El “encuentro” entre Edipo y La Virgencita

El “encuentro” entre Edipo y La Virgencita

El comportamiento edípico puede ser una fantasía de retorno al seno materno.

En una misa del noveno día, el sacerdote habló del ejemplo de paternidad de fuera mi amigo difunto. Contó allí lo que le advirtiera el rector del orfanato al cual visitaba: “Padre, no les hable de Dios Padre a estos niños, porque ellos no entienden lo que es un padre, o tuvieron malos papás”.

Creo que este es también un importante tema de exploración para nuestros psiquiatras e investigadores del machismo. Especialmente, en una sociedad en la que más de en una tercera parte de los hogares está ausente la figura paterna, o la madre es jefa del hogar.

¿Cuánto incide este hecho en la relación del niño con la madre? ¿Aumenta o aminora esta circunstancia los comportamientos “edípicos”? ¿Cómo se transfiere, luego, esta distorsionada afectividad a la novia o esposa?

Los traumas de infancia dificultan confiar y dar afecto a otras personas sin exigir condiciones extremas de lealtad al otro (especialmente a “la otra”).

Puede resultar rentable para psicólogos, teólogos, estudiosos y profesionistas, buscar en la masiva devoción a “la virgen”, típica de Latinoamérica soportes emocionales a la pobreza en general, como también a la personalidad agresiva y la conducta delictiva de variados tipos, como destacó detalladamente en “La Virgen de los Sicarios”, el colombiano Fernando Vallejo.

En los contextos latinoamericanos de pobreza y de cambio sociocultural permanente, la violencia y la descomposición familiar y social están presentes siempre. La madre soltera o abandonada, obligada a sustituir al padre en varios aspectos del rol paterno, tiende a consentir y sobreroteger de manera excesiva a sus varones.

Pero también de “encomendarlos a los santos” porque no pueden librarlos de las malas compañías en el ambiente barrial. Y los inducen a formas de devoción a la virgen, especialmente para librarlos de situaciones de peligro. El macho también aprende a sustentarse en exceso en la “madre-virgencita” en que convierte a su pareja.

Convendría explorar la posible creencia popular de que: Dios (padre) no ama tanto a los niños abandonados de sus papás.

En cuyo caso, Jesucristo, el hijo de Dios padre, podría ser tan solo un posible camarada. Pero la estrella de este drama parecería ser la virgen, prolongación de su madre. Que son, ellas, ambas, santas y amorosas.

Dando por uno de sus resultados, que cuando esas expectativas fallan, la joven esposa está en probables condiciones de especiales riesgos: su hombre puede ser muy propenso a reacciones violentas cuando se siente emocionalmente vulnerado.

¿Es siempre posible encontrar una mujer que sustituya “satisfactoriamente” a su madre?
El comportamiento edípico puede ser en estas circunstancias una fantasía de retorno al feliz seno materno. Toda ruptura con ese idilio puede ser extremadamente perturbadora.

“La virgencita” podría ser un “espíritu consolador”, especie de Espíritu Santo femenino. Más cercano emocionalmente a los pobres y a los huérfanos y a las mujeres maltratadas o abandonadas.

Lo cual haría más entendible la creencia católica de que Dios padre haya permitido una mediadora con el cielo para salvar esos vacíos existenciales y espirituales. Especialmente de huérfanos y pobres.

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