El embudo de la autopista de Las Américas

El embudo de la autopista de Las Américas

Todos los que viajamos al Este del país, en viaje de recreación, negocios, visitas y transporte de mercancías, sufrimos las consecuencias perturbadoras que ocurren en el tramo de Boca Chica a la entrada al Aeropuerto Internacional con los tapones de la tarde y prima noche en ambas direcciones este-oeste.

 Ya no hay un día en el calendario que, después de transitar a buena velocidad desde el moderno e impresionante puente sobre la cloaca del ex río Higuamo hasta llegar al semáforo a la entrada oriental de Boca Chica, se inician los trastornos de tránsito, ocasionando grandes retrasos, dependiendo de qué fin de semana del año se trata, ya que en algunos aumenta el volumen vehicular y provocador de un lento desplazamiento hasta llegar al peaje. La fluidez en el tránsito se restablece después de cruzar el peaje.

 Esa zona de la autopista de Las Américas,  de unos seis kilómetros de largo, desde la entrada al Puerto Modal Caucedo hasta el semáforo de  Boca Chica, ha experimentado  un extraordinario crecimiento con la exitosa operación del puerto, incremento de las operaciones del aeropuerto  Internacional y los atractivos de Boca Chica, en que cientos de personas ha optado por vivir  en las cercanías de  sus centros de trabajo. En consecuencia Andrés y Boca Chica son los lugares para encontrar  la vivienda que necesitan aparte de los servicios colaterales, empresas, comercios que originan asentamientos humanos de cierta magnitud.

 El Ministerio de Obras Públicas, y Codacsa originalmente, han estado haciendo algunos trabajos de ordenamiento vial como la construcción desde hace algunos años del muro divisorio tipo New Jersey, así como añadir más espesor a la capa de asfalto.

 Ahora ese ministerio,  después de la rescisión del contrato de los peajes, ha estado interviniendo  las dos franjas laterales que permitiría evitar invasiones  a la vez prepararla  como ruta de desahogo de los domingos.

 Pero la solución, con la previsión de que el flujo de tráfico continuará aumentando como se comprueba en la actualidad, es estudiar la factibilidad de construir  un elevado estilo de la avenida 27 de Febrero, que con más de tres kilómetros de largo, ha sido la solución  correcta de un problema vial que se sufría a medida que la ciudad iba creciendo desmesuradamente.

 El elevado propuesto se iniciaría unos 100 metros antes de la entrada  al Puerto Modal y se prolongaría por unos 5.5 kilómetros hasta 100 metros después del semáforo de la entrada oriental de Boca Chica. Se eliminarían con este elevado los tapones dominicales y hasta los vespertinos  de cada día, de manera que lo planeado para que los turistas que lleguen a los resorts  del Este, ahora con la Autopista del Coral a mitad de funcionamiento, se desplacen con seguridad y comodidad a la capital para disfrutar de su historia colonial, de centros comerciales de calidad y disfrutar de espectáculos artísticos  de primera y el deleite  de las buenas comidas de los restaurants que abundan en la zona colonial y en el polígono central. 

 El elevado de Andrés es ya una necesidad y las incomodidades de los usuarios de la vía, así como los residentes de Andrés y Boca Chica, tendrían un alivio notable ya que la cantidad de accidentes que se registran cotidianamente son alarmantes, en especial por los provocados por los desaprensivos motoristas que  ahora la AMET quiere meterlos en cintura en una agresiva acción de control que se vaticina como un infructuoso esfuerzo.

 No hay dudas que las diligentes empresas  brasileñas, que andan con sus préstamos bajo el brazo y a cada momento se le están otorgando contratos para la construcción de vías, podrían ocuparse de este trabajo, pequeño  en comparación a otros que se llevan cabo en el este y en Santiago.

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