El egoísmo de la complicidad

El egoísmo de la complicidad

Los dominicanos hemos ido perdiendo la capacidad de espanto y de repudio a las conductas delincuenciales que ocurren en muchos niveles del abanico social, que ya la indiferencia domina las acciones, en donde la coraza de egoísmo de preocuparme de lo mío, les damos las espaldas o cerramos los ojos a tantas barbaridades que escandalizan al país.

Un escándalo sucede al otro. Ya no hay tiempo para digerirlos y cada quien está encerrado en las burbujas de sus intereses y necesidades. Se le pone poca atención a una situación que ha carcomido el cuerpo social de la nación y de forma peligrosa, que hasta las instituciones más respetadas del pasado están ahora corroídas por las acciones de sus integrantes que la desprestigian y colocan al país en un sendero del derrumbe moral, en donde la familia lleva la peor parte al derrumbarse los valores morales más trascendentales.

El presidente Fernández, en su comparencia del día 27 de febrero ante la reunión conjunta de las cámaras legislativas, planteó severamente la situación de complicidad y sentenció su firmeza para hacerle frente a una semilla que ha germinado en los cuerpos castrenses y policiales, deshonrando lo que antes se entendían eran la salvaguarda del orden y la paz.

Ya la Marina de Guerra, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Policía Nacional exhiben en sus banderas tremendas manchas, fruto de la codicia de algunos de sus miembros, que con magros ingresos y con armas legales en las manos, han optado para confabularse y cometer toda clase de fechorías y así poder sobrevivir ante el desafío de una economía implacable que sumerge al país en la pobreza.

El hecho de que patrullas militares o policiales se confabulen para hacer labor de sicarios a los narcotraficantes, demuestra lo corrompidas que están las instituciones, pese a los rigurosos entrenamientos, adoctrinamientos y disciplina a que son sometidos los dominicanos que optan por una carrera militar o policial. Y esa creciente debilidad por el dinero fácil, que como una epidemia afecta a los uniformados, es el medio por el cual los delincuentes civiles, en especial los del narcotráfico, encuentran una mano de obra barata y disponible para ayudarlos en su labor de envenenamiento de la sociedad y afecta a todos sus niveles las instituciones. Todo por ese proceso delincuencial por la atracción en el ejemplo de lo que ven en sus vecinos y amigos, que demuestran su bienestar del dinero fácil, con gasto disoluto y nivel de vida extravagante.

Enfrentar ese mal social, que carcome las instituciones armadas, debería ser una labor de todos, pero hay un egoísmo con una indolencia muy acendrada en que tan solo nos horrorizamos con el escándalo que ocasiona el conocimiento de cómo hay tantos involucramientos en hechos en que los civiles llevan el comando de la ilegalidad con sus carteles y canales de distribución de las drogas, permeando a muchos conduciendo a situaciones delicadas como la matanza de Paya, donde indudablemente fue una acción militar al ser contratados para el exterminio de los extranjeros ilegales que habían llegado al país por sus indefensas y pocos vigiladas costas sureñas.

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