El escaso valor de la verdad

El escaso valor de la verdad

Entre nosotros los dominicanos quien miente olímpicamente se le considera –casi siempre– un “tiguerazo” digno de admiración. Políticos, empresarios, periodistas y hasta otra gente más importante, miente impunemente.

La verdad es un bien escaso, como he comentado antes. Según la mejor teoría económica, debe por tanto ser cara. Hay tanta mentira circulando, que cada día la verdad se hace más preciosa. Por eso, cuando un político necesita desacreditar o disminuir el valor de las posiciones de su adversario, lo primero que ataca son sus verdades.

Cualquier político sensato de un país donde la disparatología tuviera menos auge, aprovecharía la estabilidad y el crecimiento para reclamar atención a otros problemas que hasta los apologistas oficiales reconocen que han sido descuidados. Pero en vez de proponer soluciones a la interminable crisis eléctrica (que ellos agravaron con la ruinosa recompra a Unión Fenosa tras su quiebra de Edenorte y Edesur); en vez de sugerir cómo mejorar el transporte de pasajeros y de carga (que ellos agravaron corrompiendo falsos sindicatos regalándoles cientos de millones de pesos); en vez de unirse al clamor nacional para que aumente la inversión estatal en salud y educación; estos genios de la economía y la política prefieren dedicar sus mayores esfuerzos a otras cantaletas, entre ellas que las estadísticas sobre crecimiento e inflación están falsificadas.

Es claro que esa posición política tiene un solo fin, que es agravar en vez de mejorar la situación del país, para cosechar así los frutos del descontento. La descarada campaña para desprestigiar las estadísticas, que indican un crecimiento notable durante los últimos seis años y una inflación manejable, da pena por lo fallida que resulta. Todas las calificadoras de riesgo, entidades privadas independientes, dan crédito a los numeritos oficiales. Todas las agencias internacionales, FMI, BID, Banco Mundial, CEPAL, también desmienten los temores y la propaganda perredeísta.

Quizás los sempiternos críticos del gobierno son unos pragmáticos, pero en un sentido filosófico. El pragmatismo, propuesto a finales del siglo XIX por un hermano del novelista Henry James, postula que la verdad sólo existe cuando es útil a quien cree en ella. El diccionario dice que el pragmatismo “busca las consecuencias prácticas del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y valor para la vida”.

El poco respeto por la verdad que demuestran muchos políticos criollos contradice el valor que debería tener, por escasa.

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