Herminio y su alter ego, Píndaro, se han visto comprometidos a hacer un viaje de varios meses por motivos familiares y, como todo en la vida, han tenido que revestirse de una coraza y poder así interiorizar y asimilar sus sentimientos sin afectar a los demás… La mañana ha sido su cómplice mientras buscan la paz en la claridad del amanecer… Mientras aprovechan el sonido del viento y el trinar de una variedad interesante de pájaros que por igual dan la bienvenida al amanecer, ha sido una sorpresa el encontrarse casi a la misma hora y con ruta similar a una figura que, indefectiblemente, se hace acompañar de una perrita que disfruta del verdor y el rocío de los patios frontales del vecindario… Ella lo mira continuamente… Él le corresponde, estableciendo una comunicación que proyecta aquella fidelidad que hoy no parece tener mucha vigencia… El brillo de sus ojos se entrecruza como si los mensajes parecieran marcar el resto del día…. Es precisamente ese reflejo que ha hecho que tanto Herminio como Píndaro aceleren el ritmo de sus pasos para así establecer una comunicación más abierta y directa.
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“¡Hola! –exclama Píndaro, y le cuestiona de inmediato-… ¿Vive por aquí cerca?”… “Así es… Es la forma que he encontrado de hacer que mis mañanas tengan un sentido lógico de lo que he planificado desde anoche –responde sin siquiera alzar su vista-… Siempre tengo por costumbre hacer que el inicio del día tenga vida para mí y no tenga yo que dedicar parte de mi primer compromiso asumido… De yo no hacerlo así, mi productividad va a bajar considerablemente… Es una inmensa tranquilidad el poder decir al final del día que he logrado lo que, como un compromiso propio, he planificado en mi subconsciente… anoche, por ejemplo –comenta-, tuve la oportunidad de hacer una introspección y valorar la posibilidad de iniciar un proyecto personal y de vida que, de no haberle dedicado ese tiempo, quizás en muchos años no me hubiera dado la importancia para siquiera pensarlo, -agrega el caminante-“.
Herminio, que ha visto cómo Píndaro se ha interesado en esa figura a quien aún no conocen más que de esta caminata diaria, aprovecha y le cuestiona: “¿Acaso no está usted, mientras camina con su perrita, alimentando sueños que puedan ensimismarle en un posible limbo emocional?”… El enigmático vecino, haciendo gala de una escudriñadora y profunda mirada, vira su cara hacia aquél que le ha cuestionado y le responde: “Es que si no me doy este tiempo, al igual que me lo doy todas las noches para pensar en mí, ese tiempo al que llamas limbo emocional será de otros… El hecho de darme tiempo me da la ventaja de crear valor para mí y para mi tiempo”… En eso, Herminio recibe un flechazo del tiempo y retrotrae una valiosa experiencia creativa de hace ya cerca de cincuenta y tres años cuando, haciendo lo mismo que el nuevo vecino, tuvo la osadía de presentar en un Festival de la Canción una composición musical a la cual bautizó como “¡Llena de vida tu tiempo!… La esencia es hacer tuyo, y solo tuyo, ese tiempo mañanero… Eso te va a dar un impulso inesperado para el resto del día…”.
“A propósito –le interrumpe el caminante, mirando con un gran cariño a su perrita-… Es triste ver cómo muchos de nosotros lo primero que hacemos es agarrar nuestro celular y demostrando, desde muy temprano en la mañana, que esa esclavitud que hemos fomentado tiene preeminencia sobre todo lo demás… Estamos dependiendo de ese dispositivo, en lugar de permitirnos interiorizar y fortalecer nuestra relación interior”… Es ahora Píndaro, quien exclama: “¡Facilita tu ser a la adaptación de tu nuevo día!… ¡Déjate ser tú!… ¡Permite que ese tiempo sea de valor!… ¡Conviértete en dueño de tu tiempo, al menos al inicio de cada día!”.