Una causa de dolor emocional en estos casos es la falta de despedida
Probablemente la pérdida de un ser querido sea una de las experiencias más dolorosas y profundas que pueden vivir los dolientes que aman a un ser querido, por lo que resulta sumamente difícil poder explicar o dimensionar en palabras, el impacto y sufrimiento que implica este proceso en quien lo está viviendo, así como también el intento de brindar consuelo adecuado en esos momentos. Pero en el caso de una muerte inesperada o accidental, la sorpresa del golpe que no se ve venir puede hacer el proceso de duelo, ya de por sí doloroso, todavía más complicado.
En el caso de la muerte imprevista como puede ser un infarto o un accidente fatal, el hecho se toma por sorpresa, por lo cual es contundente, conmociona, abstrae de la realidad y para muchos, marca en sus vidas “un antes de y un después”.
En muchos casos en que esto ocurre, la persona que fallece tal vez deja muchos pendientes, muchos diálogos sin decir, experiencias por compartir, quizás proyectos y muchas veces también, situaciones sin resolver, mismas que, para los dolientes cuantos más sean los pendientes, más difícil será elaborar el duelo.
Cuando llega la hora de enfrentar algo así, es mucha la incertidumbre y la angustia que toca aprender a manejar, y la voluntad para canalizar nuestra impotencia, ya que eso lleva a que inicialmente no se pueda aceptar la situación y vivíamos bajo una negación que no permitiría superar correctamente el proceso de duelo.
Una de las causas de dolor emocional en casos de muerte inesperada es la dificultad de asimilar que no ha habido una despedida premeditada. Los casos de enfermedades que se prolongan en el tiempo, aunque también tienen sus contras, permiten prepararse mentalmente, despedirse del ser querido que se va y poder afrontarlo con mayor entereza.
Perder a una persona de la noche a la mañana, sin ningún aviso previo, hace imposible que pueda darse una despedida en consonancia.
Tal como en otros procesos de duelo, es importante aceptar que una buena compañía puede ser el mejor tratamiento.
Alguien realmente cercano, que muestre empatía y que acompañe el dolor desde una relación madura, con quien poder expresar abiertamente emociones y ante el que no haya reparos en llorar o mostrar el dolor tal como se siente.
A veces solemos frente una muerte repentina, pensar una y otra vez en lo que “hubiera, podría o debería” haber sido (conocido como el sesgo retrospectivo).
La recuperación emocional comienza cuando vas superando las preguntas acerca de lo que hubieras deseado que fuera distinto, mejor y más. Es importante que seamos objetivo y veamos con honestidad -tanto lo bueno como lo malo- de nuestra relación con ese ser querido o amigo para que logremos sanar.
*la autora es psicóloga clínica