El espacio público desde la interioridad de Parmelia Matos “En el jardín”

El espacio público desde la interioridad de Parmelia Matos  “En el jardín”

Al entrar a la sala de exposiciones de Arawak una aureola de sensaciones extrañas se hizo presente y se adueñó de mis sentidos: estaba bajo el dominio de las imágenes del lente portentoso de Parmelia Matos. El pasado y el futuro entrelazados, convertidos en el presente fuerte y arrobador de aquel universo, sobrecogían. Las imágenes infantiles transmitían la experiencia de eones, condensadas en aquellos rostros de una belleza arcana, tocadas por la convivencia sutil de las luces y sombras de aquel espacio público convertido en íntimo.

Una niña descalza parecía suspendida en el tiempo frente a un círculo de lapislázuli, juego inocente tendido a sus pies. Su mirada lejana, fuera de este mundo se expandía hacia el infinito. La relación biunívoca con el objeto tendido en el suelo sugería el regreso del ser en busca del objeto lúdico. Vida como círculo infinito, sin principio ni fin: manifestación de lo eterno, del padre y la madre convertidos en otros; vida eterna que se repite en el ir y venir del tiempo como las semillas de pinos que sirven de alfombra, se multiplican y se convierten en bosque. Círculo central del jardín, fuente de agua invisible que fluye como dador de vida. Tercio anterior, cuadrangular: Este, Oeste, Norte y Sur, confines del mundo.

Sobre la amplia planicie central del jardín descansan los frágiles pies de la figura etérea, casi en trance; en aquel bosque encantado la tierra se oculta bajo la rugosidad blanda y suave, llena de matices de las hojas nuevas y viejas, de las yemas caídas que empiezan a alargarse en forma de las velas: verdes, grises, negras… Los centenarios árboles del espacio sagrado ocultan el tesoro de piel delicada y figura ligera vestida de bermellón. No hay sonrisa, los brazos extrañamente no buscan aprehender nada, solo caen inertes a los lados de un cuerpo joven lleno de antigüedad.

Al fondo, la profundidad de los tiempos se asoma, silenciosamente, en los árboles que se extienden hacia las alturas, impresionantes en su capacidad de expresar la gran verdad de la naturaleza. La artista vela el fin del follaje y de las copas como si quisiera que el observador complete la obra con su mirada sobre lo insondable.

Esta exposición nos muestra una fotografía de una intensidad que nos arropa y conmueve; nos turba e impresiona porque no sabemos de qué parte de aquel arte o de nosotros mismos surge todo aquel torbellino de emociones que despierta su contemplación. La obra de Parmelia Matos de Calventi abre puertas en nuestra mente y despierta ideas dormidas a través de símbolos que solo nuestro inconsciente reconoce.

El mundo mágico del jardín donde todo es posible. El espejo donde la niña se ve en el lago ausente, pinceladas de surrealismo, la pequeña busca verse y solo se encuentra con lo ilusorio. Busca entenderse en una imagen que se rompe con facilidad. El espejo no contiene nada, pura representación; no se afecta con la imagen ni la imagen con él. Tan ilusorio como la vida.

La muñeca de trapo riendo sola recostada del árbol, recuerdo de tiempos vividos en la inmensidad de un presente vacío. Los brazos infantiles alrededor del árbol del pino, sin que se vea la figura, rememoran los árboles sagrados de la mitología del Antiguo Egipto donde Osiris se personificaba en un pino para enseñar el cultivo de las vides y los árboles frutales; o la de los celtas, visto como árbol benévolo que ayuda a descansar al viajero.

Los elementos encuadrados: la muñeca vieja, sin ropa, desgreñada en una silla de guano en el marco del bosque: memoria suspendida a la cual se aferra el ser. De vuelta a escenas surrealistas que captan el instante, esta vez, el instante de un presente agotado: recreación de imágenes en el tiempo.

Los interludios de la narrativa del discurso expuesto están llenos de la luz y color tropical: un impresionismo contemporáneo muy propio del estilo de Parmelia Matos donde el sujeto se diluye entre el paisaje del mundo. Descanso ejercido a través de la sinfonía de una flora ardiente e isleña. Es el sujeto que se disuelve en la existencia y luego, de vuelta al extraño surrealismo dominante en la exposición donde la lógica se extravía, donde lo objetivo queda transformado por las sutilezas de otros mundos. Ahí, la niña es la imagen de la eternidad; es una mirada al todo; estática y sublime, poco a poco parece convertirse en lo inmaterial. Ella es una mirada al más allá.

Las imágenes que esta artista crea son poesía que resuena, imágenes antes que pensamiento, ser antes que hacer. Parafraseo a Pierre-Jean Jouve para decir que la poesía de Parmelia Matos de Calventi es un alma inaugurando una forma; rebasando sus orígenes, padeciendo en el éxtasis y en la pena y conservando la libertad.

Por otro lado, Parmelia Matos subvierte la fotografía femenina del siglo XXI con una propuesta original: en un siglo donde la mujer busca liberarse del hogar para encontrarse a sí misma y convertirse en una profesional no atada a lo cotidiano… Parmelia se atreve a liberarse de los nuevos convencionalismos a través de la misma sublimación de la maternidad con una obra simbólica que surge de lo conocido para mostrar lo desconocido. Nos muestra lo no visto a partir de imágenes que se expanden y develan desde un mundo natural hacia lo misterioso y mágico. El arte como dador de experiencias nuevas y enriquecedoras.

La idea que inspiró a la autora de esta exposición fotográfica surgió de la lectura de “Espacios públicos” del francés Michel Foucault. La curaduría estuvo a cargo del dominicano Carlos Acero Ruiz, director artístico de Photoimagen, presidente de la Asociación Dominicana de Críticos de Arte (ADCA/AICA) y vicepresidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA). Así, veo apropiado que cerremos esta mirada de “En el jardín” con las palabras de Acero Ruiz sobre la exposición de Parmelia Matos de Calventi: «…En el jardín trata de un laborioso y bien articulado discurso, en el que se crean intersticios para la ficción y la realidad, para la ausencia y la presencia, para lo visible y lo invisible.

Historias en la que la artista privilegia la fantasía en imágenes que nos remiten a una duermevela de la que no podemos despertar, por temor a abandonar estos espacios lúdicos, misteriosos y escenográficos. Un conjunto de fotografías de una esmerada y pulcra factura que contienen pausas y silencios que se comparten con memoria y olvido en un jardín, territorio cultivado de vivencias personales del que parece liberarse la artista.

Esta veintena de imágenes, de una particular belleza, confirman la ascendente carrera de Matos en el panorama fotográfico dominicano, en el que la presencia de la mujer es constante significativa desde mediados de la década noventa, en el siglo pasado.»

Finalmente, debo confesar que soy la orgullosa madre de esta formidable artista que me permite ver nuevos mundos a través de sus ojos y su pasión por el arte.

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