El enredo de Pueblo Viejo

El enredo de Pueblo Viejo

         Uno de los principales problemas de la justa reclamación que hace el país a la Barrick, para que las ganancias del oro de Pueblo Viejo sean repartidas desde ya mismo de manera más equitativa, es que mucha gente que opina al respecto tiene un hacha que afilar.

         Por un lado, hay un grupo de pseudo-ambientalistas irracionales a quienes no puede negárseles que cualquier actividad minera es disruptiva al entorno. Pero igual pasa al hacer una tortilla, que resulta imposible sin romper el huevo. Sin minería de metales la vida moderna sería impensable. Es un mal necesario cuya práctica requiere supervisión estricta según las mejores normas internacionales.

         Cerca de estos activistas verdes, está una serie de políticos y periodistas acostumbrados a que cualquier actividad de lucro significativo les deje caer alguna borona, para tener entonces motivos y razones para ver su lado bueno. El chantaje y la extorsión mediáticos no son nada nuevo y quienes lo practican ni siquiera se molestan en disimularlo.

         Lo que a mi más me asombra es la inmensa escasez de opiniones independientes y sensatas, capaces de entender tanto el punto de vista de la Barrick, en el que hay mucha razón, como también el del Gobierno, en el que hay mucha justeza. Se trata efectivamente de dos socios en desacuerdo sobre un detalle de un negocio que debería ser igual de bueno para ambos.

         El cuco de que en caso de irse a un arbitraje internacional la República Dominicana no tendría suficientes recursos para pagar si pierde, es risible. Ya hemos perdido antes casi todos esos pleitos de modo que las probabilidades están a favor nuestro, siempre que sepamos echar el pleito lealmente. No me parece que el ruido que ocasione dilucidar el reclamo del país pueda dañar la reputación dominicana en el exterior ni afectar el clima de inversión sino al contrario: una nación que recurre a la ley para resolver sus problemas es más confiable que otra donde se expropian o se nacionalizan empresas foráneas.

         Barrick posee innumerables atributos positivos y me apena ver su imagen tan deteriorada. Como socio del Estado, no debería serle tan difícil llegar a un acuerdo amistoso, para evitar que ocurra como en Australia, en Noruega o en los propios Estados Unidos, donde se han establecido impuestos a las ganancias excesivas sin que ningún santo caiga del altar.

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