El senador y secretario de organización del PLD, Félix Bautista, pasará a los anales de la justicia dominicana como una figura tan emblemática que provocó la mayor ola de cuestionamientos públicos al sistema judicial y puso a pelear al presidente de la Suprema Corte de Justicia y al procurador general de la República, ambos del mismo partido en el poder.

Tuvo la virtud de dividir la opinión pública en dos: un reducido sector que por temor al poder, por favores políticos o económicos recibidos, condición de “bocinas”, o por equivocación, lo defienden junto al cuestionado dictamen de No Ha Lugar del juez especial, Alejandro Moscoso Segarra.

El otro sector lo constituye: las iglesias católica y protestantes, la cúpula empresarial, la sociedad civil, distintas organizaciones políticas, sindicales, sociales, culturales, ciudadanos de distintos estratos sociales y los que aspiramos a un país decente donde se castigue la corrupción.

Pese a las reiteradas acusaciones de lavado de activos y de corrupción administrativa del Ministerio Público, Bautista ha rehuido llegar a un juicio de fondo en el cual, con la ilustre e influyente barra de defensa que tiene, se supone podría demostrar que las acusaciones en su contra son falsas.

Pero él, como hombre de Estado, poseedor de una de las más grandes y vertiginosas fortunas acumuladas en un tiempo récord a la sombra de un cargo oficial de poca monta, prefiere seguir evadiendo, en base a mamotretos jurídicos, la confrontación de los hechos que se les atribuyen.

Lo peor de todo es que, Félix Bautista, tiene la posibilidad de volver a convertirse en Rey Midas de un futuro gobierno peledeísta. Solo que en provecho personal.