El episodio de “La Nación”

El episodio de “La Nación”

Pedro Álvaro Bobadilla fue amigo del Presidente Juan Bosch. Bueno, lo fue hasta el cierre del diario “La Nación”. Acabábamos de llegar de un curso de propaganda política en el IFEDEC de Caracas, estados unidos de Venezuela, cuando escuché a Bobadilla hablar contra don Juan. Que lo hubiere hecho entre amigos no me habría llamado la atención. Resultó sintomático, para mí, que sus comentarios se divulgaran por una cadena de radiodifusoras que tenía como matriz a “La Voz del Trópico».

Pese a lo escurridizo que era, pude localizarlo. “Pedro Álvaro, ¿y esa transformación?”. Pretendió ignorar las causas de mi pregunta. “¿Cuál cambio?”. “Te escuché pronunciar acerbas críticas hacia don Juan y contra su gobierno. ¿O no eras tú?”. No precisé nuevos estímulos. “¿Ignoras que cerró “La Nación”? ¿Sabes cómo ocurrió?”. Responderle negativamente a la segunda de sus interrogantes no solamente reflejó la verdad. Expuso mi curiosidad.

Eran las tensas horas de finales de julio de 1963. Pedro Álvaro, entonces director del periódico del gobierno, visitó al Presidente de la República.

Más tarde, en la noche, bailaba en el hotel Hispaniola cuando otro de los concurrentes a la fiesta le preguntó qué haría en lo adelante. “Hasta que lo decida el Presidente, seguir dirigiendo “La Nación”, respondió sin titubeos. El improvisado contertulio cuestionó el modo de dirigir un periódico clausurado. Se iniciaron las preguntas y las respuestas.

En un accidental encuentro, en una fiesta pública, se enteró Pedro Álvaro del cierre del diario del gobierno. Aunque él lo dirigía. Pedro Álvaro falleció hace tiempo, pero aún recuerdo la risueña manifestación de su rostro al señalar que su informante se asustó cuando comenzó el inusual interrogatorio. “También él había dejado de bailar y para no interrumpir a los demás nos echamos a un lado. Pero después que le pidiera detalles, lució intranquilo. Trató de eludir la conversación.

Pedro Álvaro lo presionó. En realidad, la persona, un ciudadano común y corriente, se enteró del cierre por una noticia radial. Y eso le dijo a Pedro Álvaro.

Para compensarlo, a poco, Pedro Álvaro pidió a uno de los mozos que llevara a la mesa de su informante, el mismo tipo de bebida que ingería la pareja.

Dolido, confundido, refunfuñando, Pedro Álvaro abandonó la fiesta. Esa noche no pudo ver al Presidente Bosch, lo cual logró casi veinticuatro horas después. Contó al mandatario la vergüenza sentida y las circunstancias en que supo de la desaparición del diario. “Estuve con usted tres o cuatro horas antes. ¿Por qué no me dijo que pensaba cerrar el periódico? ¿Por qué tuve que enterarme por boca de un ciudadano ajeno al gobierno, de este cierre?”.

El Presidente Bosch le recordó que el diario era “cívico”.

El director trató de exponerle que el periódico era editado por el Gobierno Dominicano. Y que él, Pedro Álvaro, lo manejaba. Durante el Consejo de Estado pudo responder a puntos de vista de Unión Cívica Nacional. Ahora respondía a los puntos de vista de la administración  regente. “¿Acaso no vine a discutir con usted asuntos relacionados con el diario?”.

Don Juan le recordó que un año atrás había prometido cerrar el diario y así lo mandó a decir a Luis Augusto Caminero.

“Lo recordé poco después de que te fuiste y dicté el Decreto. ¿No es privativa del Presidente una medida de esta naturaleza?”.

Se despidieron con aparente cordialidad. Pero el Pedro Álvaro que bajó por las amplias escalinatas frontales del Palacio Nacional no era el Pedro Álvaro que ascendiera por ellas, poco antes. Este otro Pedro Álvaro se había transformado.

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