El ejercicio en la adolescencia previene el cáncer de mama

El ejercicio en la adolescencia previene el cáncer de mama

Cuando se tienen 15 años resulta difícil pensar que cualquier actividad que hagamos a esa edad pueda tener consecuencias en la edad adulta. Ni siquiera en lo que se refiere a la salud. Sin embargo, las evidencias más recientes demuestran que así es. Concretamente, los últimos datos aseguran que hacer ejercicio durante la adolescencia permite reducir hasta un 30 por ciento el riesgo de desarrollar un cáncer de mama en el futuro.

No es necesario machacarse en el gimnasio, bastan unas pocas horas a la semana para ir creando una especie de “defensa biológica” que prevenga la aparición de esta patología años después.

No es la primera vez que los investigadores en el campo de la oncología alaban las ventajas del ejercicio físico ni sus posibilidades para reducir la exposición a las hormonas femeninas (estrógenos). Estas sustancias, como el estradiol o la progesterona, pueden llegar a estimular el crecimiento y desarrollo de las células cancerosas, dando lugar a la formación de un tumor.

Pese a esta acumulación de evidencias en su favor, es la primera vez que se valoran los aspectos preventivos del ejercicio con un lapso de tiempo tan largo. Científicos de la Universidad de Southern California, aseguran que esta protección es especialmente destacada durante la llamada “edad del pavo”, muchos años antes de que el cáncer comience a ser una preocupación real para estas chicas.

El mecanismo que se encuentra detrás de esa reducción del 30-35 por ciento en el riesgo también tiene que ver con las hormonas. Según explica la directora del trabajo, la doctora Leslie Bernstein, el entrenamiento moderado interfiere con la ovulación mensual de la adolescente, lo que equivale a una menor producción de estrógenos.

«En esta etapa de la vida, cuando se están formando las células ductales de la mama, la reducción de estas hormonas tiene un efecto protector», explica Bernstein. Estas células, que producen la leche materna después de la gestación, son precisamente las que con más frecuencia se tornan cancerosas.

El estudio encontró que las mujeres que habían practicado deporte con más frecuencia –incluso sólo una hora semanal– eran menos proclives a padecer la enfermedad. Sin embargo, no se observó una relación lineal, es decir, un mayor nivel de ejercicio no se relacionó con un mayor nivel de protección. La única excepción que se apreció en la investigación fue la de aquellas mujeres con antecedentes familiares de cáncer, en este subgrupo de participantes, el ejercicio no mostró el mismo efecto preventivo que en el resto de sus congéneres, independientemente de las horas que hubiesen dedicado en su adolescencia a practicar deporte.

Los investigadores, que han publicado su trabajo en uno de los últimos números de la revista ‘Cancer’, admiten que se trata de resultados demasiado preliminares, pero confían en que cualquier esfuerzo reduzca la ovulación adolescente.

El ejercicio físico y el mantenimiento de un peso normal son de los pocos factores de riesgo del cáncer de mama que pueden ser modificados, razón por la que se han convertido en el caballo de batalla de la Organización Mundial de la Salud y otras organizaciones internacionales (como la Sociedad Americana de Cáncer) para luchar contra esa enfermedad.

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