El Estacazo
A Pedro Vergés, amigo

<strong>El Estacazo<br/></strong>A Pedro Vergés, amigo

POR JUAN DUCOUDRAY
El apodo de Felitín con que todos lo llamaban en el barrio venía del de su padre, Felo, y pot más esfuerzos que hizo su madre para que le dijeran Felix Manuel se impuso el apodo que a ella tanto le disgustaba porque –según decía- no era nombre cristiano.

A sus 17 años Felitín tenía un recuerdo borroso de su padre. Cuando apenas contaba con cinco años Felo lo dejó con su madre y se marchó a los países en busca de mejor vida. Nadie supo si en realidad pudo alcanzarla pues nunca más se tuvo noticia suya. Ni una letra, ni un mensaje verbal, nada; corrió una vez el rumor de que se había enganchado a marino mercante, pero el rumor se apagó al poco tiempo sin que pudiera saberse su orígen.

Era como si la tierra se hubiera tragado a Felo y esa fue la idea que se hizo doña Cari, como le decían a Caridad los vecinos y conocidos del barrio. Ella se echó encima la carga con mucho trabajo y mucho sacrificio crió a su muchacho y lo llevó hasta el segundo de bachillerato. Limpiaba pisos, lavaba ropa, cosía y hasta se metió a rifar planchas y otros artículos. Hizo todo lo que se podía hacer honestamente, tomaba dinero prestado y pagaba hasta el último centavo porque, como proclamaba orgullosa con su Biblia en la mano, había aprendido con San Lucas que “mi casa es casa de oración, no cueva de ladrones”. Le indignaba todo lo que oliera a engaños y fullerías y por eso le costaba trabajo saludar a Plinio, un zapatero remendón que vivía cerca de su casa y tenía fama de tramposo.

Ahora todo su empeño lo tenía puesto en Felitín, de quien todos decían que era un buen pelotero. Comenzó a jugar en el solar que está al final de la calle, después en los campeonatos de la escuela y finalmente participaba en una liga de aficionados. Había ido a Santiago a jugar y un estacazo suyo –como contaba doña Cari- decidió la victoria para su equipo. Realmente, el muchacho tenía condiciones para convertirse en una futura estrella del béisbol y su madre decia en el vecindario que algún día ella vería a su hijo tirándole besos por la televisión, como hacía Sammy Sosa con la suya cuando sacaba la pelota del parque en las grandes ligas.

-Un señor que vino de los países lo vio jugar el domingo y parece que le van a dar un bono para que firme un contrato, qué le parece vecina, un bono de muchos miles de dólares.

Caridad estaba eufórica y compartía la buena noticia con su vecina Ana, a quien le contaba siempre lo que tuviera en la cabeza. Ana se alegró de la novedad, pero le advirtió que alejara a Felitín de la compañía de Tom.

-Ese tipo siempre tiene muchos cuartos y nadie sabe de donde salen. No se le conoce ocupación, anda siempre bien vestido con una cadena de oro, cabellera larga y tiene un cepillo color crema. Ayer brindó cervezas a Felitín y a todos los que estaban en el colmado de la esquina.

Caridad escuchó lo que le contaba Ana y recordó lo que se rumoraba en el barrio acerca de Tom, quien estuvo un tiempo fuera del país y vivía con una sospechosa bonanza; él decía que le iba bien en el trabajo, sin aclarar a qué actividad se dedicaba.

-Bueno –dijo Caridad- no te preocupes que voy a hablar con Félix Manuel.

Al día siguiente Felitín se levantó temprano, se bañó y se vistió con mucha prisa. Su madre lo observó en silencio y no se explicaba esa premura. Finalmente le dijo:

-Félix Manuel no me gusta la junta con Tom. Se comentan cosas muy feas de él y cuando el río suena es porque agua trae.  No es bueno que te vean bebiendo cerveza con él.

