El Episcopado frente a la crisis

El Episcopado frente a la crisis

El pasado jueves 27 los medios de comunicación se hicieron eco de la acostumbrada pastoral de Adviento de los obispos católicos que esta vez impactaron en el sentir popular por la dureza de su contenido y la forma decisiva que presentaron las razones de la crisis que abate al país, que lo empujan hacia un destino de dudosos resultados para la institucionalidad.

Los obispos católicos destacaban los factores que han llevado al país al descrédito y las dudas de su viabilidad como Nación, que ya obligaron a Estados Unidos a enviar por 24 horas a un subsecretario de Tesoro, el cual agotó una apretada agenda de la cual externó muchos pareceres destinados a que el gobierno enmiende su sendero de errores y de ambiciones y se dedique a gobernar por el bien común.

Los obispos católicos, como es tradición en Adviento, emiten una pastoral en donde resaltan los problemas del momento en un mensurado lenguaje eclesial, y que esta vez tuvo la valentía de destacar lo inconveniente de una repostulación del presidente Mejía, que sin duda, es uno de los factores que agranda la crisis, reflejada en la severa inflación que nos abate y una quiebra continua de profesionales, comerciantes empresarios y agricultores.

Los obispos, nacidos todos en las entrañas del pueblo, por sus orígenes, muchos muy humildes, se elevaron al solio obispal en base a sus capacidades, sensibilidades y dedicación a sus feligreses, se han convertido en los últimos años como el sector más confiable y de mayores esperanzas para los dominicanos que ya desconfían de todos los grupos, ya que casi todos se han ido manchando con acciones negativas que llevan estampados el sello de la corrupción. Solo queda la Iglesia como la tabla de salvación, donde los dominicanos tenemos la esperanza de amortiguar los males terrenales de los políticos en vista de cómo se ha destruido la economía y tranquilidad familiar. La desesperación va de manos de la incertidumbre, empujándonos a todos hacia una angustia que podría degenerar en la ingobernabilidad, y a otros empujarlos hacia la autoeliminación física por no poder hacerle frente a la pobreza que han sumergido a millares de familias por causa de una incompetente administración pública.

El pesimismo nos cubre con su manto nefasto, pero cuando surgen documentos como la reciente pastoral de los obispos, entonces hay un rayo de esperanza de que no todo está perdido, y aun cuando nos empujen hacia un sendero de los imponderables cívicos, hay la certeza de que un sector está preocupado y puede dictar a las pautas y normativas para sacar lo mejor de los dominicanos para imponernos sobre los aquellos que quieren undirnos a expensas de proteger sus beneficios políticos y económicos.

No hay dudas que los políticos gobiernistas, amparados o cobijados ya sea en cargos gubernamentales o congresionales, no se detienen a reflexionar, empujados por sus ambiciones, no le hacen caso a todo el malestar que denuncian los medios de comunicación que los voceros oficiales no pueden rebatir ante la evidencia de lo que está claro de pobreza creciente. Hasta los ricos se eximen de su gasto conspicuo de antes para evitar un exhibicionismo que serviría para aumentar las diferencias sociales.

Los aviones solo vienen cargados de turistas, ejecutivos o de dominicanos ausentes. Pasaron los tiempos en que tantos viajaban continuamente a vacacionar al extranjero, visitar familiares o buscar la salud. Solo queda el recuerdo en los exasiduos viajeros cuando inundaban los teatros de New York y sus restaurantes, o las plazas más cercanas de Miami o de San Juan a las que iban de compra, o tan solo a pasear por los pasillos anchos como calles de los mall comerciales.

La opulencia de otrora, que asombraba a tantos extranjeros de cómo los más costosos carros alemanes circulaban a montones por las calles, sin ser este un país desarrollado, era una muestra del afán de ostentación de dominicanos que no les importaba golpear en la cara a sus demás conciudadanos, que muchos en cada día están sumidos en la pobreza y en las angustias de un futuro incierto, solo se vislumbra como peligroso para la institucionalidad.

Los obispos han cumplido con su deber de advertir el derrotero equivocado de la sociedad dominicana, ojalá que el enorme afán de lucro, que exhiben los que tienen el poder en sus manos, no nos precipiten hacia un desierto de precariedades y de rebatiñas, en donde los más osados e inescrupulosos sobrevivirían, sin importarles el arrasar con el bien común, dejando a los más pobres llenos de rencores y deseos de reivindicaciones.

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