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Vivimos necesariamente obligados a emular en todos los sentidos a los países más desarrollados de la cuenca del Caribe y es preciso cada día parecernos a estos aun aquellos más lejanos que viven influenciándonos culturalmente. Por eso no es de extrañar que nuestros empresarios, financistas, economistas y todo tipo de ejecutivos, imiten en todo lo posible a sus colegas de las otras naciones, sobre todo con aquellas que vienen relacionándose hace varios años, compartiendo unas veces y compitiendo otras, en similares condiciones de parecida igualdad, de tal modo que en ocasiones no se quedan atrás, sin embargo, nuestras grandes empresas todavía están distantes de alcanzar los niveles de algunos de nuestros vecinos, pese a los esfuerzos que en muchos casos han sido desplegados, por razones difíciles de explicar. Esperamos que dentro de algunos años estemos en aptitud de recuperar el retraso experimentado hace algunas décadas por culpa de la era trujillista que nos mantuvo aislados e incomunicados. Esperemos, que nuestros jóvenes empresarios, con nuevas estrategias reduzcan el camino a recorrer.
Existen, sin embargo, algunos cambios recientes; hemos pasado de un capitalismo intratable y a veces turbio a otro moderado en sus relaciones y bastante transparente. En el primer caso, presenciamos métodos muy pocos ortodoxos, que van desde el uso de informaciones privilegiadas, acomodaticias plusvalías inexistentes que nos han llegado importadas, hasta la manipulación de los medios de comunicación sin sonrojos, con lo cual se ha conseguido manejar la opinión publica en beneficio de intereses dañinos para la sociedad, llegando al colmo de desprestigiar el contrario con difamación.