El eco que acentúa la nocividad de las redes

El eco que acentúa la nocividad de las redes

La vulnerabilidad del mundo de hoy a la mentira y la difamación que logran invadir nocivamente áreas de la comunicación social cuando falta rigor profesional en algunas esferas, quedó expuesta patéticamente en el país con el origen que tuvo en las redes sociales una reciente embestida injuriosa contra el ejercicio responsable del periodismo dominicano que luego prosperó en medios electrónicos. Se dio crédito y resonancia a una diatriba que debió generar repugnancia de solo verla en pantalla. Un espectro comunicacional utilizado impunemente se escuda mayormente en el anonimato tornándose en vehículo para el odio y la desinformación con erosiones a la convivencia, logrando complicidades, por imprudencia o mala fe, que multiplican su nocividad. Con su rapidez en difundir noticias (superior al alcance de cualquier verdad) dirigidas a causar daños o sin comprobación de veracidad, las redes están convertidas en alarmante fuente de agresiones. Versiones que surgen desde la sombra donde no existe apego ético ni procesos de elaboración de textos que velen por el mérito de los contenidos que caracterizan a los medios tradicionales, identificables para asumir consecuencias legales por cualquiera de sus actos. El auge exacerbado de estas difusiones apócrifas tienden a reafirmar como primordiales e imprescindibles herramientas de edificación ciudadana a la prensa nacional e internacional que no deserta de sus compromisos de informar con fidelidad a los hechos y declaraciones que pasa a emitir.

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Oasis de certificaciones de la realidad en esta hora crucial en que inescrupulosamente se apela a emociones, ingenuidades, iras y miedos de los destinatarios de mensajes para arrastrarlos a decisiones radicales. Un peligro real para la democracia y la paz social. Comprobado que en el pasado la difusión profusa de infundios hizo estallar conflictos bélicos y acentuado tensiones sociales. Agentes de perversidad pasaron a disponer con la internet de una contundente arma disociadora sin que existan todavía fórmulas legales para contrarrestarla eficazmente. Al contrario: las plataformas que intensifican divulgaciones han sido abiertas por las corporaciones a todo lo que por ellas quiera decirse. ¡Que Dios nos encuentre confesados!

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