LUIS SCHEKER ORTIZ
Cuando Danilo Medina fue vencido como candidato a la presidencia por su opositor Leonel Fernández en las primarias del PLD, lanzó una frase lapidaria: El Estado me derrotó.
Danilo, considerado como el estratega más fino dentro de las filas de su partido, no le atribuyó ningún otro mérito a su contrincante y, consecuente consigo mismo, no se integró a la campaña electoral del candidato electo.
La alta diligencia trató de persuadirlo consciente de su influencia en el seno del partido, y al no lograrlo pretendió restarle importancia al hecho; pero la decisión indeclinable produjo sus efectos.
Inmediatamente se comenzó a orquestar y desarrollar una política tremebunda de socavamiento, alianzas y compra de votos, contando el recuadro de la boleta electoral con una docena de partidos minoritarios que apoyan la repostulación, y siendo denunciado por los medios de comunicación y los informes de monitoreo el escandaloso uso abusivo de los recursos del Estado como sostenimiento de una desproporcionada y costosa campaña. Todo parece indicar que el efecto Danilo hizo cundir el pánico y multiplicó el afán de ganar, a como dé lugar, la contienda electoral en una primera vuelta.