El efecto placebo

El efecto placebo

El placebo es una sustancia inocua, es decir, sin propiedades terapéuticas, que a pesar de ello induce cambios y mejoras en los enfermos al creer éstos que sí las tienen. La sustancia puede ser cualquier cosa, desde terrones de azúcar a agua coloreada: lo importante es que quien la reciba piense que puede ayudarle ya que es su mente la que desencadena el proceso curativo.

Cada vez que se realiza un ensayo clínico con un nuevo fármaco, el placebo revela su eficacia en todo tipo de afecciones. Un estudio con un remedio para la calvicie detectó que detenía la caída del cabello en un 86 por ciento de los varones; pero el placebo también demostró un magnífico resultado: un 42 por ciento de quienes lo recibieron experimentaron cómo su pelo dejaba de caerse.

En Japón, a unas personas alérgicas a una hiedra venenosa se les frotó un brazo con la planta diciendo que era inocua y el otro brazo con una hiedra inofensiva asegurando que era venenosa. Los 13 pacientes tuvieron sarpullidos en el brazo frotado con la planta inofensiva y sólo dos presentaron reacciones a la hiedra venenosa.

Un trabajo de la Universidad de Texas realizó un curioso experimento con pacientes con rodillas inflamadas y dolorosas. Los médicos anestesiaban a los pacientes, les realizaban tres pequeños cortes y fingían que operaban. Dos años después, aquellos que habían sido sometidos a una cirugía falsa sentían el mismo alivio del dolor y la hinchazón que los que realmente habían sido operados.

[b]TOLERANCIA AL DOLOR[/b]

Es en la tolerancia al dolor donde el placebo ha demostrado su mayor eficacia y donde existe una constancia documentada más antigua de su efecto, hace más de un siglo. En 1890 una mujer inglesa demandó a su médico por haberle inyectado agua en vez de morfina para aliviar sus dolores. El tribunal condenó al médico pero reconoció que el tratamiento había conseguido cesar el dolor de la dama.

Lo que ni el tribunal ni el propio médico sabían es que probablemente era una droga similar a la morfina la que consiguió ese efecto, aunque no fue necesario inyectarla ya que fue la mente de la paciente la que la produjo. Cuando esperamos ser curados, el cerebro libera sustancias opiáceas como las endorfinas.

Sin embargo, cada vez son más los científicos que aseguran también que hay otros mecanismos implicados. Uno de ellos es el psiquiatra Irving Kirsch, de la Universidad de Connecticut, una de las mayores autoridades mundiales en el placebo. Según el doctor Kirch, los tratamientos médicos que se reciben durante la vida son condicionantes que generan una respuesta instantánea e inconsciente en forma de expectativa de alivio. El cerebro procesa esa información y la transmite a todo el organismo de múltiples maneras. Aunque más que de transmisión habría que hablar de interacción entre los sistemas neurológico, inmunitario y endocrino.

Este especialista asegura que entre un 55 y un 60 por ciento de los casos, el placebo presenta una eficacia similar a la mayor parte de los medicamentos activos en el tratamiento del dolor. Lo mismo puede decirse al comparar el placebo con fármacos indicados en una amplia variedad de enfermedades.

Un estudio del Instituto Médico Mente Cuerpo, de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, revela que “el placebo ejerce beneficios clínicos entre un 60 y un 90 por ciento de enfermedades, incluyendo la angina de pecho, el asma bronquial, el herpes simple y la úlcera duodenal”.

[b]CREENCIAS DEL MÉDICO[/b]

Un estudio dirigido por uno de los autores que más ha investigado sobre las relaciones entre la mente y el cuerpo, el doctor Herbert Benson, destaca que el efecto placebo se debe a tres factores: las creencias y esperanzas positivas por parte del paciente, las creencias y expectativas del médico o profesional de la salud, y la relación entre ambos.

Curiosamente, cuando se habla del efecto placebo casi siempre se menciona al paciente como único factor. Sin embargo el papel del médico es fundamental en el proceso curativo.

[b]ALERGIA Y ASMA[/b]

La alergia y el asma son dos de las enfermedades cuya evolución está más vinculada a los factores psicológicos que afloran con el placebo. Un experimento con niños asmáticos comprobó que si se les hacía oler vainilla al mismo tiempo que se les administraba un broncodilatador, al retirarles el fármaco la vainilla conseguía los mismos resultados que el fármaco en uno de cada tres casos.

Las alergias son un ejemplo claro de enfermedad debido a factores etiológicos de distinto tipo En la alergia, un antígeno produce una reacción del sistema inmune, que también se ve alterado por las emociones. Los dos factores influyen aunque los científicos no saben en qué medida lo hace uno u otro.

[b]CÁNCER[/b]

El escritor y científico Larry Dossey tiene recogidos numerosos ejemplos de cómo los experimentos realizados por médicos que creían en la bondad de un fármaco mostraban mejores resultados que los de quienes no confiaban en él. A raíz de estas divergencias, el doctor Dossey se plantea si podemos fiarnos de los ensayos clínicos, incluso los de doble ciego, en los que ni el paciente ni el investigador sabe qué grupo está siendo tratado.

Larry Dossey reconoce que la mejor de las situaciones para la curación es que la confianza en la terapia sea compartida tanto por el médico como por el paciente; y la peor más habitual de lo que debiera , cuando ninguno de los dos cree en ella. “Dos conjuntos de creencias negativas asegura pueden llegar a deformar los resultados de la terapia, que puede acabar convirtiéndose en un verdadero desastre terapéutico”.

Emociones como el estrés y la ansiedad deprimen nuestro sistema inmunitario, al igual que la depresión. Un reciente estudio de la Universidad de Ohio ha revelado que las personas deprimidas están expuestas a un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y, en el caso de los hombres, incrementa el riesgo de muerte por cualquier enfermedad. Por el contrario, la confianza en el tratamiento aumenta las perspectivas de curación.

[b]AMOR CURATIVO[/b]

Y es que el efecto placebo no sólo tiene lugar cuando se ingiere una pastilla. Nuestro organismo cuenta con mecanismos para sanarse o desterrar el dolor cuando nos sentimos atendidos o acompañados. Según un experimento de la Clínica Mayo de Rochester, aquellos pacientes que consiguen mantener el apoyo afectivo que necesitan pueden soportar dolores más intensos. La investigación se realizó con mujeres con cáncer de mama o algún tipo de tumor de naturaleza ginecológica y en todos los casos se pudo establecer el vínculo entre sus relaciones y la tolerancia al dolor.

El amor que se recibe en momentos de necesidad no sólo está relacionado con la resistencia al dolor sino también con la supervivencia. La esperanza es también un poderoso sentimiento capaz de afectar a la evolución del tumor. Una investigación realizada por el Instituto de Investigación del Cáncer y del Hospital Royal Marsden de Londres detectó que los sentimientos de desesperación e impotencia ante un cáncer están estadísticamente relacionados con un peor pronóstico de la enfermedad.

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