Has conocido El Edén, Píndaro?” –pregunta Herminio a su entrañable amigo-… “Vivimos en un Edén del que toda una generación brotada en los alrededores de la ciudad de Santiago tuvo la suerte de ser parte… -responde Píndaro-… Un Edén que fue concebido para –siguiendo los designios del Señor- enriquecer el camino del árbol de la vida y permitir momentos de sano esparcimiento en familia, o con amigos reales y por conocer…”.
A la sombra de la imponente figura del Monumento a los héroes de la Restauración en Santiago, Herminio y Píndaro descansan sobre el frescor del mármol de la edificación e inician una reflexión ante la irreparable pérdida de doña Benilda Llenas, un ser que, junto a su esposo Alejandrito Herrera, tuvo la gran misión de crear un espacio físico que permitiera intercambios de ideas y a la vez encuentros que, sin proponérselo previamente, sirvieran para multiplicar parte de toda una generación precedente a los milenials…
“Desde lo alto del monumento –expresa Herminio-, me puedo dar el lujo de mirar al horizonte céntrico de Santiago y encontrar un punto –porque ya hoy es solo un solar baldío- en el que doña Benilda luchaba por preservar el camino del árbol de la vida… Para muchos, era la Pizzería El Edén, la primera en su género en la ciudad de los 30 Caballeros… Para otros, era un punto de encuentro en el que se hacía brotar de su tierra árboles agradables a la vista y en el que se practicaba el intercambio de ideas…”.
Mientras estas palabras resuenan como un homenaje a ese maravilloso ser humano, Píndaro permanece absorto… Parece haber fijado su mirada en un punto vivo del horizonte que le trae grandes recuerdos… Dos mesas redondas… una al lado de la otra, alrededor de ellas él y sus más entrañables amigos expresaban sus sentimientos y se actualizaban con los últimos cuentos…
“Era un centro para fomentar la fraternidad, -expresa Herminio-… la alegría, la solidaridad… Un ambiente que nos permitía poner siempre de manifiesto los valores y principios que nos inculcaban, entre los cuales estaba la familia… Al consumir una pizza, agregábamos expresiones que muchas veces servían para prender una llama de ideas de lucha intentando prevenir la debacle social de hoy día…”.
Píndaro, sigue sumido en su más profunda meditación mientras se recuerda a sí mismo en medio del huerto… del árbol de la vida y del árbol del conocimiento del bien y del mal… Aquél Edén desde el que parecía brotar un río para regar el huerto del conocimiento y el crecimiento grupal… Todavía hoy le es posible asociar el olor a las flores sembradas por doña Benilda en su Edén, con el buen ejemplo de muchos de los que allí tuvieron la suerte de citarse…
Justo al lado de Píndaro y Herminio, como buscando guarecerse de un candente sol, han tomado asiento en el refrescante mármol monumental un grupo de Santiagueros que, mientras se acomodan, sostienen sus celulares y se aprestan a usarlos antes de conversar entre sí… Ambos callan de inmediato y, sin querer, les escuchan conversar sobre el mismo tema sobre el que han venido recordando… El Edén de doña Benilda…
“Ascienda… ascienda en paz, llena de colores del amor y esencia de rosas, y pídale al Padre cuando la reciba que no se olvide de mandarnos seres como usted para este mundo, envueltos en colores y rosas que transforman corazones de piedra en corazones de barro”, leía uno de ellos en un blog en el Internet… un sentido mensaje de María Consuelo a su madre arcoíris: “Doña Benilda, no puedo llorarla… usted no se ha ido…cada arcoíris se encargará de hacernos levantar la mirada y recordarnos la gran misión de cada uno… yo solo quiero imitarla y agradecerle por enseñarnos con su ejemplo a qué vinimos a este mundo”.
“El mensaje de su amigo Simón –comenta Herminio-, nos preserva su imagen de luchadora por la preservación de generaciones:‘Cualquier otra persona se hubiese amedrentado ante la brecha generacional, pero ella no veía tal brecha… Ella era la abuela noble… Recordaba a su esposo Alejandrito con una sonrisa en el rostro, siempre enamorada, al tiempo de tararear una canción de Mijares: ‘Esta misma historia continúa, solo cambia el escenario en la escena del amor’…”
Y Píndaro sentencia: ¡Doña Benilda Llenas, un ser humano que supo construir para nosotros su Edén!”.