Vinicio Castillo Semán debutó en la curul que heredó de su hermano Pelegrín, que renunció por el Ministerio de Minería, postulando construir un muro en la frontera de 286 kilómetros con el calamitoso y costoso vecino haitiano, que El Día satirizó en su caricatura del día once de este mes.

La historia enseña que construir un muro no soluciona el propósito que lo origina, comenzando por la Gran Muralla China de seis mil kilómetros, el de Berlín, el construido en Cisjordania por la obcecación israelí de impedir la proclamación formal del Estado Palestino, el de la frontera de Estados Unidos con México, porque todos se vulneran, o con una pértiga o excavando un túnel, pequeño o grande, de acuerdo a la situación.

En el caso nuestro, un muro en la frontera se vulnera por las dos soluciones, o por el mar, en Pepillo Salcedo, por el norte, y en Anse a Pitre por el sur, de noche, como realizan sus incursiones los haitianos para robar los huevos de los bubíes en los cayos Siete Hermanos o en Alto Velo.

El eficaz muro para contener la migración haitiana consiste en cumplir con los postulados de la sentencia 168/13 que la ley 169-14, cosecha del presidente Danilo Medina, anula, con la de Naturalización, una decisión infeliz y apátrida, un oprobio, promovida por un gobernante que muestra miedo al CONEP, al Comité Político del PLD, a la OEA, al Potomac, a los transportistas que monopolizan, caotizan y chantajean a los gobiernos e imponen el monopolio del transporte de conchos y furgones, es decir, un presidente paya piccione, que traduce que su interés supremo consiste en llevarse bien con todos, o joumeyman, quien juega en varios equipos, y eso, es antinacional y antiético.