El encanto del poder

El encanto del poder

TONY PÉREZ
A veces los públicos son impredecibles. Después de un desfile de personalidades de la televisión, nadie pensó que el soberano permitiría un minuto más a de ponentes de otros ámbitos de la comunicación.

Pero sí. La audiencia que asistió la noche del primer jueves de junio al panel sobre cobertura electoral  organizado por el Colegio de Periodistas, había renovado los ánimos, aunque a mitad de juego ya no había cámaras ni grabadoras de reporteros de radio y periódicos en el área.

Quizás por eso relampaguearon en mi mente estas preguntas: ¿Cuántas grandes noticias se habrían perdido los medios por falta de coberturas completas? ¿Acaso las grandes noticias se fabrican a partir del primer asomo de los hechos? ¿Qué habría pasado si al final de la jornada el último de los expositores o alguien del público hubiera muerto de un infarto? Me repuse sin embargo y entendí que allí no se esperaba el gran fallo de la Cámara Contenciosa de la Junta Central Electoral, ni nada parecido, como para desafiar el cansancio del día y terminar con una nota informativa intrascendente para los medios donde trabajan.

Fernando Hasbún había relatado su experiencia en CDN, SIN yUnivisión y hasta habló de las gestiones palaciegas para, según él, “fulminar” periodistas suyos de la fuente.

Consuelo Despradel había fustigado al gobierno y al Presidente porque para ella no sólo tienen dominio del sistema mediático nacional sino que lo pusieron al servicio del PLD para manipular a los electores y ganar las elecciones. Alex Jiménez, quien sugirió el panel, según la presidenta del CDP, siguió la misma línea y llevó su texto preparadito.

Fue tan ardiente que la potencia de su voz multiplicada por el micrófono de alta fidelidad le quedó grande al recién inaugurado salón, apto para no más de sesenta personas.

Terminó diciendo que él fundó su periódico para decir lo que otros callan. Y, distanciándose del podio, lo mostró orgulloso en las páginas que contenían historias inéditas sobre supuestos delitos electorales.

José Campusano, de Telemicro, y Napoleón de la Cruz, de Telecentro, aliviaron la tensión, hablaron en tonos más suaves.

 El primer reportero enfatizó en la falta de colaboración que sufren algunos jueces electorales lunáticos.

El segundo resaltó la eficiencia de su medio en la cobertura de las elecciones. Tras una aplaudida andanada de críticas contra el oficialismo palaciego y electoral, por parte de tres de los cinco expositores que habían agotado sus ponencias, llegó mi turno.Y esta fue mi frase de ataque que, inesperada e irreverente para algunos, zafó de un tirón la seguridad de los demonios.

Afirmé: “El principal enemigo de un periodista no es el Presidente ni el gobierno de turno; es otro periodista”.Hubo un murmullo casi tenebroso. Luego, desde el público se oyó un grito seco de la sesuda Elsa Expósito: “¡No, no estoy de acuerdo!” Quizás pensó en una generalización, que no lo era. Admito que la sana espontaneidad de la veterana de los diarios amenazó mi concentración focalizada primero en el desafío de mantener despierto al valioso público y, segundo, esbozar mis ideas amén de espinosas. Pero me repuse. Quise pensar que ella sería mi aliada condicional pues no le conozco reacciones de mala fe ni mucho menos de chantajista como se estila en algunos escenarios de nuestro mundillo.Retomé el pulso y esbocé algunas de las razones que justificarían mi afirmación original.

Tres minutos y medio después de comenzar, pasadas las diez, la presidenta del Colegio me apuró un papelito doblado en el cual me instaba a terminar rápido.

 Sí, el papelito de siempre, resguardo implacable contra la falta de planificación de los tiempos en las actividades organizadas en estos países nuestros. Sin olvidar la obsolescencia del agotado modelo de gestión de la información que vuelve rutinario al periodismo, resalté el gran problema que ya se hace histórico: la guerra fratricida entre periodistas del poder (poderes del Ejecutivo, Congreso, Justicia, JCE, de los partidos grandes, poder de la corrupción).

Unos y otros se han emocionado tanto que han sucumbido al encantamiento de los poderes. Mientras se rasgan las vestiduras, se han convertido en los perfectos aliados de los políticos, a quienes no tocan ni con una pluma de ganso.

Los periodistas de los poderes dejaron guardado en el armario el traje ético que, independiente de las simpatías, les ayudaría a ser adversarios naturales del poder para evitar la contaminación informativa.

El espejo para la autocrítica se rompió y fue sacado de su mapa.

También la necesaria conciencia de brindar a los perceptores no lo que se cree que quieren, sino lo que necesitan para vivir mejor cada día.

La información urgente está en extinción porque lo ha querido el pontificado de la comunicación.

Es tiempo de la propaganda disfrazada. Y de enemistades periodísticas.

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