sur, el de Cabral, finalizando con el de Santo Domingo, que cierra todos los años trayendo todas las comparsas al Malecón de esta capital.

 La celebración en los distintos lugares es de formas similares, con la presencia del desfile de carrozas, las comparsas formadas por grupos de máscaras o bailarines vestidos con un estilo que caracteriza a estas máscaras representando a distintos personajes reales o alegóricos, así como bailes de disfraces y diversión a todo dar, con los artistas y orquestas que típicamente se presentan en esta fecha o festividades.

En las fiestas del Carnaval Dominicano se aprecia en particular  la vistosidad de sus atuendos y disfraces, una mezcla muy variada por regiones y provincias de elementos y tradiciones africanas que llegaron aquí de mano de los esclavos africanos transportados al Nuevo Mundo, y también, está presente la presencia de costumbres y ropajes europeos de los amos de dichos esclavos, a su vez, colonizadores.

Se confunden en las festividades los diablos cojuelos, con sus trajes de capa cubiertos de espejos, cascabeles y cencerros, una manera de ridiculizar a los señores medievales. También, en la provincia Hermanas Mirabal (antes Salcedo) se presentan los “platanuses”, que se inician en Cotuí, así como otros disfraces netamente africanos, acompañados de un sinnúmero de manifestaciones de la creatividad popular.

En algunos lugares, como en La Vega, se estila que los diablos cojuelos persigan con vejigas para darles a los visitantes, a veces son un poco rudos, pero en general, la idea es todo lo contrario, pues es para divertirse y reír… En estas bacanales fiestas, suena siempre la composición de Luis –Terror- Días “Baila en la calle de día, baila en la calle de noche” sobre todo la interpretación del merenguero Fernandito Villalona, mejor conocido como el Mayimbe.

En este febrero no deje de conocer las diferentes manifestaciones del Carnaval Dominicano, lo que se ha convertido en una marca-país, y en puente de atracción para el turismo, la cultura y la identidad dominicana.

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