Enmencio vivía muy bien. Se la pasaba entre el casino y los cafetines dándose vida, como decía. Bailaba, brindaba, comía, bebía sin que nadie supiera el origen de tanta bonanza, tanto disfrute, tanto dispendio, si él ganaba igual que otros empleados quienes no exhibían tal derroche de buena vida, como él decía.
El secreto de aquel tren de vida comenzó a ser avizorado cuando un amiguito le pidió un vaso de agua “bien fría, la más fría” a una de las hijas de la casa. Cuando la joven le entregó el vaso con el agua, el visitante entendió por qué el líquido estaba caliente: se llevaban la nevera por falta de pago.
Ese fue el primer paso, la primera nueva posición, el nuevo hoyo en la correa para ocultar la disminución de los recursos que provocaba una crisis difícil de aceptar, puesto que a lo único que se acostumbra el hombre de inmediato es a la bonanza.
Había comenzado súbitamente, el declive de un estilo de vida que no se podía sostener, que la relación ingresos-gastos se distanciaba cada vez, puesto que los ingresos se mantenían y los gastos aumentaban constantemente.
En la escuela nunca pudo entenderlo. Todos sus esfuerzos fueron puestos en repetir una y otra vez los ejercicios que en buena hora y con mejor intención, le ponía el profesor para que aprendiera la sencilla pero importante ley del equilibrio económico.
Nunca aprendió que la relación ingresos y gastos, para que le sobrara algo para ahorrar, para disfrutar necesitaba equilibrio. Siempre andaba lo comido por lo servido hasta que decidió usar el crédito del que hablaba su compadre Pedro Juan.
¡Qué bueno era el crédito! Había encontrado la inteligente fórmula de su compadre: completar con préstamos lo que le faltaba para cumplir con sus obligaciones familiares, personales y de atenciones a sus amigos. Mientras Enemencio conseguía préstamos con don Bindo entendía y pregonaba que el crédito era la salvación del mundo, el mejor agente para el desarrollo personal, la buena vida, el buen trago, el desempeño elegante.
En una palabra, decía, la buena vida es buena y el crédito es una forma de hacer buena la buena vida y continuaba buscando y obteniendo préstamos, hasta que un día no pudo pagar y tomó un préstamo para pagar un primer préstamo invertido en no se sabe cuál borrachera, préstamos que se tomaban para un fin y terminaban invertidos en sal para echar en el agua del mar.
A poco Enemencio cobraba y pagaba tantos intereses que el dinero no le alcanzaba y volvía a comenzar de nuevo: préstamos sobre préstamos, sobre préstamos hasta que no tuvo dinero para pagar intereses y vivir.
Enemencio no es la República Dominicana…pero lo parece.