Caridad iba a citar la Biblia y se quedó con el dedo índice levantado cuando Felitín la interrumpió:

-Vieja, no se lleve de chismes. Hoy es un día especial. Voy a dar un estacazo que nos va a sacar de los aprietos que estamos pasando, un estacazo largo de verdad. Hoy sabré de cuanto es el bono que me van a dar y en eso es lo único que debe pensar. No asistiré a la escuela y me iré directamente al hotel a ver al americano.

Felitín mojó el pan en el café y se lo fue comiendo mientras salía. Caridad tuvo tiempo de gritarle:

-Tienen que darte un buen bono. En un par de años tu estarás dando jonrones en todos los estadios de allá. Estacazos pa’tó los laos, como dice la vecina.

La mañana siguió para Caridad con la rutina acostumbrada. Limpiar la casa, lavar la ropa, cocinar, todo sin dejar de pensar en el bono. ¿Cuánto le darán a Félix Manuel? Seguramente alcanzará para comprar una nevera, una estufa, una nueva máquina de coser y muchas otras cosas que faltan en la casa. Antes del mediodía escuchó su programa de mensajes bíblicos que, como le decía a su vecina, “ayudan a limpiar el alma”. Luego en el noticiero se enteró que un sujeto asaltó una casa de cambio en  la San Martín y se llevó siete mil dólares. Oyó la noticia sin prestarle mucha atención y volvió a navegar en el mar de las ilusiones: tal vez el bono sirva también para tener un techo propio, una casita modesta para ella y su hijo. ¡Librarse de la tortura del pago de un alquiler todos los meses!

Esos sueños le daban vueltas en la cabeza cuando Ana llegó corriendo y gritando desde la puerta: vecina fue él, fue él. Caridad no entendía nada, pero Ana insistia en afirmar que había sido él. Caridad seguía sin entender y así se lo gritó a su agitada vecina. Cuando ésta al fin se serenó le reveló la causa del escándalo que había formado:

-Doña Cari, fue Tom el que atracó al cambista de la San Martín. La radio dijo que era un hombre elegante, con una cadena de oro y una larga cabellera, que escapó en un cepillo color crema que lo esperaba a media cuadra. Fue Tom, no hay la menor duda. Ahora ya sabemos de dónde salen los cuartos para las cervezas y la buena vida que se da.

A doña Cari se le encendió el bombillito de la credulidad y exclamó con indignación, casi con rabia:

-Maldito, a mi muchacho no lo vas a desgraciar, no señor. Ahora mismo vamos a ir a la policía a denunciarlo.

Ana y Caridad fueron a la estación de policía del barrio y de allí el sargento Céspedes las llevó al cuartel general de la Socorro Sánchez.

Al regresar Ana se encargó de que todo el barrio se enterara de la proeza que habían realizado y cuando Tom llegó con Felitín al colmado a tomarse una fría, dos policías lo estaban esperando. Una hora después la radio informó que el nombrado Tomás Eleuterio Castillo Pérez, alias Tom, había sido apresado por participar en el atraco a la casa de cambio de la San Martín.

Los policías no apresaron también a Felitín porque todos en el colmado dijeron que su madre era la que había descubierto el caso. Felitín no tenía idea de lo que había sucedido y a Tom se lo llevaron a empujones.

Al llegar a su casa doña Cari lo esperaba con aire de triunfo y le contó que ella y su vecina habían informado a las autoridades que Tom era el responsable del atraco.

-Yo sabía que esa agua no era limpia y te lo dije. Mira cómo conseguía el dinero para tanto brindis y tanta cadena de oro ¿Viste Félix Manuel? Lucas dice muy claro…

No pudo continuar al ver la cara de su hijo, deformada por la vergüenza que lo sofocaba. Felitín se deplomó en una silla y casi susurró con la voz entrecortada:

-Tom es un escucha, un busca talentos para un equipo de grandes ligas y toda la mañana estuvo conmigo y con el americano. Ahora sí que nos jodimos, vieja, nos jodimos.
bavegado@yahoo.com
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